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sábado, 21 diciembre
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Félix Grande, poesía y amistad para siempre, por Carlos Cotillas, alcalde de Tomelloso

Felix Grande-Carlos-Cotillas

Fuente: abc.es

La relación de Félix Grande con Tomelloso ha sido siempre una relación íntima, directa, constante y podríamos definirla como paterno-filial, a pesar de que, por circunstancias y avatares de la vida, su alumbramiento no se produjera en la ciudad a la que ha estado unido durante toda su vida por sentimientos y raíces y donde, finalmente, reposa junto a sus antepasados.

Siempre ha sido un inagotable placer escuchar a Félix contar sus miles de anécdotas y recuerdos de su vida en Tomelloso…oírlo hablar como fuente incesante de vivencias de su plena admiración por la enorme figura de su abuelo, «el abuelo Palancas» de su padre, continuador de la saga, y del inmenso amor y pasión que sentía por su madre, lo cual dio lugar a una de sus magistrales obras narrativas, de carácter autobiográfico y de la que llegó a confesar que era «el libro que le debía a Tomelloso»: La balada del abuelo Palancas.

Me considero una persona afortunada, no sólo por haber conocido a Félix Grande, sino por haber tenido la oportunidad en un amplio espacio cronológico de tiempo de haber podido experimentar su cercanía y amistad y compartir muy buenos momentos de animada conversación, de tertulias en las que salía a borbotones su pasión por los recuerdos y vivencias de su vida en Tomelloso; de cómo le marcaron para el resto de su existencia, de su llegada a Madrid y su incursión y relación con el mundo de la literatura, la poesía, el flamenco y la cultura, de su relación con la que ha sido su compañera y esposa durante más de 50 años y madre de su única hija, Lupe, Paca Aguirre.

Félix era un hombre profundamente generoso, afable, amigo de sus amigos y siempre dispuesto a ayudar y echar una mano a quien lo necesitase. Con Tomelloso y su Cultura siempre fue muy receptivo y se mostró a disposición de colaborar en lo que pudiera y en todo momento. No en vano fue una de las figuras que, comandadas por Francisco García Pavón y Juan Torres Grueso, y junto a otros ilustres hijos de Tomelloso, fundaron la Fiesta de las Letras, verdadero buque insignia de la Cultura de Tomelloso, a la que contemplan ya más de 60 ediciones, para orgullo de todos. Fue autor premiado, Mantenedor y durante muchas ediciones, hasta el pasado verano de 2013, miembro del jurado, llevando su nombre uno de los premios que dan contenido a las distintas categorías que conforman el palmarés del certamen: el premio local de narraciones Félix Grande.

Escuchando a Félix, a quien era todo un placer hacerlo, así como contemplarlo escuchar y reflexionar en silencio, he tenido la fortuna de aprender y de conocer parte de la historia de Tomelloso en el ámbito cultural y en su terreno más personal e íntimo.

También era apasionante escuchar cómo Félix estaba profundamente agradecido a la figura de su maestro y amigo Francisco García Pavón quién, como primer director de la biblioteca municipal que lleva su nombre, a él y a su inseparable e íntimo amigo Eladio Cabañero,les doblaba el préstamo de libros y les valoraba los trabajos literarios que le exponían cuando García Pavón, sorprendido, vio que dos mozalbetes, uno albañil y otro cabrero repartidor de leche, despuntaban como ávidos lectores de libros de poesía y narrativa y que atesoraban mucho quilates como futuros poetas, a los que había que ayudar y apoyar. No tuvo mal ojo con ellos el genial García Pavón, cual pálpito de Plinio, su personaje inmortal. Fue Pavón uno de los que tanto a Félix, como a Eladio les abrió las puertas de su casa madrileña y de los círculos literarios y culturales de la capital y les dio apoyo, en todo momento, como después hizo Félix, a imagen y semejanza, con otros compañeros y amigos que arribaron a Madrid posteriormente.

Félix siempre destacaba la generosidad y el darse a los demás del carácter y personalidad de la gente de su pueblo y siempre la ejemplificaba, en privado y en público, subrayando que Tomelloso fuera el pueblo que mayor índice de donaciones de sangre arrojaba año tras año. Para Félix no había mejor muestra y testimonio de la generosidad de un pueblo y de su gente que dar la sangre para los demás de forma anónima y desinteresada. Ello hacía que se le iluminase la mirada, especialmente, cada vez que lo recordaba y mostraba su admiración y orgullo tomellosero por ello. Con este detalle y recuerdo es el mejor final que puede tener esta semblanza, reiterando mi agradecimiento por haber compartido con Félix Grande tantos momentos y sensaciones que harán que su recuerdo y su presencia viva, a través de su amistad y de su poesía, siempre perduren

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