Con la llegada del nuevo álbum de José Almarcha Márquez titulado Alejandra, me entró el gusanillo por investigar a un músico de mi tierra.
He de decir que no soy un apasionado de la música flamenca, pero gracias a mi padre he escuchado algún que otro tema cuando era más joven y hoy día es un género que respeto.
Antes de hablar de su último álbum, hablaremos como es común ya en esta casa de quién es José Almarcha, que trayectoria ha tenido, que obras ha realizado, etcétera.
Almarcha y su vínculo a la música flamenca
José Almarcha aunque es un hombre que ha visto ya mucho mundo, tiene sus orígenes en Tomelloso, Ciudad Real.
Desde los ochos años comenzó a dar clases de guitarra con Óscar Herrero (padre), que en esos momentos tocaba flamenco, aunque nuestro joven Almarcha desconocía que era ese género.
Hay que decir que su pasión por la guitarra flamenca no se manifestó hasta la adolescencia. Hasta entonces, era una actividad más como las tantas que metemos a nuestros hijos cuando son críos, no le apasionaba mucho, pero servía para distraerse y no montar bulla en casa.
Esta actividad no le gustaba nada, incluso ni la estudiaba confesaba Almarcha en una entrevista de nuestro periódico en 2015. Pero por suerte, tenía facilidad y con que se mirará la lección antes de ir a clase le servía para salir del paso, todo un pillo nuestro joven Almarcha.
A los quince años, Almarcha entró de lleno en la música flamenca, y aquella guitarra que apenas le hacía caso, se convirtió en su compañero fiel.
La formación como vía de escape a lo mundano
Su pasión era tal, que no contemplaba la idea de estudiar o trabajar en otra cosa que no fuera la música, por ello, y para dejar más tranquila a su madre, se matriculó en el conservatorio.
Realizó el Grado Medio en Puertollano y el Grado Superior en Córdoba, concretamente en la escuela “Rafael Orozco” bajo la tutela de Paco Serrano, Manolo Franco y Niño de Pura, entre otros.
Cuando acabo sus estudios, marchó a Madrid donde empezó a tocar en un local de sevillanas de la Cava Baja, ahí hizo sus pinitos en la música tocando rumbas, sevillanas, fandangos, etcétera.
Aunque tuvo la suerte de conocer a varios cantaores que le animaron a ir más allá de tocar en un local de mala muerte, y así inició su travesía por las salas de los Clamores o Galileo.
Los primeros pinitos por el mundo
Para antes de 2015, José Almarcha ya tenía una gran trayectoria como guitarrista de música flamenca. En 2010 había compuesto y dirigido el espectáculo Temple flamenco de la compañía flamenca de Fran Vilchez, que se estrenó en el Teatro Arlequín de Madrid con gran éxito y que le permitió realizar una gira por Argentina y Uruguay.
En 2012 participó en el espectáculo Opera Flamenca de Rafael Amargo, haciendo una gira por China y pasando por los principales teatros y óperas de ciudades como Shanghái, Beijing o Tianjin.
Vejezate, una pieza dedicada a las calles de Tomelloso y Paco de Lucía
Para 2015 Almarcha llevaba un tiempo dándole a la cabeza en sacar un proyecto suyo, que se sintiera muy personal y que sacará lo mejor de sí mismo, así nace su primera obra titulada Vejezate. En el álbum colaboran artistas como Antonio Canales, Juan Debel, Sandra Carrasco y Oscar Herrero entre otros.
Un dato curioso del nombre de este álbum es que proviene de una antigua fortificación manchega, origen de Socuéllamos y Tomelloso. Como ya os haréis a la idea, en su primer disco encontraremos temas dedicadas completamente al pueblo natal de José Almarcha.
Vejezate, es un álbum en su mayoría conceptual, que nos lleva de aquí para allá por todo Tomelloso, desde su tema Calle Concordia donde se hace referencia a la calle donde nació el artista hasta el Paseo de las Moreras lugar donde jugueteaba de pequeño.
Si hay algo que podemos destacar de estos dos temas, es su ritmo acelerado y alegre que contrastan con otros temas como Chafarrote que está dedicada a su abuelo y que casi manifiesta con su música el carácter tranquilo que podría llegar a tener el hombre.
