Buenos augurios se pronuncian, por momentos, en estos días de Navidad. Millones de SMS van y vienen con los mejores deseos, gran cantidad de mails se envían y reenvían con la misma finalidad. Los deseos personales, para las personas apreciadas y bien recordadas, que se enviaban vía christmas han pasado de la mano del cartero a la pantalla del ordenador. Me temo que el tú a tú va dejando paso a los envíos en serie o a hacer “clic” en “me gusta”…
Un tanto de despersonalización pudiera estar siendo otro de los calificativos de la Navidad, que unido al de “comercial” pudieran distraernos de lo esencial de la fecha y de las claves para su celebración. Si no fuera porque puede parecer un tanto descontextualizada diría que aquellos franceses del mayo del 68 llevarían razón en estos momentos al reivindicar aquella frase de “más comunicación y menos telecomunicación”.
Pero en realidad no es este el fondo del escrito, si bien, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, no está de más hacer una llamada a la humanización en las formas, de los buenos deseos que transmitamos a quienes queremos.
Pero es primordial de la Navidad, además de su gran sentido religioso, la solidaridad que se manifiesta, por múltiples medios, para que aquellos cuya situación es más preocupante puedan ver aliviados sus pesares y necesidades con un poco de la buena voluntad de las personas cuyos corazones palpitan de forma diferente estos días. Muchos pocos hacen mucho.
“Solidaridad con aquellos que la sociedad o el infortunio ha empobrecido…” No me gusta esta habitual expresión pues se queda escaso su alcance. Es conveniente hacer el enfoque completo. Esa visión más amplia pasaría por tres conceptos.
Un primer pensamiento vendría a sustituir solidaridad por HERMANDAD, así la Navidad, celebración del nacimiento del Hijo de Dios, tiene un contenido más propio. Ayuda de hermano a hermano.
La segunda mirada a ese movimiento de fraternidad navideña vendría por la llamada a la JUSTICIA. La dignidad viene determinada por la consideración de toda persona de igual a igual y por tanto los estados y la acción de sus gobiernos tienen que poner bases de justicia social, de atenciones a personas y familias desde la DIGNIDAD que otorga el derecho. La sustitución del derecho por la caridad tiene el gran componente del AMOR pero puede enmascarar inmensas injusticias y no pocas omisiones de responsabilidades de quienes por Ley y autoridad tienen que hacer posible que todos tengan lo básico para vivir. Eso sí, siempre desde criterios de rigor en el diagnóstico de la necesidad y de eficiencia en la prestación del amparo.
Y el tercer “reconcome” es precisamente esa idea de “por Navidad más solidaridad”. Es como decir que de Pascua a Reyes me acuerdo de las personas con mirada entristecida por las circunstancias pero después ya saldrá el sol y todo será menos negro. Por desgracia los hermanos necesitados los son cada uno de los trescientos sesenta y cinco días del año. Y por ello la articulación de la solidaridad debe ir más allá de la SENSIBILIDAD TEMPORAL y propiciar actuaciones de justicia y promoción de la familia y la persona mediante medidas que den la posibilidad de trabajar y garanticen que la red de cohesión social funciona a la perfección.
Un estudio, realizado por la fundación alemana Beertelsman Stiftung y la Universidad Jacobs de Bremen, advierte de la poca solidaridad de los españoles y por tanto la amenaza que ello supone para la cohesión social. Se entiende solidaridad como cooperación y apoyo a los conciudadanos.
No me atrevo a cuestionar ese estudio en los términos en que se define solidaridad. Quizás en estas épocas de crisis se esté tambaleando ese apoyo a los conciudadanos. Pero sí niego la idea de que los españoles son insolidarios. Sólo las actuaciones de la Iglesia Católica a través de Cáritas ponen de relieve que los españoles son muy humanitarios y desde su Fe y por el compromiso dimanante de su sentido de la vida están evitando que caiga la “cohesión social” que, con malos augurios. vislumbra ese estudio alemán.
En la realidad que más conozco, en Tomelloso, esa fraternidad ha supuesto que en el año 2013 desde la acción de Cáritas se haya actuado con más de 100 familias a través de talleres con beca o planes de formación- empleo y desde la generosidad de los tomelloseros se hayan podido realizar más de 2600 atenciones, en alimentos y ayudas, a personas y familias a lo largo del año. Ese milagro de fraternidad se debe a más de cien personas voluntarias que han puesto su tiempo al servicio de aquellos a quienes al infortunio ha empobrecido, la vida no le ha mostrado la cara de la suerte y la injusticia social no les ha propiciado las condiciones de dignidad inherentes a su condición de PERSONA.
Este año que acaba Cáritas de Tomelloso puede presentar los siguientes números: Dieciocho mil horas de voluntariado, 120 personas voluntarias, más de 2600 atenciones de acogida y todo ello por la generosidad a raudales de entidades, asociaciones y particulares que han puesto sus donativos en Cáritas como excelente intermediario entre el recibir y el dar.
Esta labor no es sólo un compromiso solidario pues ha supuesto FRATERNIDAD, COMUNICACIÓN DIRECTA, ACCIÓN CONSTANTE Y CONTINUA Y LUCHA POR LA JUSTICIA. ¿Acaso eso no es COHESIÓN SOCIAL? Lo mismo los alemanes se han equivocado en ese estudio… y, quizás se deba valorar desde las administraciones cuanto bien se hace y cuanto mal se evita desde el compromiso de la Iglesia a través de Cáritas.
Esperemos que 2014 sea un año, nuevo, con Justicia. Que la Esperanza se abra paso entre el pesimismo y que la Fraternidad sea el mejor testimonio y acicate para los cambios sociales que deben propiciarse para que crezca la cohesión social.
Ramón González Martínez.
Director de Cáritas Interparroquial de Tomelloso.