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viernes, 22 noviembre
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Casino Empíreo (El enmudecido silbido del tren), por Ramón González

Casino

Os imagino en muchas ocasiones, cada vez que se me ocurre  analizar la realidad pienso en vosotros, en vuestra tertulia allá arriba, en los gestos y aspavientos que, ante lo sucedido o lo no ocurrido, pondréis. Nunca fuisteis de casino provinciano, el cotilleo y la maledicencia no es vuestro entretenimiento tras los cristales a la glorieta,  pero sí personas de casino, de tertulia, de comentar para hacer,  de hablar para que el avance sea algo más que palabras huecas. Os imagino en vuestro  casino empíreo poniendo en valor lo que se tiende a devaluar, sufriendo por la pena que os pueden ocasionar las adulteraciones del espíritu que os llevó a unir a vuestros nombres el referente de la tomellosería.

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Tren…!!! Tren…!!! ¡Uf! cuantas palabras vertidas sobre el tren, con cuantos sentimientos se ha jugado, cuanto ir y venir para no llegar a ninguna estación.

Seguro que en vuestros comentarios, más de una vez, os referiréis  a los ingentes esfuerzos de D. Francisco Martínez Ramírez para que Tomelloso tuviese tren.  Sí, D. Francisco murió en el anonimato,  alguien que se empeñó en  sacar a Tomelloso del ostracismo poniéndolo en la vía del progreso, llegó  a ser enterrado en su pueblo sin el más mínimo reconocimiento, casi como rail apartado del recorrido.

Quizás ocurra que  a Miguel Palacios, en vuestras tertulias allá en el casino celestial, “El Obrero” le  dé  mil y una veces las gracias por ponerlo como ejemplo en la historia de Tomelloso. Miguel, sujeto a los dictados del  momento histórico, trascendía los corsés políticos  para ser justo con Tomelloso y sus gentes  y entre ellas hacer justicia  a D. Francisco Martínez, aprobando erigir su estatua y que esta presidiese la principal calle de la ciudad. Claro que Miguel es poeta y la unión de  político y poeta es buena conjunción de anhelos, a veces irreverentes contra lo irracional del poder, quizás,  mutilante y vituperador  de la historia.

Te imagino Juan, querido alcalde poeta, lamentando que las plazas llenas se hayan  quedado como simple anécdota histórica, la desmemoria de los que todo lo apuntan por la obligación llenar documentos oficiales. Esa plaza enigmática a la que cuestionas sobre “¿dónde está el pecho caliente de los tiempos?”

Cuestionar los tiempos es hacer una pregunta sobre  los anhelos de futuro. El futuro de Tomelloso no puede olvidar los referentes del pasado.

Con certeza que el nieto de “Palancas”, nuestro querido Félix Grande, apostillaría que si en algún momento nos “partieron el espinazo del orgullo” y nos apartaron de los progresos diseñados en despachos, hoy los esbozos del progreso los hacen las gentes, afortunadamente convertidas en ciudadanos portadores de derechos y pronunciamientos.  Un hombre un voto, una persona es  base de un proyecto comunitario. En la medida que no se es leal, desde el poder, con los proyectos colectivos, las empatías personales y las confianzas otorgadas se retiran. La fuerza del tomellosero  permitía  ir con cabeza alta y mirada orgullosa contra quienes oponían sus fuerzas a la acción de su trabajo y también contra quienes  cometan los pecados de omisión.

Eladio, tú que veías pasar los trenes por la Estación de  Río  Záncara y aguantabas la regañina de tu tío Candelas;(…) “sobrino Eladio, te digo que no entretengas tanto en mirar por Río-Záncara los trenes que van pasando”. Allá arriba seguirás  con la vista perdida en el horizonte atisbando ese tren Madrid-Valencia que sirve de raya fronteriza de nuestro pueblo pero que por obra y  desgracia de intereses y despachos interesados nos pasa pero no nos llega.

Qué bien, irrepetible Eladio, cantas el sano orgullo tomellosero, ese sentido de la vida que catapulta nuestro pueblo al progreso:” Y ea! , que por vosotros y por vuestras mujeres,/ hacendosas, heroicas, puro acero, ardil puro,/ se sabe de una raza neta y clara,/ se llama Tomelloso aquel pobre tomillo/ de fe que se levanta a pulso hasta la gloria”

Sin altanería personal, así serán vuestras tertulias en el empírico casino, pero con orgullo compartido, con gran sentido de la dignidad. Nada, por la cabeza, os puede revolotear que no sea enaltecer Tomelloso y si alguna tentación se os pasa de morir a la vida real seguro que será por el borbotón de pasión contra la mediocridad o la burla a los merecimientos de los tomelloreros.

No sé si conjeturo demasiado al pensar que, en vuestra charla, Pavón os haría  repaso de su historia sobre Tomelloso y explicaría con todo detalle todas las oportunidades pedidas para que el tren llegase a nuestro pueblo y lo fallido de cada una de las posibilidades que los tiempos fueron presentando. Desde aquellos proyectos de 1904 que  unirían Argamasilla  con Socuéllamos, pasando por Tomelloso al de 1913 de conectar Tomelloso con  Záncara que también acabó en chasco.

Torre de Gazate Airén

Se juega a los trenes pero tras ese juego  siempre llega el desencanto de cada una de las personas que ponen ánimo y compromiso para que un proyecto sea realidad.

Lo mismo, intervendría  otra vez Pavón y recordaría aquello de “(…) El Estado es una cosa artificial o al menos dura, que requiere maniobrismo, frialdad, cálculo, cinismo, crueldad sin medida a veces. Harían falta republicanos con barboquejo y no los hay. Somos unos ilusos. (…) Nosotros defendemos ideales, fórmulas de  ensueño, como si todos fuésemos buenos…”

Señores adiós y buenas tardes tengan ustedes, que en cosa de tertulias esto es el cuento de nunca acabar y tampoco tiene hartura la imaginación ejercitar.

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