Con la llegada de la Semana Santa, las calles de los pueblos y ciudades se impregnan de olores y sabores que evocan tradiciones arraigadas en nuestra cultura. Entre estos aromas destaca uno particularmente tentador: el de las torrijas. Este dulce, que combina la simplicidad del pan con el exquisito sabor de la leche, el vino, el azúcar o la miel, es un protagonista indiscutible de la gastronomía de estas fechas. Para descubrir los secretos de su perfecta elaboración, visitamos el obrador de Jesús Sánchez, quien nos abre las puertas a este dulce viaje.
La elaboración de la torrija en J. Sánchez es un proceso que comienza con la preparación de una barra de pan especial, cortada en rebanadas de aproximadamente dos centímetros de grosor. “La clave está en la infusión,” revela Esnaider, maestro pastelero. Esta mezcla, que lleva leche, azúcar, cáscaras de naranja y limón, y canela, se prepara con una técnica particular para evitar que el pan se deshaga: mezclar leche caliente y fría para alcanzar la temperatura ideal.
Después de empapar el pan en esta infusión durante 24 horas, las rebanadas se someten a un proceso de fritura a alta temperatura, se bañan en huevo y se fríen hasta dorar. Luego, se dejan escurrir para eliminar el exceso de grasa y se procede a prepararlas para llevarlas a los puntos de venta, donde se les da el toque final según las preferencias del cliente: azúcar, canela, o una variedad de sabores innovadores.
En J. Sánchez Panaderos, la innovación se une a la tradición con la introducción de sabores como galleta Lotus, crema de avellana con virutas de chocolate, turrón, yema confitada y crema catalana, sin dejar de lado la tradicional, ya sea pura o con azúcar y canela.
