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lunes, 30 diciembre
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“Hay que proteger a los niños del mundo de los adultos”

“Hay que proteger a los niños del mundo de los adultos”

Roberto Aliaga (Argamasilla de Alba 1977) es un prolífico y laureado autor de literatura infantil además de biólogo. Llegó a la literatura en 2005 y desde entonces no ha parado logrando una ingente producción, sobre todo  en álbum ilustrado y narrativa infantil. Se ha hecho acreedor de importantes premios y distinciones, este año ha logrado el importantísimo “El Barco de Vapor” por “Como arreglar un libro mojado”. Además, este verano recibió el reconocimiento del Ayuntamiento de su pueblo.

Quedo con Roberto temprano («es que yo madrugo mucho») y en domingo en la churrería de Argamasilla de Alba. Café, porras y literatura para empezar el luminoso domingo de octubre. Y si, como se dice, la luz del domingo es más brillante, charlar con Aliaga hace que se ilumine aún más. Sonriente, cercano y sincero, Roberto me cuenta los entresijos de la literatura infantil mientras damos cuenta de un desayuno clásico.

Un biólogo autor de literatura infantil

La prensa, siempre tan somera, a Roberto Aliaga en la mayoría de las ocasiones lo califica como “escritor alicantino”, pero él es y se siente «argamasillero de pura cepa». Roberto lleva viviendo en la ciudad levantina  «desde los 18 años, cuando me fui a estudiar allí» y al principio «me sentaba mal que me dijesen alicantino, que no dijeran que soy de Argamasilla de Alba. Pero últimamente me he relajado, creo que si se quieren apropiar de uno, tampoco es tan malo». Ahora los medios dicen, señala Roberto, «el escritor manchego afincado en Alicante o alicantino de adopción». Y claro, con los tiempos que corren no se me ocurre decirle otra cosa que uno es de donde se gana las habichuelas, pero «realmente me las gano en todo el país. Allí se está bien, las circunstancias me llevaron a Alicante y me he quedado», pero sus libros se venden en toda España. Roberto Aliaga se muestra muy contento por «sentirme arropado por mi pueblo y mi Comunidad. Me emociona, me llena mucho, pese a que crea que no lo merezco».

Y con el cuerpo templado por el café y las porras uno se mete de lleno a desentrañar el misterio, ¿cómo un biólogo con toda la barba se mete a escritor y, encima, se especializa en literatura infantil. «Fue al revés», me confiesa Aliaga, antes de ser biólogo ya escribía. «Aunque mi primera publicación ya fue cuando terminé la carrera, mientras buscaba trabajo ya que tenía mucho tiempo libre». En esa época fue cuando escribió “La oficina de objetos perdidos y encontrados” «que sería mi primer libro publicado de literatura infantil».  Y es que a nuestro protagonista siempre le ha llamado la atención la literatura infantil «me gusta mucho el mundo de los niños y la infancia». Y en cuanto a lo de estudiar Biología, el escritor tiene cada vez más claro que «cuando uno con 18 años tiene que elegir lo que va a ser el resto de su vida muchas veces se equivoca».

La literatura infantil y juvenil ha pasado —reflexiono— de  que la escribieran unos hermanos luteranos alemanes que hacían pasar miedo al arriero más bragado  a ser un género muy políticamente correcto. Roberto me dice que el género «es como la educación, que es susceptible de ser manipulado». Y es que, la literatura infantil «ha ido siempre de la mano de las enseñanzas y de la moral». Ahora «es más literaria, se trata de contar una historia al público al que se dirige, tomándose en serio a ese público, a los niños»  Roberto reconoce que actualmente «adolecemos de la corrección política, pero ahí estamos algunos luchando para que esto no vaya más allá».

Muy contento con la literatura infantil

Aunque el género que cultiva Roberto Aliaga esté francamente infravalorado, «uno se acaba acostumbrando». En ese sentido, Roberto refiere la pregunta típica —a la que él en su bondad no le ve mala intención— «pero tú, ¿cuándo vas a dar el salto a la literatura de adultos». Una pregunta que lleva implícita la poca consideración que hay hacia la literatura infantil, un lugar dónde Roberto está «muy contento y no creo que me cambie».

