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viernes, 22 noviembre
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Vivamos una Navidad realmente cristiana

Vivamos una Navidad realmente cristiana

Como cada año, celebramos el día 25 de diciembre la fiesta de la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios. Para muchas personas hoy, la navidad se ha convertido un tiempo de nostalgia, de recuerdos y de tristeza, porque rememora aquellos días de Navidad en los que toda la familia se reunía en el hogar de los padres, para celebrar juntos estas fiestas. Eran días de alegría, de amor sentido y expresado, de fe entrañable, de diálogos alegres y de verdadera felicidad de todos los que componían cada familia.

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La Navidad se ha convertido para muchos en un recuerdo nostálgico de vida, de alegría y felicidad, que ha quedado ensombrecidos por la muerte de algunos seres queridos, las enfermedades de otros, la separación de las personas más queridas, los problemas de la vida, los fracasos matrimoniales, los rencores entre miembros de la misma familia por cuestiones de herencias, y que han hecho que cada cual se sienta separado de los que más quería y se encuentre hundido en la más triste de las soledades, desde donde solo podrá ya recordar aquellos tiempos de armonía, paz y felicidad familiar de la Navidad, como un recuerdo que nunca volverá.

Otros vivimos la Navidad como un recuerdo familiar de un ambiente entrañable y lleno de fe vivido en nuestras propias familias. Días inolvidables, ambiente formidable que nos hacía felices. Hoy los recordamos con ese mismo gozo, con ese mismo cariño, y nos sentimos llamados a vivir estos días con la misma felicidad y alegría en sus familia actuales.

Sin embargo, hay algo que echamos de menos y que sentimos la necesidad de renovar en sus corazones: es el sentimiento y vivencia cristiana de la navidad, porque incluso en las familias cristianas hemos descuidado la fe y la celebración del verdadero significado de la Navidad cristiana.

Sentimos que necesitamos actualizar nuestra fe hoy, y abrir nuestra vida y nuestro corazón para dejar que Cristo, que nació en aquel pesebre, hoy nazca y se haga presente en el corazón de cada uno de nosotros, para que transforme nuestras dudas en fe; nuestros materialismos en valoración de su gracia; nuestra lejanía de Él, en mano amiga que se acerca a nosotros para decirnos lo mucho que nos quiere; nuestra desconfianza en él, en confianza plena en que solo Él puede salvarnos.

Necesitamos vivir una Navidad verdaderamente solidaria, en la que todos podemos hacer algo por todos, porque nos necesitamos unos a otros. Una Navidad en la que abramos los ojos de nuestro corazón para descubrir que junto a nosotros hay personas, familias, niños, ancianos que están con las manos extendidas hacia los demás, esperando nuestra ayuda, porque el paro se ha apoderado de su trabajo y no tienen para vivir ni con qué celebrar la Navidad; porque la soledad de la vejez, sin cariño de los más cercanos, les convierte en mendigos de amor y compañía para ser un poco más felices, sobre todo, en estos días.

En esta Navidad necesitamos abrir el corazón y dejar que el amor, que late dentro de nosotros, se expanda, para que tantas personas necesitadas de recursos materiales, de alegría y compañía, sientan cercano nuestro amor y nuestro cariño y que, a través de nosotros, descubran el gran amor que Dios les tiene.

Necesitamos contemplar mucho más de cerca al Dios Niño, que siendo el Hijo de Dios ha sido capaz de entregarse por entero por nosotros, y sin nosotros merecerlo; solo por amor, solo porque no quería que, fruto del pecado, quedáramos para siempre condenados.

 Necesitamos sentir muy dentro de nosotros ese sentimiento de gratitud al Señor por tanta generosidad por su parte, por tanto amor y por tanta entrega, y dejar que Él nazca en nosotros como un día nació en aquel pobre y humilde establo. Que Él entre en nosotros y nos transforme en auténticos hijos de Dios que quieren recuperar su identidad de hijos y volver a la casa paterna, para que el Padre Dios nos abrace y se alegre por nuestra vuelta y nos invite al banquete de la salvación.

Vivamos esta navidad con estas actitudes y será de verdad una navidad alegre, llena de paz y de sentido, una navidad realmente cristiana, porque vivimos la misma como el gran regalo de Dios, que ha querido que su hijo acampara entre nosotros, y que hoy quiere nacer en cada uno y ofrecernos a todos su salvación. ¡Feliz Navidad para todos!

Gerardo Melgar

Obispo-Prior de Ciudad Real

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