En este Día internacional de Voluntariado, conmemoramos ante todo y sobre todo la bondad y la generosidad del ser humano. Necesario y urgente celebrar esto. En un mundo en el que parece no haber sino competitividad desaforada, donde en muchos momentos se hace patente el triste dicho de ser “lobos” para nuestros semejantes, en una aldea global en la que paradójicamente cada uno parece ir a lo suyo, en esta sociedad del descarte, hoy toca airear también la gozosa realidad de la existencia de millones de personas que en el mundo se afanan en hacer de sus vidas un servicio desinteresado a favor de la comunidad. Seres humanos para quienes, como dijo Dietrich Bonhoeffer, “el hombre es un ser para los demás”; hombres y mujeres de todas las razas, colores, procedencias, condiciones y creencias sabedoras de que la clave para entender la existencia reside en enfocar la vida desde la perspectiva del otro. Este es el único y reconfortante pago a su quehacer.
Unos lo hacen por altruismo, muchos por cuestiones humanitarias conmovidos por las desgracias ajenas, algunos como resultado de un convencimiento de justicia social, otros en agradecimiento a alguna situación adversa vivida y superada, otros muchos en respuesta al mayor regalo recibido: la Fe. Y lo hacen desde sus capacidades, dando parte de su tiempo, de sus vidas, compartiendo, escuchando, acompañando, entregándose de una manera más o menos profunda, intensa e involucrada.
Todos ellos suponen plausibles ejemplos de filantropía, solidaridad social o fraternidad, una labor que en los casos de ayuda a las personas empobrecidas se debería hacer siempre sin paternalismos, sabedores de que todos tenemos la misma dignidad, situando siempre a la persona como origen, centro y fin, es decir, sin poner el acento en “aquello con lo que se ayuda”, sino haciéndolo en “quiénes son a los que se ayuda” preguntando también sobre el porqué de esa situación e involucrándose para que salgan de ella.
El voluntariado me atrevería a decir que es uno de los activos más valiosos con que cuentan los Estados y representa el grado de concienciación personal que existe por la cuestión y problemática social. Los voluntarios son además en muchos casos, auténticos salvavidas para los más desfavorecidos y diques de contención para la tranquilidad y estabilidad de los gobiernos, contribuyendo de una manera muy efectiva a la paz social. Sin embargo, no podemos olvidar que la labor del voluntario es casi siempre de mera subsidiaridad. Son los poderes públicos quienes han de solucionar las carencias de todo tipo con ayuda de toda la ciudadanía. Mientras tanto, un inmenso colectivo…lo está haciendo. Gracias.
Fermín Gassol Peco
Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real