Hablar de Pepe “Pona”, al que yo sigo llamando Don José Luis después de muchos años, es algo en lo que no puedo ser objetivo. Para mí significa mucho más que el cronista oficial de Tomelloso durante varias décadas, ya que hace más de 50 años que me salvó la vida, pues José Luis Albiñana tuvo una época en que fue profesor de educación física.
Todas las personas tenemos fechas en nuestra memoria que han sido claves en nuestra vida. Un 26 de mayo de 1970, siendo yo aún un niño, estaba en clase de educación física y el profesor de la asignatura no era otro que Don José Luis Albiñana. La secuencia de lo que ocurrió es algo que desde entonces recuerdo casi todos los días. Hacía buen tiempo y estábamos en el exterior, habíamos sacado el potro, el plinto (y las colchonetas pertinentes) y comenzamos la sesión de saltos.
Cuando llegó mi turno, salté intentando dar una voltereta imposible y caí en una malísima posición, cuya consecuencia inmediata fue la de perder la respiración por completo. Fueron unos segundos eternos en los que yo veía cómo mi vida se escapaba, hasta que llegó “Pona”, me colocó sobre el suelo y empezó a hacerme masajes en el pecho y a moverme los brazos. Poco a poco fui recobrando el aliento y el aire volvió a entrar a mis pulmones. Ese 26 de mayo fue mi primera resurrección y, aunque nunca lo he celebrado, este año sí celebraré dos cumpleaños.
En próximos capítulos hablaremos de todos los hechos de una larga vida de este personaje tan entrañable, pero ya de la forma más objetiva posible. Sin embargo hoy, 26 de mayo de 2023, quiero celebrar con él mi segundo cumpleaños.
¡Pona me pone!