La inspiración «aparece algunas veces ahí porque sí, otras veces en vivencias diarias». Así el primer título de la última colección que se llama “La hora de la escuela” «es precisamente eso, una mañana llevando a mi hija al colegio llegó un coche que casi nos atropella a todos. Resulta curioso que llevemos a nuestros hijos a la escuela a que nos los eduquen y por el camino nosotros nos encargamos de desbaratar toda esa educación».

Torre de Gazate Airén

“Hay que proteger a los niños del mundo de los adultos”

Llegó al género por una confusión

Y claro, como no puede ser de otra forma, esa inspiración nuestro entrevistado la tiene que traducir al lenguaje infantil. «Cuando escribo, aunque sea un álbum ilustrado, tengo que tener cuidado con el lenguaje, con según que expresiones. Eso es lo más difícil, decir lo que quieres contar con el menor número de palabras y que resulte sencillo y entre a la primera»

Uno, seguramente  debido a su mente sucia, se imagina un literato infantil con alguna mancha oscura en su vida o, a lo mejor caótico o idealizado, tal vez… «¿me quieres sacar los trapos sucios?». Pero todo es más prosaico, me dice «al final eres como un administrativo que trabaja en casa. Te sientas delante del ordenador, le das vueltas a lo que escribes y llevas a la niña al colegio. Y, como todo el mundo, haces malabares para llegar a fin de mes».

Burla, burlando me explica que llego a la literatura infantil por una confusión, más o menos. Aliaga escribía relatos y alguna vez se presentó a algún concurso. Uno de ellos «era un concurso de “cuentos” y yo no identificada esa palabra con relatos sino con cuentos infantiles».  Además, en la época de la carrera seguía con lecturas infantiles  «algo que no ocurre cuando eres niño que cuando lees, por ejemplo, un libro para nueve años y tiene once, piensas que es por debajo de ti».

España es una potencia de literatura infantil

En la época de este entrevistador los chicos y chicas aprendíamos a amar los libros con los clásicos de Verne, Stevenson, Melville o Defoe «ahora no, ni tampoco el nivel que se les pide a los niños es tanto como el que se pedía hace una generación. Se mide mucho que lo puedan entender todo, pero eso tampoco es bueno, es necesario que le den vueltas a algún concepto o que tengan que buscar el significado de alguna palabra». Y ya, Roberto «aprendí a leer y leí más en “barcos de vapor” que en clásicos».  También es verdad «que hay una producción nacional importante de literatura infantil que son historias más de la época. Eso no quita que cuando tienen una edad o debido a su misma curiosidad lleguen a esos clásicos».

De las palabras de Roberto deduzco que en España tenemos un nivel muy alto en el género «y también en ilustración. Los ilustradores de este país están reconocidos muchos de ellos internacionalmente. Ahora mismo se exporta más literatura infantil de la que se importa». La ilustración es otra hermana pobre, en este caso dentro de las artes plásticas «hay álbumes ilustrados que son verdaderas obras de arte y que se reconocen internacionalmente». 

Diversificando para poder llegar a fin de mes

Roberto Aliaga es un referente de la literatura infantil y estoy seguro de que tiene autores que han sido su referencia. «Se une el que a algunos de los escritores que leías de pequeño ahora los conoces en encuentros. En Fuenlabrada hay un acto anual en el que he conocido a los autores que leía y que luego he visto en la misma mesa en la que yo me sentaba. Me gusta mucho Alfredo Gómez Cerdá, Pilar Mateos, de mi generación tengo predilección por Diego Arboleda, Pedro Mañas… Siempre es difícil elegir».

A pesar de tener una ingente producción «solo hace ocho años que me dedico a esto en exclusiva». Roberto dedica el tiempo, no solo a escribir «hay que diversificar para poder llegar a fin de mes en esta profesión. Hago encuentros en bibliotecas y colegios con lectores, escribo para editoriales de libros de texto, adaptaciones de libros extranjeros». Es decir, que Roberto Aliaga se gana honradamente el pan «con el cuento», que es algo bastante difícil e inestable.

