Una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la prudencia, la fortaleza y la templanza, es la justicia, que “no es otra cosa que dar a cada uno lo suyo”. Así lo dijo Santo Tomás –entre otras muchas cosas- en su Suma Teológica.
Nunca ha sido fácil determinar qué es lo suyo de cada uno; esto viene de antiguo, ya Salomón tuvo que invertir ciertas dosis de prudencia, fortaleza y templanza para decidir, en justicia, de quien era el niño que reclamaban las dos madres.
A la tarea salomónica de decidir quien lleva razón, desde hoy se une el dilema de decidir si entrar en litigio o no. Y es que, como todo el mundo ya conoce, desde hoy suben las tasas judiciales. Lo veremos materializado en unas semanas. Unas semanas es el tiempo que necesita Hacienda para cambiar los formularios. De entrada y sin analizar más, ignoramos el coste que nos costará todo este cambio de timbreteo –redundo adrede porque la tontería del coste lo merece-. Pero bueno, aquí se trata de formularios que deben tener un rango superior que las cartas con membretes, sobres y diverso material “corporativo” oficial, en cuyos cambios han derrochado sin rechistar todos los gobiernos, y de todos los lugares.
Tonterías de formularios aparte, la cuestión y que hoy muchos condenan es que con esta medida la Justicia ya no será para todos. Desde hoy tendremos Justicia de ricos y justicia de pobres. No les falta razón, desde hoy una tiene que pensarse despacito acudir a la Segunda instancia, eso considerando que pudiera permitirme la Primera y que, no obteniendo razón y considerando tenerla, quisiera obtenerla.
«Se van a desahogar los tribunales», dicen los que están a favor de la medida. Bueno, pues muy probablemente, desde luego por lógica, así debiera; pero no me queda muy claro si esta particular ley de oferta y demanda que se gasta el Poder Ejecutivo sobre el Judicial, es del todo la más justa. ¿Desde cuando la macroeconomía es rectora de «dar a cada uno lo suyo»?
¿Me pregunto si en algún momento la justicia fué para todos? Antes de esta subida que a jueces y magistrados quita el sueño, la Justicia ya no era para todos. El que no ha tenido recursos, teniendo razones, nunca ha tenido las mismas posibilidades de obtener “lo suyo” que el que sí disponía de posibles.
Me deja un poco helada la medida, un poco sin sangre, un poco descorazonada. Los pillos desde hoy pueden ser un poquito más pillos con los desfavorecidos porque estos han bajado a la tercera división de la justicia –en segunda ya se encontraban-.
Ah, bueno, se me olvidaba, es cierto que baja el umbral de renta para solicitar justicia gratuita, de oficio. Ahora sólo hay que reunir los requisitos y sinceramente, mejor no reunirlos.