Se está viendo que en los grandes núcleos urbanos, la oferta de habitaciones en alquiler aumenta. Sin duda se debe a que familias afectadas por la crisis económica, a las que los ingresos no alcanza para cubrir los gastos que genera el mantenimiento de la vivienda que ocupan. Más aún, si al costo que representa el uso de los diversos servicios domésticos, hay que sumarle la cuota de amortización de la hipoteca, como ocurre en la mayoría de casos.
El alquiler de éstas habitaciones, según el barrio o distrito en que esté la vivienda ubicada, suele oscilar entre los 200-300 euros mensuales. Cantidades que sin entrar en si son altas o bajas, planteado desde la voluntad de ayudarse mutuamente arrendador y arrendatario, pueden aliviar las necesidades de ambos.
Hasta aquí nada que objetar, si la medida como se supone, insisto, es fruto de una necesidad compartida, sea de carácter temporal o transitorio incluso permanente y se concierta legalmente, claro. Por ejemplo, a los estudiantes (chicos o chicas) venidos de distintas poblaciones incluso provincias, que de no ser así tendrían que alojarse durante el curso en ese tipo de Hogares o Residencias, donde el «régimen interior» de los propios Centros les exige una serie de normas no siempre fáciles de cumplir por la gente joven. También puede interesar a quienes vienen a la ciudad a realizar tareas de temporada, incluso profesionales contratados para trabajos específicos y no pueden, o no quieren, pagarse la estancia en un hotel.
Yo me resisto a creer, que sea la necesidad lo que nos esté obligando a revivir aquellos años de post-guerra en que numerosas familias (desertores del arado nos llamaban a los que procedíamos del campo) por carecer de futuro en nuestro lugar de origen, Gentes que por falta de viviendas nos vimos obligadas a compartir un mismo piso entre dos o mas familias, hasta conseguir un techo donde habitar cada cual el nuestro.
Creo que habrá de pasar mucho más tiempo para que se olvide aquella imagen donde en los balcones de cualquier casa y en cualquier ciudad de destino, podían leerse carteles en que se ofrecían alquileres como: «HABITACIONES CON DERECHO A COCINA», «HABITACIONES DOBLES Y SENCILLAS SOLO PARA DORMIR», «HABITACIÓN DOBLE PARA MATRIMONIO SIN HIJOS», etc.
Claro que en aquél tiempo y en los diarios de información general, páginas de «Anuncios por palabras», donde ponía «Ofertas y Demandas», igual que con la vivienda sucedía con los puestos de trabajo: «Se necesita repartidor de correo comercial», «Necesito cobrador de recibos a domicilio», «Matrimonio joven sin hijos para conserjería». . . .
En Barcelona, por referirme a la ciudad que mejor conozco y de las que más inmigración tiene, el alquiler de habitaciones por separado y el pluriempleo, mejor o peor, sacaron de apuros a muchas familias llegadas de muy distintos lugares. Y eso fue así, porque aunque mal pagado, había trabajo para todos. En cambio ahora, con tanta gente desempleada se está corriendo el riesgo de caer en el mismo pozo de miseria y hambre. del que tanto tiempo y esfuerzo nos costó salir a muchos de nosotros.
¡Esperemos que no!