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lunes, 23 diciembre
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Reflexiones filosóficas en zapatillas, por Pedro Muñoz Plaza

individualismo ideologia 1

«El ser humano es un ser social»; «el ser humano es bueno (o malo) por naturaleza». Hay frases hechas —la mayoría nadie sabe quien las hizo— de todo tipo y para todos los gustos,  y todas tienen bastante o al menos algo de razón. Puedes escuchar una frase y su opuesta y pensar, según el momento y el lugar, que ambas son absolutamente certeras. Con las ideologías que los políticos arrastran tras de sí ocurre algo parecido. Mucha otra gente (no solo políticos) arrastra la ideología por los pasillos de su existencia (y la de otros), pero los políticos posiblemente sean el caso más visible y que más nos afecta a todos.

Habrá entendidos, profesionales y estudiosos que se lleven las manos a la cabeza, escandalizados, cuando lean esto último —lo de arrastrar la ideología—, pero es que no todos somos sesudos intelectuales. La mayoría social, que dirían ellos, somos filósofos de andar por casa. En zapatillas. Con la cabeza puesta en la batalla que la caldera de la calefacción te viene haciendo librar para poder acabar un invierno más, lo cuesta arriba que se te hace entender al indocumentado adolescente que tienes en casa o en lo jodido que está el trabajo y lo que cuesta llegar a fin de mes sin arrastrar ideologías pero sí hipoteca, jefe, regalos de reyes o calderas desvencijadas.
Como estoy seguro de que esta entrada en el blog no la leerán sesudos ideólogos —y si la lee alguno, peor para él por la pérdida de su preciado tiempo que le supondrá— me voy a permitir reflexionar sobre el asunto desde mi muy particular perspectiva. Aunque tengo serias dudas de que consiga explicarme.

—La libertad, amigo. La libertad del individuo es sagrada. La igualdad como base, no como objetivo. Yo me gano la vida con mi trabajo, haga usted lo mismo. No meta la mano en mi bolsillo para conseguir con mi dinero una igualdad que no se merece. Tiene usted la libertad de ser un vago; si pasa hambre es su problema no el mío. Déjeme que decida yo qué hago con mi dinero, como ayudo (o no) a la sociedad en la que vivo.

—El bien común, la libertad y el bienestar de los más desfavorecidos es prioritario. La igualdad como base y como objetivo social. A usted le metemos la mano en el bolsillo porque lo que usted tiene en el bolsillo no es enteramente suyo, no lo ganó solo con su trabajo, también lo ganó con el trabajo de otros. Usted sin su entorno social no es nadie, tiene la responsabilidad, la obligación de contribuir a su mantenimiento. Esa libertad sagrada del individuo debe pasar a un segundo plano por el bien colectivo, por una sociedad en la que ninguna persona sea más que otra.

Que bonito todo. Y que ingenuo. Un ideólogo ingenuo puede resultar tan peligroso como un fanático. De hecho es posible que los fanáticos deriven de ingenuos empeñados en llevar a cabo su ideología.

«La libertad del individuo es sagrada y con ella la del dinero y los mercados». Ésto debió susurrarle al oído el liberal ideólogo de cabecera de algún político con poder hace unos años. No sé si el ser humano es bueno (o malo) por naturaleza, lo que sí hace por naturaleza, como la mayoría de especies, es acumular. Está en la naturaleza de la mayoría de seres vivos: en tiempos de bonanza se acumulan alimentos para el invierno. Si a un ser humano se le da la oportunidad de acumular riqueza sin ningún control, dejará a sus congéneres en calzoncillos y le seguirá pareciendo que le falta. La economía mundial actual se mueve en estos parámetros; los ingenuos liberales han mutado en fanáticos y no pararán hasta quedarse con todo.

«El ser humano es un ser social y su libertad individual no tiene importancia». Los ideólogos  chinos, cubanos, rusos y coreanos triunfaron susurrando al oído de sus políticos esta frase. Las consecuencias las conocemos todos.

Nacionalistas, independentistas, fascistas, marxistas, liberales, feministas, ecologistas… Ideologías para dar y tomar. De cualquier color. Según el momento y el lugar todas pueden parecer absolutamente certeras. Políticos de todo el mundo cargan y hacen cargar con ellas a sus conciudadanos.

La política debe tener libertad de movimiento, no puede arrastrar la ideología hasta el punto de olvidarse de los ciudadanos, hasta el punto de justificar los medios en pos del fin que les proporciona. Una herramienta, un punto de referencia sí, no un fin en sí misma.
Los fanáticos, ingenuos ideólogos obsesos, de cualquier lugar, tipo o condición, tienen en común la falta de respeto por el ser humano, por el derecho que todos tenemos a ganarnos nuestro particular trocito de infierno… O de cielo.

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