El uso de las palmadas y las voces diciendo palabras de alegría como: ¡ole! O ¡ala! No hacen más que enfatizar aún más el carácter animado de las canciones, que incluso llegan a contagiar al propio oyente y lo anima a cantar en las partes donde el canto de Almarcha se manifiesta.
En cambio, otros temas como La Bajadilla son un homenaje y una carta de amor hacia el maestro Paco de Lucía, un artista al que siente gran respeto Almarcha y que con este tema nos traslada directamente a Algeciras, concretamente al barrio de Paco de Lucía.
Aquí instrumentos como la guitarra o el cajón flamenco liderarán la canción en su grandísima mayoría, generando una atmosfera más cerrada debido a la ausencia de voces y palmadas.
Aunque no os confundáis, esto no es algo malo ya que permite distinguir mejor los instrumentos, sobre todo el cajón flamenco, el cual tiene gran presencia en este tema.
Y si hablábamos de un sonido concreto en La Bajadilla, en Tara Motilor encontramos todo lo contrario, con una gran variedad de instrumentos tocando entre sí y una mayor espacialidad que da pie a que las voces den rienda suelta a su canto flamenco.
Este tema se enmarcaría en un flamenco mucho más actual, donde instrumentos como el piano cogen fuerza y le dan un toque de jazz mezclado con las palmas y las voces más flamencas, dando lugar a un sonido muy rico y con gran variedad de matices.
Si queremos degustar de un solo de guitarra, nos tenemos que ir al tema Queda el Recuerdo, donde alcanzamos a ver la habilidad que posee Almarcha sobre las cuerdas, teniendo una gran versatilidad y facilidad de movimiento.
Con la balada El Serijo nos acercamos de nuevo a un sonido jazz pero mucho más calmado, con un uso de las trompetas y los acordeones muy bien llevados a cabo. Además de una batería que sirve para guiar el ritmo con sutileza y sin entorpecer al resto de instrumentos.
Como broche final encontramos el tema Ballesteros donde volvemos a un solo de guitarra con Almarcha en las cuerdas, que nos despide con melancolía y algo de tristeza. Esto se deba quizá porque lo bueno ya se ha acabado, o porque la muerte de Paco de Lucía ha tenido un gran peso a la hora de elaborar este álbum.
El paso a la calma
Tras la publicación de su primer álbum, José Almarcha no se quedó parado y siguió realizando todo tipo de proyectos y colaboraciones con músicos y bailaores de toda España.
Esto cubriría sus siguientes cuatro años hasta que en 2019 colaboraría con el violinista Víctor Guadiana para llevar a cabo el álbum Wady.
Un triste suceso que forja la aparición de un nuevo álbum
La muerte de la madre de Almarcha fue un duro golpe para él, había sido una de sus inspiraciones en su música y por la que decidió en parte meterse a estudiar en el conservatorio.
Por ello y para que siempre estuviera en el recuerdo de todos nosotros, decidió llevar a cabo un nuevo proyecto que sería titulado Alejandra, donde homenajearía por todo lo alto a su madre y como siempre a las tierras Manchegas y su ciudad natal.
Alejandra, la obra más íntima de José Almarcha
Así nace su nuevo álbum Alejandra, fruto de un lamentable suceso que propicia la aparición de una de las obras más íntimas de nuestro guitarrista José Almarcha. Una obra en la que estrenaría antes el single Venta Borondo que serviría para promocionar su nuevo disco y para darnos una idea de lo que encontraríamos en su nueva obra.
En este tema, encontramos una referencia a la Venta de Daimiel donde el gran caballero literario, Don Quijote de la Mancha, se armó con su lanza y armadura tono algodón para disponerse hacia la aventura.
Y teniendo esta idea en mente, casi que podemos sentir las ansias que podía tener el Quijote por comenzar su nueva aventura gracias al ritmo de las palmas y esa guitarra tan juguetona que se mueve de un acorde a otro con gran facilidad.
Finalmente, el 21 de febrero de 2021 era presentado en Madrid su nuevo disco que arranca con el zapateado Cerro Picorzo, un tema que tiene un inicio muy triste e incluso casi fúnebre, y que, aunque es cierto que mientras van pasando los minutos se le van sumando cada vez mayor cantidad de instrumentos, la tristeza y melancolía siguen muy presente en el tema.
Su siguiente tema titulado Tango de las Vinalias, da paso a un ritmo mucho más calmado, donde las voces y las palmas acentúan esa atmosfera de añoranza por el pasado.
