Salir del nido por lo general es el siguiente paso que suelen dar nuestros hijos una vez acabado sus estudios básicos, ya decidan cursar un ciclo superior o un grado universitario.
A partir de los 18 o los 19 ya se puede sentir esa tensión e impaciencia por parte de los adolescentes por salir a vivir nuevas experiencias, estudiar algo que “verdaderamente” les interesa y poco a poco ir formando parte de eso que se conoce como “la vida adulta”.
Por lo general, una vez las aves son suficientemente maduras, abandonan el nido y no vuelven nunca más, eso con los jóvenes no nos pasa, siempre acaban volviendo a su lugar natal ya sea en fechas señaladas, cada fin de semana o cuando ya no quedan más tuppers de la abuela.
En el caso de que el adolescente estudie fuera de Castilla-La Mancha, será más frecuente el hecho de que venga cada X meses, que cada semana como les pasa a muchos estudiantes de nuestra región.
Hablando con estudiantes que han cursado sus estudios superiores más allá de nuestra comunidad, surge una semejanza de respuestas sobre algunas cuestiones, sobre todo para aquellos estudiantes que son de los años 2000-2001.
Una de las cosas que les llamó la atención de Tomelloso tras un tiempo fuera, fue encontrarse la plaza de España totalmente remodelada. Es cierto que los cambios ya se iban percibiendo poco a poco, el como ya no podían circular vehículos de por medio o como la famosa rotonda que tantos quebraderos de cabeza produjo en su momento, había desaparecido.
Son cosas con las que uno lleva conviviendo años, y cuando desaparecen, te sientes extraño, como si estuvieras fuera de lugar. Eso fue una de las mayores impresiones que les produjo a estos estudiantes.
Otra de las ideas que surgieron fue, el valorar más aquellos momentos de calma en tu pueblo, uno de los estudiantes comentaba que Madrid es como un mundo totalmente diferente al de Tomelloso, donde el ruido y el bullicio imperan a sus anchas por cada una de sus calles.
En cambio, Tomelloso nunca se ha destacado por ser bulliciosa, todo lo contrario, la tranquilidad de su gente y las pequeñas costumbres como las salidas al fresco en verano, otorgan al pueblo un sensación hogareña y de calma.
Algo que me reconocían a regañadientes, es que de vez en cuando echaban de menos sus vidas anteriores a la universidad o al grado superior, vidas menos complejas donde no existían tareas como cocinar, poner lavadoras e incluso a veces planchar, aunque no es algo muy habitual entre los estudiantes.
Y lo que más deseaban encontrarse cuando volvían a Tomelloso, era comer esos platos de cuchara de sus madres y abuelas, porque tenemos que ser sinceros, un filete vuelta y vuelta no está mal, pero un cocido bien calentito echo por tu abuela, te da ganas de hasta llorar.
Nos guste o no, tanto Tomelloso como nuestro pueblo natal, siempre tendrá algo especial, tal vez sean esas calles que nos han visto crecer, aprender a montar en bici y darnos nuestro primer beso con nuestra pareja, son momentos que cuando miramos hacia atrás, por lo general, los solemos echar de menos.