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domingo, 22 diciembre
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Un Quijote de Sanabria y el capítulo de los batanes centraron ayer los Encuentros con Cervantes

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Tres amigos fueron ayer los protagonistas de Encuentros con Cervantes en su segunda cita en Daimiel. Tres amigos que se conocen desde que llevaban pantalón corto y que, además, son escritores y saben mucho de Cervantes. El catedrático de la Universidad de la Universidad de Nueva York, William Sherzer, ejerció de presentador de sus colegas, trufando su intervención de anécdotas personales.

Eugenio Suárez-Galbán analizó el capítulo 20 de la primera parte un episodio del que queda mucho por explorar, según su opinión. “En este capítulo Don Quijote deja de ser puro ideal y se convierte en humano, tiene miedo, y eso le provoca una reacción violenta contra Sancho, lo que es inesperado. Mientras el miedo en Sancho se manifiesta biológicamente, en su señor lo hace psicológicamente”, indicó. Según Suárez-Galbán este episodio marca un tema que será retomado más adelante en la novela, como es la pureza de sangre cristiana, lo cual desacredita la crítica que a veces se le hace a Cervantes de ser un narrador laxo y que no estructura la novela.

El profesor señaló otro indicio, el título del capítulo, “de la aventura jamás vista y oída”, lo que da pie a la novela gótica británica siglos después y anticipa la duda cartesiana: “si la aventura no existe y como el prólogo se va escribiendo conforme se lee, entonces el lector tampoco existe”, defendió.

Pero para Suárez-Galbán lo más destacado del episodio es el cambio que supone en la relación entre Sancho y Quijote, que pasa de ser interesada a comenzar a ser una amistad que se consolida en la segunda parte. “Además Cervantes da una lección cómo no narrar para narrar, con el cuento de nunca acabar de Sancho”, finalizó el escritor.

Por su parte Ramón Buckley buceó en las huellas de Cervantes en la comarca de Sanabria, donde existe una Ruta del Quijote y donde presumen de conservar una casa de la familia del autor, que se habría dedicado a tejer lino.

El profesor basó su hipótesis en vegetación que aparece en el Quijote, como robles, castaños o tejos, infrecuentes en La Mancha pero comunes en Zamora. También trazó paralelismos entre los Duques de Aragón con los Duques de Benavente o con nombres como Barataria y Tábaira. Pero su prueba más contundente está en los sonetos de los académicos de la Argamasilla, al final de la primera parte, donde, si se eligen las primeras letras de cada verso se forma el acróstico “El es en San a ria”. “Sanabria era por entonces refugio para los judeoconversos, Cervantes, obsesionado con la pureza de sangre, no podía confesar su origen, por eso lo escondió en el texto”, explicó el profesor.

Pero Buckley calmó a los más puristas sobre el origen de Don Quijote con una anécdota: “En Ossa de Montiel vi a una joven que escuchaba a un anciano que relataba un episodio de El Quijote. El hombre era analfabeto y no había leído el Quijote, pero ser de La Mancha es crecer imbuido en la tradición cultural de El Quijote y la tradición oral pervive, ese hombre creó su propio Quijote, la novela ha echado raíces en la cultura de aquí. El Quijote es de La Mancha, pero eso no impide que Cervantes se inspirara en otros lugares al escribirlo”.

Otra forma de interpretar el Quijote

La velada se cerró con “Comer y beber con Don Quijote y Sancho”, donde el escritor Lorenzo Díaz y el sumiller Custodio Zamarra charlaron de vinos y gastronomía, con propuestas de maridaje con platos citados en el Quijote. “Ésta es otra forma de interpretar la novela, mediante la gastronomía”, adujo Díaz, quien indicó que la cocina de El Quijote “tiene un fuerte sabor rural”.

Torre de Gazate Airén

Zamarra, por su parte, explicó que el vino de La Mancha sería casi igual hace 400 años que hace un siglo: “Se hacían vinos con tecnología rural, de grados altos, no muy finos pero sí potentes. La gran revolución del vino manchego se ha notado en los últimos 30 o 40 años”, explicó.

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