Frases como: “Hay tradición de mi tierra perdía’…Ay que regrese la alegría, sus costumbres milenarias, sus recuerdos vivíos’ y hasta la madrugada”, hacen referencia directamente al pasado, y la última frase quizá recuerde a esas salidas al fresco que hacía Almarcha junto a su madre cuando era joven.
Petricor nos devuelve directamente a los caminos de tierra de la mancha, con una Antonia Jiménez paseando mientras silva y canta al frescor mañanero y a la guajira cubana, un género derivado del punto cubano y que tiene predilección por el estilo flamenco español.
Finalmente llegamos al tema que da nombre este álbum, Alejandra, un tema que cuenta con un coros evangélicos-cristianos de gran profundidad vocal, dignos de cualquier iglesia y que enfatizan ese tono celestial que se busca, con una letra que haría mención de la madre de Almarcha, que estaría rezándole desde los cielos.
El tema cuenta con una atmosfera y espacialidad increíble, de las mayores que hemos visto hasta la fecha en la música de Almarcha, donde la guitarra se equipará muchas veces a la agudeza sonora de los coros en ciertos fragmentos de la canción, dando lugar a un juego de voces y sonidos por parte de la guitarra que es increíble de escuchar.
En el último minuto tanto las voces como la guitarra adquieren un tono de réquiem, generando una sinergia muy curiosa que despide el tema en todo lo alto. Por suerte, esto no se ve roto gracias al hilado que se hace con su siguiente canción, Maestro Sabicas.
Este tema cuenta con un ritmo mucho más afable, siendo muy dinámico y que permite entrelazar los sonidos de las guitarras de muy buena manera.
Con el tema A Cata me surge un dilema, es un tema tocado únicamente por la guitarra de José Almarcha, al igual que el anterior, pero mientras que en ese el ritmo era muy dinámico y disfrutable, en este siento que me estoy adentrando en algo mucho más íntimo, como si estuviéramos viajando por los sentimientos de Almarcha tras la muerte de su madre.
Estos se sienten tristes, con una guitarra que a veces se siente tan pesada como cada una de las notas que toca Almarcha. Es como estar viviendo una montaña de emociones donde la guitarra guía las emociones, y podemos deducir que sentimientos se están intentando ilustrar en nuestras mentes.
Es un tema diferente, sin duda, quizá de los más introspectivos y de los que más cuesta enfatizar, más aún si estás en un estado de ánimo muy diferente al que estaba Almarcha mientras componía esta canción.
Que gran sorpresa me he encontrado con el tema Komorebi, es una palabra japonesa que se refiere a la luz que traspasa las hojas de un árbol. Teniendo en mente el significado de la palabra, podemos entender porque aparecen instrumentos poco comunes dentro de la música flamenca como es una especie de taiko que sirve de apertura para el tema.
Este instrumento de percusión es muy usado en las ceremonias y festivales japoneses debido a que genera una espacialidad instrumental increíble, cosa que se aprecia en todo momento y que serviría como símil para referirse a esa luz que traspasa las hojas del árbol.
Por lo demás, nos encontramos una canción con una variedad instrumental muy destacable que facilita la apertura de Luis Moneo en la voz y que no cansa en ningún momento.
Esto se debe a la buena mezcla de sonidos que surge con la incorporación final de un bajo eléctrico, sí, un bajo eléctrico que se une a une a la guitarra y el cajón flamenco de manera magistral, dando lugar a un tema muy singular pero que suena de fábula.
Para finalizar el álbum, encontramos el tema Alamares, que cuenta con una gran orquesta llena de violines, pianos y la indudable guitarra de Almarcha.
Con esta canción encontramos un contraste significativo entre la voz femenina y la instrumentación, mientras que la voz nos habla del dolor, la perdida y la tristeza, los instrumentos nos dejan un tono más alegre para dar paso a la melancolía.
Este ciclo de alegría y melancolía se repetirá constantemente a lo largo de la melodía, algo muy característico en el paso del tiempo y que nos recuerda los seres queridos que dejamos atrás.
Unos caminos se cierran y otros se abren
Tras publicar este último álbum, José Almarcha ha seguido haciendo suya su música y colaborando con multitud artistas de la mancha, siempre teniendo en su mano su guitarra de la firma Mariano Conde, que genera ese sonido tan suyo y que ya es fácilmente reconocible dentro de la esfera de la música flamenca.