En esta serie dedicada a los personajes más populares de Tomelloso no podía faltar, y debía estar en el podio Felipe Ramírez Morales, conocido por todo el mundo como Felipe el de Lauticia. A pesar de llevar cinco años cerrada, la famosa taberna Lauticia sigue en la memoria colectiva y afectiva de nuestra ciudad, y eso básicamente es por Felipe, quién habiéndola heredado de su padre (y este de su abuelo), estuvo al frente de ella durante casi 40 años ganándose el respeto y el cariño de todos los tomelloseros y foráneos que nos visitaban, ya que Lauticia era una parada obligada en cualquier recorrido turístico o simplemente curioso.
Lauticia era una taberna clásica y típica con 108 años de antigüedad. Su dueño y único camarero –Felipe Ramírez– suponía la cuarta generación de un negocio que no cambió su filosofía desde el principio, excepto para ajustarse a los tiempos. La última ubicación, en la calle Donantes de Sangre, era de finales de la década de 1980, y las tapas eran las mismas desde 1948: Gambas rebozadas, bacalao rebozado, bacalao con tomate, calamares a la romana, hígado frito, hígado con tomate, huevos rebozados y queso rebozado. Otra de las especialidades era el vermú de grifo con sifón, algo que cualquier habitante de la localidad tomaba aquí, y sólo aquí.
Era pues un lugar de referencia, con un ambiente formidable siempre, al cual contribuía Felipe con su simpatía, amabilidad y buen hacer, y aunque normalmente el local solía estar bastante lleno, el siempre decía: “Al fondo hay sitio”, aunque a veces el sitio era bastante escaso. Por eso, incluso en los días de crudo invierno, si el sol no estaba cubierto por las nubes, mucha gente alternaba en su terraza informal, en la cual había un altavoz por el que Felipe iba llamando a los clientes conforme salían las raciones pedidas. En los días de mucho ajetreo Felipe iba sacando raciones y ofreciendo las mismas, por lo que no era necesario hacer pedidos.
Para este boceto-retrato he querido representarlo como casi todos le hemos conocido, detrás de la barra, con su sempiterna sonrisa natural (nada forzada) y siempre atento. A nivel físico, sus facciones son equilibradas, con una piel morena y limpia, en su rostro destacan sus hoyuelos al sonreír y su mirada atenta, con una linea de párpados casi pegada que denotan unos ojos algo hundidos propios de las personas observadoras.
Felipe es gran conversador y respetuoso con su interlocutor, escucha y aprende, y además tiene una memoria prodigiosa. He tenido muchas conversaciones con él en esos días entre semana y a horas relajadas y pude comprobar todo lo que asevero sobre su carácter, el cual espero haber podido reflejar, dentro de las limitadas posibilidades de un artista plástico que no es especialista en retratos.
Felipe ahora disfruta de un retiro voluntario bien merecido y trabajado, y aunque a todos nos gustaría que Lauticia continuase abierta debemos dejar nuestro egoísmo a un lado y alegrarnos por nuestro querido Felipe, el cuál está, como he dicho antes, en la memoria colectiva y afectiva de Tomelloso, y aunque él ya no esté detrás de su barra, siempre será para todos. Felipe el de Lauticia.
Finalmente, para quien no sepa el origen de la palabra Lauticia, el abuelo de Felipe la creó basándose en la palabra latina Lautitio, que significa: Limpieza, pulcritud.





