Un inoportuno catarro me privó de poder asistir a las primeras a las primeras Jornadas de Patrimonio Industrial de Tomelloso, pero me sobrepuse el sábado y tomé unas cuantas notas, que expongo aquí.
La ponencia de Diego Peris trató sobre la arquitectura del vino en Castilla-La Mancha. Su elaboración está atestiguada desde épocas muy remotas (en la villa romana de Carranque, el yacimiento visigodo de la Vega Baja en Toledo o el calendario románico de Beleña de Sorbe en Guadalajara, por citar algunos ejemplos), pero el primer vestigio arquitectónico de este proceso son las cuevas, de las que Diego Peris diferenció hasta cinco categorías.
La más antigua corresponde a las “cuevas de ladera”, excavadas en el interior de la montaña como las de Villaconejos de Trabaque en Cuenca. La segunda son las realizadas en los propios sótanos de las casas, como parte integrante de la vivienda y de ahí se desprendería una tercera tipología, con la que estamos familiarizados en Tomelloso y es la de aquellas cuevas con lumbrera exterior. En todos los casos se trata de construcciones cuya textura, configuración y aspecto está condicionado por la geología del terreno. Un cuarto tipo es el de aquellas bodegas excavadas desde arriba y cerradas a posteriori con grandes bóvedas de ladrillo. La última categoría es la de cuevas como las de Noblejas, cuya geología de caliza margosa más blanda posibilitó su construcción a mayor profundidad (hasta diez metros) y con hornacinas para alojar las tinajas.
A partir del s. XIX muchas bodegas se construyen en el exterior. Se levantan naves de gran altura con complejas cerchas de madera como las de bodegas Bilbaínas en Valdepeñas y después se adopta el hormigón pretensado (como un buen ejemplo citó el singular edificio de la “Redonda” de la Cooperativa Virgen de las Viñas de Tomelloso) y las estructuras metálicas. La repetición de estas estructuras produce un ritmo que aunque funcional, no carece de valor estético.
Diego Peris también habló de la nueva arquitectura del vino. Mostró ejemplos de pequeñas bodegas integradas en el territorio, como la dehesa del Carrizal, junto al Parque Nacional de Cabañeros (con denominación de origen de pago, que se otorga a vinos de gran singularidad dentro de su entorno). Bodegas como la vanguardista de Pago del Vicario, en forma de catalejo o Casa Lobos, ambas cerca de Picón (Ciudad Real), la de Finca la Antigua en el Toboso, que combina estructuras de piedra, acero y cemento o la de Bodegas Real de Paredes Pedrosa Arquitectos (entre Valdepeñas y Cózar), con una espectacular pérgola en forma de estrella.
En la segunda ponencia Marta Vera Prieto compartió su experiencia en torno a la revitalización del patrimonio industrial de Riópar. La historia de la ciudad albaceteña se remonta a la fundación de las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz por Carlos III en 1773, que funcionaron hasta 1996 y que elaboraban objetos de cinc y latón. La existencia de materias primas como la calamita y saltos de agua para hacer funcionar los ingenios hidráulicos y posteriormente producir electricidad hicieron a esta empresa autosuficiente: allí se llevaba a cabo todo el proceso industrial, incluyendo el diseño.
El cierre cayó como una losa sobre la población, que llegó a contar con 3.000 habitantes (hoy no llega a 1.500). Sin embargo, se ha logrado poner en valor este patrimonio. Desde 2001 funciona un museo (que según nos contó todavía contiene infinidad de objetos de latón sin inventariar) con maquinaria original, un centro de documentación y en 2010 todo el conjunto obtuvo la categoría de Bien de Interés Cultural, lo que garantiza su protección a efectos legales.
Lo más interesante de todo es la manera en la que se ha desarrollado este proyecto de puesta en valor y recuperación del patrimonio industrial de Riópar, implicando a toda la comunidad en un ciclo anual de conferencias. El resultado fue un libro con un título tan sugerente como Mirar lo propio con ojos propios, con el que Marta Vera obsequió al Ayuntamiento para que forme parte de los fondos de la Biblioteca Municipal. Un proyecto que combinando la preservación de restos materiales y el testimonio humano, el objeto y el intercambio de recuerdos ha servido no solo para volver a poner en valor y preservar el patrimonio heredado sino como elemento de cohesión social.
Para acabar, en su ponencia “Patrimonio Industrial como recurso cultural y turístico”, el profesor de la Universidad de Málaga Francisco J. Rodríguez Marín partiendo del propio ejemplo del patrimonio industrial malagueño, expuso los peligros a los que se enfrentan unos vestigios cuyo valor es cuestionado, pero que son testimonio de una época y están ligados a la singularidad de una región o grupo humano, por lo cual es ineludible su preservación.
Relató su periplo en defensa de las chimeneas industriales de Málaga, la mayor parte destruidas. En este sentido reconoció que la labor de las asociaciones produce resultados más tangibles que las propias leyes o instituciones.
En su exposición mencionó algunos ejemplos de patrimonio industrial europeo puesto en valor (con acierto y éxito) con fines turísticos. Comenzó con la región de Coalbrookdale en Inglaterra, cuna de la revolución industrial, que contiene el puente de hierro más antiguo y donde Derby desarrolló el proceso de fundición del hierro. Se detuvo especialmente en la colonia industrial del socialista utópico Robert Owen en New Lanark en Escocia. Allí, el filántropo diseño una colonia autosuficiente que incluía viviendas unifamiliares, economatos y escuelas para los niños y adultos, singular porque evitaba las situaciones de explotación, insalubridad y hacinamiento que se producían en la Inglaterra victoriana durante esta primera industrialización. En la actualidad es visitable y su oferta turística es tan diversa que atrae todos los años a más de 400.000 visitantes.
Otros ejemplos mencionados fueron las Minas de sal de Wieliczka cerca de Cracovia o la fábrica de Montemartini a las afueras de Roma, donde a antiguos espacios industriales se les ha dado un valor turístico. En el ejemplo italiano es impactante contemplar esculturas clásicas junto a antiguos motores y máquinas en desuso, pero como señalaba Rodríguez Marín, la combinación funciona por su propia singularidad. Como paradigma, el profesor mencionó el MNCTAI (Museo de la Ciencia y la Técnica de Cataluña) que utiliza la arquitectura de la fábrica donde se ubica como exitosa imagen corporativa y orienta su oferta museística a lo didáctico.
En la otra cara de la moneda estaría la utilización del patrimonio industrial descontextualizado, incluso poniendo en peligro su conservación, mal utilizado como adorno urbano en los sitios menos oportunos.
Y esto es lo que dio de sí la mañana, más lo que se me haya podido escapar. Con poco, hay que decirlo, pero atento público, que participó y generó debate. Por la tarde se incluía una visita guiada a las chimenas y alguna cueva de Tomelloso que seguro fue igual de provechosa.
Merece la pena curiosear en Internet para conocer a fondo estas intervenciones y espacios industriales de los que los conferenciantes han mostrado, por cuestiones de tiempo tan solo unos retazos. La iniciativa es interesante, de ella se pueden extraer valiosas lecciones. Tomelloso posee un importante patrimonio industrial, más o menos conocido, pero que necesita ser puesto en valor. Los ejemplos expuestos en las conferencias podrían ser un buen punto de partida, que solo se puede materializar a través de un grupo de trabajo integrado por personas verdaderamente interesadas en el tema y con apoyo institucional.
Las Jornadas deberían tener continuidad, implicándose a toda la comunidad tomellosera. Estaría bien hacer partícipe a las personas que conocieron este patrimonio en funcionamiento, para que pudieran exponer sus impresiones y recuerdos. Colaborar con las empresas que a día de hoy mantienen el patrimonio pasado y generan nueva arquitectura industrial. Organizar exposiciones guiadas, por supuesto, reuniendo todo tipo de material, incluido el fotográfico. Implicar a los centros educativos y asociaciones en estas jornadas. Abrir un espacio para comunicaciones y así potenciar el conocimiento y la investigación del patrimonio industrial de Tomelloso. Homologarse con la Universidad de Castilla-La Mancha y otorgar créditos, para atraer a un público más especializado. Son algunas ideas para en definitiva, ganar adeptos, crecer, seguir por la buena senda y algún día poder presentar a Tomelloso como ejemplo de conservación, difusión y puesta en valor de su patrimonio.