Este 9 de julio, se ha cumplido un año del primer Consejo de Gobierno de la actual legislatura, y desde aquella primera reunión de un Equipo de Gobierno socialista recién constituido, hemos recorrido un camino muy intenso, trepidante en ocasiones, que comenzaba con una idea fija: no había tiempo que perder si queríamos frenar la sangría que había supuesto para Castilla-La Mancha una legislatura marcada por los recortes y por la antipatía, entendida como falta de empatía, de sensibilidad, de cercanía en las relaciones del gobierno con la sociedad.
Quiero recordar que en ninguno de los rostros de aquel equipo encontré dudas o falta de decisión. En pocas horas, estábamos retomando la defensa de los intereses de Castilla-La Mancha frente a las decisiones y políticas del Gobierno central que tanto nos afectaban: financiación, cierre de Elcogas, cementerio nuclear, trasvases y LOMCE.
En el mismo escaso lapso de tiempo, empezábamos de remediar el cierre arbitrario de camas que colapsaba las urgencias de los hospitales, el cierre de escuelas rurales y el bloqueo de los expedientes de Dependencia, además de comenzar a diseñar un Plan Extraordinario de Empleo, poner en marcha el IV Centenario del Quijote, y retomar el normal funcionamiento de una Administración con un extraordinariamente agrio traspaso de competencias en las distintas consejerías.
Las heridas por las que sangraba Castilla-La Mancha eran muchas, y no todas necesariamente relacionadas con decisiones adoptadas por motivo de la crisis, y sí por la implantación de unos modos de ejercicio del gobierno absolutamente alejados de la idea de que gobernamos por delegación y voluntad de los ciudadanos, y no por decreto y favor de alguien en Madrid.
Había que recuperar la confianza, el diálogo, el espíritu de colaboración, la corresponsabilidad de los agentes sociales y de las organizaciones ciudadanas en la concesión de un clima propicio a la inversión, a la concertación y a la solidaridad. Y también que había que restaurar la esperanza, especialmente de los colectivos en riesgo de exclusión social y de los jóvenes de nuestra región, cuyo talento estaba siendo desaprovechado a causa de la fuerte emigración, e implicarnos en las situaciones de pobreza energética y desahucio.
Y lo hicimos francamente bien y francamente rápido. En pocos meses firmábamos el Acuerdo Marco para la Recuperación Económica, Social e Institucional de Castilla-La Mancha, cuyos primeros frutos se cosecharon inmediatamente en forma de Plan Extraordinario de Empleo, el Contrato Joven, el Plan de Actividades del IV Centenario, la recuperación de Empleo Público y las 35 horas semanales, la Presidencia del Comité de Regiones ante la Unión Europea, la puesta en marcha de un curso escolar con más aulas, escuelas y profesores, el Plan estratégico de Turismo… y así hasta una batería de más de 800 acciones de gobierno con las que hemos celebrado el primer año de Legislatura.
Ochocientas medidas que demuestran que no nos conformábamos con cortar la hemorragia. Decidimos no hablar de herencias, no mirar atrás más que para corregir el rumbo. Este segundo año vendrá sin duda preñado de muchas grandes decisiones y acuerdos. Porque tanto nuestro compromiso electoral, como nuestro acuerdo de Legislatura con Podemos, suponen una obligación moral, un contrato con los castellano-manchegos, que estamos cumpliendo y cumpliremos.
Hoy, por eso, Castilla-La Mancha recupera la senda del crecimiento sostenible, y la confianza en sus posibilidades, en sus gentes, en sus empresarios, en su sector público y en sus instituciones. Con estos mimbres, frenada la sangría, empezaremos a recuperar el futuro.
Emiliano García-Page Sánchez
Presidente de Castilla-La Mancha