La Orquesta Mastretta protagonizó el último concierto del presente año de la Asociación Pro-Música Guillermo González. La formación —compuesta por verdaderos orfebres de la música—puso en pie el Teatro Municipal de Tomelloso con ritmos, ante todo, jazzísticos, proporcionando a los asistentes una soberbia tarde de música, difícil de olvidar.
A Tomelloso acudieron seis de los músicos que forman la banda, Jorge “Coke” Santos, a la batería y percusión; Luca Frasca, que tocó el piano; Pablo Navarro, que pulsó el contrabajo, Marina Sorín, al violoncelo y al violín trompeta; David Herrington tocó la trompeta y tuba y el propio Nacho Mastretta al clarinete.
El concierto arrancó con una declaración de principios de la que se nos venía encima, con el clarinete y la trompeta por el patio de butacas, tocando e interactuando con el respetable. Eso fue una constante del recital, pusieron al público a cantar, a gritar o a dar palmas.
Las notas de estos malabaristas de la música tan pronto sonaban a verbena de una película italiana como nos transportaban al Cotton Club, a las playas de Copacabana, o a Estambul. Durante hora y media no nos dieron tregua, nos bombardearon con su música, no dejaron ningún espacio del teatro sin ella. Hicieron fácil su apabullante virtuosismo tocando, como si nada, igual que los ángeles.
La música que compone Nacho Mastretta es bellísima, es la evolución lógica de Duke Ellintong o Niino Rota y su orquesta, interpretándola con él a la cabeza (sin demostrar en ningún momento que es quien manda) nos hizo disfrutar como niños y mover los pies sin parar.
Como no pudo ser de otra forma, el teatro puesto en pie agradeció con una soberbia ovación la maravillosa, insistimos, tarde de música. De propina nos ofrecieron “El último habitante del planeta”, cantado por Marina Sorin.