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domingo, 22 diciembre
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“Es inmoral que 800 millones de personas pasen hambre y tiremos un tercio de los alimentos”

“Es inmoral que 800 millones de personas pasen hambre y tiremos un tercio de los alimentos”

Aprovechando la presentación de la campaña de Manos Unidas charlamos con el delegado de de Tomelloso y del Arciprestazgo Mancha Este. José Antonio Rebato es Técnico de Mantenimiento en el Hospital de Alcázar y dedica todo su tiempo libre a Manos Unidas y a Cáritas «una media de cuatro horas diarias». Lleva 7 años en ambas organizaciones. Se considera una persona “normal”, tiene 43 años, está casado, tiene un hijo y sale los sábados que puede. «Soy un nuevo cristiano», dice que estuvo muchos años alejado de la Iglesia porque, como a todos, asegura, «no le gustaban algunos de los que estaban en la jerarquía», pero esos son «una ínfima minoría». En la Iglesia ha encontrado el lugar perfecto donde canalizar sus ansias de justicia social

Quedamos con José Antonio en una terraza, uno de esos invernaderos de plástico y lona. Nuestro interlocutor fuma, él mismo se lía sus cigarrillos con maña, finos y apretados. Los filtros (las boquillas) los lleva en una caja metálica. Se hace un pito (hiperbólicamente) en menos que se persigna un cura loco.

Manos Unidas presentó hace pocas fechas la campaña del 2017, “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida». La ONG hará hincapié en tres cuestiones esenciales y urgentes para acabar con la pobreza y el hambre en el mundo como son el desperdicio de alimentos, la lucha contra la especulación alimentaria y el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local.

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Con 3.200 millones de dólares al año se soluciona el hambre en el mundo

«Con 3.200 millones de dólares al año se soluciona el hambre en el mundo», señalaba Rebato «un avión B-2 Spirit vale 2.400 millones y 135.000 dólares cada hora de vuelo»«¿Cómo podemos pagar esa burrada por una hora de vuelo de un cacharro que no es necesario, frente a los dos dólares que necesitan para vivir 800 millones de personas?».  

Como lo de comprar o no aviones se nos queda algo lejano, sí podemos hacer lo de la comida, que hay que verlo desde una perspectiva económica, pero también moral. Ya se ha olvidado aquello que nos decían nuestro padres a quienes peinamos canas (padres y madres que si no pasaron hambre tuvieron necesidad) «la comida no se tira, esto son lentejas y si no te las comes al mediodía te las cenas esta noche». El habernos criado en la cultura del exceso, precisa José Antonio, «conlleva el no hacer aprecio a lo que le falta al otro». El consumo «en su justa medida no es malo, decía Santa Teresa que Dios nos da las cosas buenas para disfrutarlas». Pero el consumismo desaforado «y usado como estatus social» lleva a gastos de agua, luz o contaminantes. Con respecto a los alimentos «se ha cambiado la forma de comprar, se ha pasado de adquirir lo que se necesita a lo que se quiere».

Tiramos un tercio de los alimentos a la basura

Cuando Manos Unidas denuncia que se tira un tercio de los alimentos a la basura «no es solo lo que hacemos cada uno es nuestras casas. El comercio elije las mejores piezas, por ejemplo de tomates, despreciando el resto. La agroindustria produce, seguimos con los tomates, ejemplares bonitos, con un consumo exagerado de recursos». En el primer mundo exigimos que todo vaya envasado «un coste adicional del producto que se tira y genera residuos». Es inmoral que haya 800 millones de personas pasando hambre en el mundo «y nosotros tiremos un tercio de los alimentos». José Antonio, con vehemencia, continúa explicando que «la fecha de consumo preferente la consideramos como fecha de caducidad».

Por tanto, el delegado de Manos Unidas considera que hay que transmitir que «se puede vivir igual de bien sin necesidad de acometer los gastos que tenemos asumidos. Es normal que llegue uno de comprar del súper, con tres bolsas y después de colocar la compra bajes a la basura una de ellas llena de envases y residuos». Y esos residuos, además, se pagan dos veces, al adquirir el producto y con los gastos que genera su gestión.

Por otra parte, los alimentos «se han convertido en valores bursátiles. Eso genera un problema muy grande».  Los biocombustibles «son una lacra. Va a pasar lo mismo que con los combustibles fósiles, los países productores van a ver sus recursos esquilmados. A la vez, se retiran millones de toneladas de cereales y legumbres de la cadena alimentaria para transformarlos en  biodiesel con el consiguiente aumento del precio».

Rebato vuelve a los alimentos que tiramos «en Asia y África son 6 kilos por habitante y año, 95 en Europa, 60 en España y a la cabeza, Estados Unidos, que tira la mitad de lo que consume». Se trata de un problema de educación, muy difícil de corregir por «quienes estamos metidos en esta rueda», pero considera que «con los chicos y chicas todavía estamos a tiempo de transmitirles la idea de un consumo sostenible y razonable». Es por ello que van a llevar la campaña a los colegios e institutos, además, durante todo el año trabajamos con los centros «en el exceso de consumo, utilizando alguna técnica dinámica para que les llegue fácilmente el mensaje».

El hambre se quita con un golpe de “enter”

Pero, ¿cómo evitaría el hambre ese cambio de actitud? El hecho de que no tiremos la comida de qué forma repercute en esos 800 millones de personas condenadas al hambre endémica. José Antonio lo tiene claro «nos va a permitir ahorrar dinero, si la mitad la destinamos a ayudar económicamente, sería una cifra muy importante para contribuir con esos 3.200 millones necesarios. Por otro lado, los consumidores podemos controlar el mercado, provocando que el sistema industrial cambiase de paradigma, corrigiendo sus defectos».  En ese sentido, Rebato lanza una pregunta al aire, «¿por qué se produce el triple de lo que se consume?» No obstante, nuestro interlocutor asegura que «el hambre en el mundo se quita, se corrige, se elimina, llámalo como quieras, en diez minutos con un golpe de “enter”», sin embargo, «modificar el mercado depende de los consumidores».

No obstante, José Antonio es optimista y asegura que en los últimos 20 años, a pesar del aumento de habitantes en el mundo, hemos pasado del 30 por ciento de la población con hambre al 13 % actual, que desgraciadamente «se concentra en Asia y África». Dos continentes con recursos suficientes para que nadie pase necesidades, «pero es que, al final, el hambre es poder», manifiesta tajante.

Manos Unidas destina el 94 % a los proyectos

Manos Unidas, a nuestro juicio es una organización que tiene visibilidad, sus anuncios salen por la tele y está considerada como una de las ONG más efectivas, fue, además, Premio Príncipe de Asturias en el 2010. «Dedicamos el 94 por ciento de nuestros recursos va directamente a los proyectos. El otro 6 % se emplea en materiales de concienciación y se destina a los gastos». Como referencia «en la provincia de Ciudad Real tenemos contratada una persona a media jornada, el resto somos voluntarios». Pero no todo es bueno, para Rebato Manos Unidas tiene un problema «el ser parte de la Iglesia Católica nos cierra algunas puertas».  Los lugares comunes sobre la iglesia, que la mayoría no son ciertos asegura,  perjudican un poco la labor de la ONGD. Manos Unidas, es una organización de laicos, que no valora en absoluto la confesión religiosa de los destinatarios de los proyectos y el que entra en conflicto o discrimina, lo rechazamos de plano.

La ONGD es completamente española de la que la mayoría de los misioneros y misioneras conocen su existencia. Ellos son, quienes están sobre el terreno los que solicitan el proyecto, con una serie de condicionantes «el compromiso de la autoridades locales y tribales, la población receptora se ha de comprometer con una parte y no debe existir discriminación». Una vez elegido el proyecto, el responsable es el solicitante «supervisado por los receptores y las autoridades».  Recordó el proyecto que llevarán a cabo los arciprestazgos Mancha Norte y Mancha Este, destinado a mejorar las aptitudes de subsistencia de 1.000 pequeños agricultores marginales en el estado de Karnataka, en La India, valorado en más de 88.000 euros.

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