Un óleo sobre lienzo del artista tomellosero, Antonio López García, titulado Mesa cerca de Tomelloso (Bodegón cerca del pueblo), ha sido puesto a la venta por 950.000 euros en la principal feria de anticuarios que se celebra estos días en Madrid. Se trata de una pieza inusual dentro de la producción del pintor manchego, tanto por su estilo como por su contexto: fue realizada en 1959, cuando el artista tenía tan solo 23 años y atravesaba una breve pero significativa etapa surrealista.
La obra, que tiene como escenario el entorno rural de Tomelloso, representa uno de los primeros ejercicios de síntesis del lenguaje pictórico que definiría a Antonio López a lo largo de su carrera. Pintado del natural en las afueras del municipio, Mesa cerca de Tomelloso reúne elementos personales y manchegos —como un almirez, racimos de uva o una guitarra— junto con objetos cargados de simbolismo, como un naipe o una entrada de cine. También se incluye la portada del libro Una señal de amor de su amigo Eladio Cabañero, poeta natural de Tomelloso.
Desde la galería responsable de su exhibición y venta, se destaca que se trata de “un cuadro especial por muchos motivos, tanto por la rareza como por la calidad y el momento artístico del autor”. Y subrayan: “Antonio López es un nombre muy buscado y no hay obras de esta entidad en el mercado; son muy, muy raras. Yo no recuerdo ninguna a la venta en España de este nivel”.

La pintura ha formado parte de importantes exposiciones nacionales e internacionales. Entre ellas, la gran retrospectiva que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía dedicó al artista en 1993. También fue mostrada en la Galería Biosca de Madrid (1961) y en la XX Exposición Manchega de Artes Plásticas en Valdepeñas (1959), lo que confirma su papel como obra temprana clave en la trayectoria de López.
El crítico Miguel Fernández-Cid ha señalado que esta pieza supone “el encuentro entre dos sensaciones que [López] debe hacer complementarias: el deseo de pintar un bodegón intenso, confesional, y la necesidad de llevar el caballete al lugar, situarlo en un paisaje real que le sirva de referencia”. Para Javier Viar, otro de los estudiosos de su obra, se trata de una pintura donde conviven referencias al cubismo y al surrealismo, en una atmósfera “de íntima extrañeza” y gran carga lírica.
La obra pertenecía hasta ahora a una colección privada en Los Ángeles, Estados Unidos, y llegó a formar parte del legado de la actriz británica Mary Peach, quien la adquirió en los años 80.