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Ganar El Barco de Vapor “ha sido un puntazo”

Ganar el Premio El Barco de Vapor «ha sido un puntazo, es muy difícil. Cuando dices “yo no me lo esperaba” y has sido tú el que te has presentado al premio parece broma». Cuando Roberto escribió “Como arreglar un libro mojado” «quede muy satisfecho y decidí presentarlo. También lo envié pensado en que las editoriales se leen los originales y aunque no seas finalista cabe la posibilidad de que lo publiquen. Pero no contemplaba la posibilidad de hacerme con el premio, por eso cuando me llamaron para decirme que había ganado fue un notición. Me eché a llorar y fue uno de esos momentos de los que no voy a olvidar en mi vida».

Y tras recibir el premio mejor dotado económicamente de la literatura infantil, Roberto Aliaga mantiene la cordura «teniendo los pies en suelo. Al igual que no te tienen que afectar los rechazos, esto tampoco».

Aliaga hace un par de semanas que ha terminado de escribir otra novela infantil «que aún no tiene madre y otra que estoy empezando a escribir. Colaboro con los ilustradores de la colección “La granja”,  me han hecho un hueco en un corto de dibujos animados que están haciendo y participo con el guion. Es algo que me hace mucha ilusión. Aparte, en la editorial “Libre Albedrío” dirijo una colección de narrativa infantil».

A pesar de ser un escritor renombrado, Roberto tiene que defender el original editorial por editorial «pero eso es bueno también. Yo soy muy inseguro cuando escribo algo y lo tengo que mandar a los editores. Esa inseguridad hace que no te duermas. Y por supuesto que recibo negativas. Esto es una carrera de fondo y ningún premio te jubila».

Hay que proteger a los niños del mundo de los adultos

A lo mejor Roberto Aliaga es —o tal vez no— consciente de que los padres le abren sus casas y le dejan contar cuentos a sus hijos «esa es la parte de responsabilidad que no tienes que pensar. Por eso me gusta estar al margen de las cuestiones de adulto, la política y esas cosas. Soy un escritor de literatura infantil y escribo para niños, a ellos hay que protegerlos de todo eso, de la política y del mundo de los adultos».  Tampoco quiere inculcar valores «si no sé como estoy educando a mis hijos como voy a pretender educar a los hijos de los demás». Y es que Roberto lo que quiere es contar historias  «los valores están porque yo los tengo y al final salen, pero yo no quiero hacer pedagogía, ni pensarlo así».

“Hay que proteger a los niños del mundo de los adultos”

“Es importante que vean leer a los padres”

No me resisto a preguntarle por lo que recomendaría a los padres para hacer leer a los niños «lo importante es que nos vean leer a nosotros ya que la mayoría de las cosas que hacen es por imitación. Desde casa tenemos que dar un empujoncito. Y no por los tópicos de que la literatura nos salva la vida o nos hace supergenios, simplemente por la herramienta tan importante que es la lectura. Por la facilidad de darles comprensión lectora, que sepan lo que están estudiando. Y no se trata de esa lectura en diagonal que se hace con el ordenador, leer es otra cosa es desconectar de lo demás y meterte en una historia».

Roberto tiene la suerte con los encuentros que realiza de recibir el feedback, como ahora se dice, de sus lectores «es muy importante y lo es también el tener los niños en casa, que eso también ayuda para, por ejemplo tener ciertas expresiones. Aunque no es, ni mucho menos necesario, conozco  a escritores que no les hace falta. Me gusta, ambas cosas son un apoyo, de hecho a los niños de los coles les pido que me digan lo que les ha gustado. Y es que en definitiva, el libro lo escribe un adulto, lo edita otro adulto, lo prescribe un maestro y lo compra un padre, pero el destinatario es el niño. Me gusta mucho cuando me dicen que “se los leen del tirón”, o un amigo mío que me dijo, refiriéndose a un álbum “nos lo sabemos de memoria, todas las noches hay que leerlo”».

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