A veces no hace falta preparar nada para que ocurra algo bonito. Este miércoles por la tarde, en la Plaza de España de Tomelloso, bastó con un atardecer especial, un poco de lluvia y un cielo que se llenó de color justo antes de anochecer. Eran las cinco y media pasadas de la tarde, y aunque el día ya empezaba a apagarse —cosas del cambio de hora—, hubo un momento en el que todo se paró.
Tras una tarde gris y con algo de llovizna, el cielo se abrió lo justo para dejar paso a la luz del sol, muy bajo ya, que tiñó los edificios y las nubes de tonos cálidos: naranjas, rosas, dorados… Incluso apareció un pequeño arcoíris que duró apenas unos minutos, pero suficiente para llamar la atención.
El cielo se encendió en tonos cálidos —naranjas, rosas, púrpuras— que cubrían toda la plaza y reflejaban en las fachadas del Ayuntamiento y de los edificios históricos, como la Posada de los Portales, que parecía aún más iluminada por dentro de lo habitual. Varios vecinos que pasaban por allí se detuvieron, sacaron sus móviles y fotografiaron el momento. La plaza, tranquila como suele estar entre semana, se convirtió por un instante en un lugar perfecto para mirar hacia arriba.
Al fondo, en otra imagen, aparece un tímido arcoíris sobre los tejados, casi escondido entre las nubes, pero visible para quien se detuvo a mirar. También se ven a algunos vecinos paseando o parándose unos segundos a contemplar la escena, móviles en mano, cámara rápida, mirada fija.
Con el cambio de hora ya en marcha, anochece pronto y los atardeceres duran poco. Pero precisamente por eso son más intensos. Duran lo justo para que quien va con prisa se lo pierda, y quien va atento lo disfrute.
Tomelloso no necesita grandes eventos para regalar una imagen inolvidable. A veces, solo con un poco de lluvia, una plaza tranquila y una luz de otoño que se cuela entre las nubes, se consigue algo que vale la pena guardar.













