Un día de mayo de 1983 se abrió la puerta del futuro de Castilla-La Mancha. Ese día, la pequeña oportunidad que se nos dio fue el principio de una gran empresa y aventura que hoy es Castilla-La Mancha. Una realidad incontestable, reconocida, sentida y querida por todos.
Castilla-La Mancha no venía con un pan debajo del brazo. El pasado era acusador –formábamos parte de la España centralista y dominadora- el presente precario y el futuro incierto. La única hoja de ruta era el Estatuto de Autonomía; la voluntad y determinación de los castellano-manchegos, la única fuerza para tirar para adelante.
33 años después, el regionalismo castellano-manchego, entendido como el sentimiento, el amor, la preocupación y el compromiso de los castellano-manchegos por su tierra, ha triunfado y se encuentra fuertemente arraigado entre nosotros.
Nuestro principal valor, el logro de todos, ha sido ser capaces de generar una identidad colectiva, orgullosa de sí misma, capaz de trabajar y, unida, sortear los retos que había por delante. Ese valor intangible se ha convertido en el motor del cambio permanente de Castilla-La Mancha.
El Estatuto de Autonomía marcó las coordenadas por las que transitar y organizar nuestro día a día dentro del espacio común que es España y fue la base para que la generación de castellano-manchegos, responsables de iniciar este proyecto, pusieran los pilares de la modernización de este edificio que es Castilla-La Mancha, para hacer una región más igual, solidaria y cohesionada socialmente.
El Estatuto de Autonomía fue útil. Pero hoy, 33 años después, es necesaria una nueva hoja de ruta para que la siguiente generación de castellano-manchegos pueda conducir a Castilla-La Mancha por caminos ciertos que apuntalen su modernización y cohesión social.
El nuevo Estatuto de Autonomía deberá recoger y reconocer nuevos derechos como la Sanidad, la Educación, Servicios Sociales y la tutela efectiva de la Comunidad Autónoma sobre los niños y las niñas que lo necesiten cuando sus padres ya no estén. Debe ser fuente para impulsar nuevas formas de hacer política y participar en ella, que incluya y no excluya, y que promueva el diálogo, el entendimiento y el consenso para llegar a acuerdos. Un Estatuto de Autonomía para las nuevas generaciones y los retos de este siglo.
Es tiempo de ser audaces, porque hay muchas cosas que no nos atrevemos a emprender, no porque sean difíciles, sino porque son difíciles porque no nos atrevemos a emprenderlas.
Como diría Miguel de Cervantes, cuyo 400 aniversario de su fallecimiento estamos conmemorando este año: “La valentía es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad; pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde.”
Audacia para que haya más dignidad, más humanidad, más tolerancia, más esperanza, más igualdad, más oportunidades, más derechos y más futuro.
La audacia es necesaria. La prudencia, también. Séneca dijo hace cerca de 2.000 años: “El que es prudente es moderado; el que es moderado es constante; el que es constante es imperturbable; el que es imperturbable vive sin tristeza; el que vive sin tristeza es feliz; luego el prudente es feliz.”
Con prudencia, audacia, liderazgo, unión, trabajo e ideas claras y compromiso es posible afrontar retos y ganarlos. Castilla-La Mancha es el éxito colectivo de todos los que arrimamos el hombro para edificar un proyecto común que tiene muy buenos cimientos, de aquellos que mirábamos al futuro y creíamos en nuestras posibilidades. Sigamos por este camino.
Jesús Fernández Vaquero
Presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha