La infancia es la patria de cada uno, el reducto más íntimo que nos acompañará siempre. Incluso los mayores que pierden la memoria regresan siempre a su niñez. El germen para llegar a ser una mujer libre y autónoma está en sus primeros años de vida. Infancia es destino, por consiguiente, ninguna niña debería tener menos oportunidades por hechos tan aleatorios como el haber nacido mujer y pobre.
Desde la Fundación Vicente Ferrer trabajamos para que las niñas aprendan a tomar las riendas de su propia vida en un país en el que sus derechos son vulnerados incluso antes de nacer. La India registra un altísimo porcentaje de abortos selectivos por culpa de una de sus tradiciones más inamovibles: aquella que considera que el nacimiento de un varón es una inversión de futuro y el de una mujer una fuente de gastos que obliga a ahorrar para pagar la dote.
Los abortos selectivos han provocado que 10 millones de niñas hayan dejado de nacer en los últimos 20 años, según el Censo de la India de 2011. Eso a pesar de las medidas adoptadas por el Gobierno que prohíben revelar el sexo del bebé antes de su nacimiento. Otra de las consecuencias del aborto selectivo es el desequilibrio demográfico que está provocando. En la actualidad nacen 909 niñas por cada 1.000 varones.
El Gobierno de la India ha puesto en marcha la campaña ‘Betti bachao, betti padhao’, (salvemos a las niñas, eduquemos a las niñas). Concienciar y educar, ese es el reto más ambicioso para dar el giro que necesitan las niñas y las mujeres de la India, y por consiguiente cualquier sociedad justa e igualitaria.
En los 46 años que llevamos en Anantapur hemos sido testigos de una transformación importante: ya existe una educación igualitaria entre niñas y niños de primaria. El 70% de ellas continúa estudiando en secundaria. Esta implicación de los padres y las madres en la educación de sus hijas es la clave para acabar con otra de las tristes realidades tan comunes en la India rural: los matrimonios infantiles. Hemos organizado un equipo de personas dedicadas a la gestión de las denuncias sobre este y otros abusos contra la infancia a través de llamadas al 1098, conocida como Childline. Los matrimonios infantiles son una de las principales lacras de la India porque los daños colaterales son devastadores: abandono escolar, violencia machista, embarazos precoces, problemas en el desarrollo de la madre y el bebé.
El Childline servirá para movilizar a la sociedad rural, para que las injusticias hacia las niñas y los niños sean denunciadas. Hacerlo representa el porcentaje más alto de la solución, porque una vez evitado ese matrimonio, ahí estaremos para ofrecerles una alternativa, una puerta de salida que siempre pasa por completar la educación.
Nacer mujer en la India significa que han de enfrentarse a una vida marcada por el patriarcado. Pero en la Fundación Vicente Ferrer estamos convencidos de que el futuro de la India lo escriben las niñas. El proceso de empoderamiento en las zonas rurales, y especialmente en las castas desfavorecidas, es lento, pero imparable. No hay prosperidad posible si no se rompe el ciclo de discriminación y violencia.
Como decía al principio, la infancia es también destino. Yo misma era una niña cuando llegué a la India, con tan solo 16 años y supe que ese país condicionaría mi vida. Confirmé esta certeza cuando, años más tarde, con 21, conocí a Vicente Ferrer. Él me transmitió, con su ejemplo, que la indiferencia y el silencio son sinónimos de complicidad. Entonces, Anantapur era un lugar amenazado por la desertificación con informes que recomendaban la evacuación de parte de su población. Hoy es una tierra con embalses, campos fértiles, hospitales, colegios, universidades, o lo que es lo mismo, esperanza. Vicente nunca se puso límites. No puede haberlos cuando hablamos de personas que necesitan salir de la pobreza, la enfermedad, la discriminación o la violencia.
Anna Ferrer
Presidenta de la Fundación Vicente Ferrer