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jueves, 19 diciembre
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XVI Premio de Poesía “Eladio Cabañero”

JURADO

PRESIDENTA

Dña. Mª DOLORES CORONADO GONZÁLEZ

Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Tomelloso

VOCALES

D. JESÚS GARCÍA LORENZO (Urceloy)

Poeta

Torre de Gazate Airén

D. JOSÉ ESTEBAN GONZALO

Poeta

D. FÉLIX GRANDE LARA

Poeta

D. LUIS ALBERTO DE CUENCA PRADO

Poeta

SECRETARIA

Dña. VICTORIA BOLÓS MONTERO

Jefe del Departamento de Servicios Culturales del Ayuntamiento de Tomelloso

Examinados los trabajos presentados, el Jurado por UNANIMIDAD, acuerda conceder el

XVI PREMIO DE POESÍA«Eladio Cabañero»,

dotado con 4.500 Euros, Edición de la Obra y Diploma a:

Dña. LOREN FERNÁNDEZ FERRER

de Móstoles(Madrid)

por su obra titulada :

«METAMORFOSIS COTIDIANA»

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Metamorfosis Cotidiana

LADRONES

Hoy los ladrones desvalijaron mi casa.
A la misma hora en que rompían los cerrojos
de mis pequeñas seguridades
una mujer de Yemen es mutilada por decreto de su dios,
una mina desbroza las piernas de un pastor de Ruanda ,
un viajero agoniza por la picadura de un insecto extinguido,
un pueblo de Brasil que no figura en los mapas
es arrasado por un alud de barro con diamantes,

Mientras los ladrones roban
la hucha de mis vacaciones, mis pendientes de oro y la cámara de video,
el hombre de los Alpes mira el mundo a través de la mampara del museo,
un náufrago sueña con escaleras de incendio
desde el piso cincuenta de su rascacielos de Detroit,
una abuela pinta coloretes a la niña del ataúd blanco,
el último astronauta despierta aterrado
por el recuerdo del rostro de Dios.

Mientras los rateros destrozan mis colchones
en busca de tesoros que nunca existieron,
un hombre hace el amor sin saber que será la vez última,
un matrimonio sale del abogado en ascensores distintos,
una mujer arrastra en su bolso media barra de pan
y cien gramos de lentejas,

Mientras los ladrones arrancan mi televisor por pagar
y el ordenador con mi memoria, mis fotos, mis poemas,
los columpios rajados del parque gimen
con voz de madre loca,
una familia desahuciada sube sus cuatro muebles
en una furgoneta prestada,
un vagabundo es apaleado
por una horda de niños borrachos.

Mientras los delincuentes saltan
a la terraza de mi vecino,
el banco me comunica
atentamente
que no devolverán a mis padres el dinero
que escatimaron durante medio siglo
para socorrer la terrible fragilidad
de hacerse viejos.

Regreso a casa,
sin saber que los rateros han vaciado mis cajones,
y esquivo al motorista de la cuneta
que, desconcertado, ve sus piernas en el otro arcén
aunque el enfermero le haya cerrado los ojos.

Por suerte, los ladrones eran unos aficionados:
Tan solo me robaron cosas.

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ELLOS VIVEN FELICES

“Viven muy felices- no digo yo-“ Silvio Rodríguez

Ellos viven felices.
Se acomodan a las leyes sencillos y pacientes
como el trigo se esponja en el pan tierno.
Duermen siete horas respirando con ambos pulmones
desayunan tostadas sin hollín de preguntas.
Confiados, esperan su paga y su sexo, su línea de autobús
y su vida eterna.
Y, si lo pierden todo, que su equipo gane un año de estos.

Algunos viven felices
inmunes a los holocaustos de sus video juegos,
incapaces de ver la sangre ajena que chorrea por su espalda
y sordos al estruendo en el asfalto de los cadáveres
que torturaron con inocencia de párvulo, pasión de amante,
indiferencia de voyeur,
justicia de patriarca o destreza de lanzador de cuchillos.

Otros viven felices
sin perdonar a quien sepultó al niño que un día fueron
aunque laven las llagas del asesino
cuando la lepra amenaza su estirpe.
Levantan muros frente al amor de los lobos,
al escurridizo veneno de las sirenas,
a las cartas de los apóstoles.
Tienden puentes al enemigo que huye
y no miran la profundidad de las huellas que dejó en el barro.

Ellos, no digo yo, viven felices
sin líneas truncadas en las palmas de la muerte
ni miedo a las balas de la ruleta rusa.
No necesitan artes de malabarista para sortear los charcos
jubilados de la tortuosa impaciencia de las misiones perdidas
y del espejo en el que cualquier imagen es la de un traidor desvalido.
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SILENCIO

Tu silencio es un niño ronco
que patea el suelo tras la alambrada
Mi silencio es un jarabe áspero
para el cuerpo cansado con pereza de olvido
Tu silencio es una tundra de hierba glacial
sin salamandras, humo ni pájaros.
Nuestro silencio se derrama, circular y podrido
como el plato de las sobras de un perro sin dientes
y ya no hay voluntad ni molino ni cereza
que no se infecte en el lacre de nuestras bocas
El silencio es la rendición,
la trampa,
la mortaja sin prisioneros,
el único exilio
cuando las palabras muerden como ceniza.
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PAREJA EN LA PLAYA

Ella es la sombra que pasa los días
con los ojos perdidos en las mareas
llenos de un agua de mar que no se consume.
El, de cuando en cuando,
roza con los dedos su espalda ausente
y murmura un nombre
que se evapora entre los vendedores de baratijas,
la música del bar,
las risas de los niños ajenos.

Ella sostiene la barbilla firme hacia el horizonte
y las manos inertes a cada lado de su toalla.
El no sabe cómo abarcar ese dolor impronunciable
con su brazos cargados de algas, astillas, esponjas.

Se mantienen aún
cosidos a las cuadernas
por instinto, como pueden,
sin mirarse a la cara nunca
hasta que el verano termine
con los días, pocos,
que aún les quedan en los mapas.

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