Seguro que todo el mundo conoce aquella frase recurrente del vocabulario popular y que habla de que ‘unos crían la fama y otros cardan la lana’. Pues bien; entre aquellos que cardan la lana encontramos al personaje que será el protagonista de estas líneas. Un personaje que parece contar con inmunidad absoluta para hacer lo que quiera y como quiera sin que nadie (ni sus acólitos, ni algunos generadores de opinión) afeen lo más mínimo su conducta. Por supuesto, nuestro protagonista es Emiliano García-Page,
Han corrido ríos de tinta sobre la fiesta que el periódico El Español organizó la pasada semana en Madrid para entregar unos galardones. Fiesta a la que acudía la flor y nata de la política y que ha recibido numerosas críticas por parte de los ciudadanos que ven limitada su movilidad y que comprueban cómo algunos políticos como Page se permiten el lujo de asistir, no solo a esa, sino a ¡dos fiestas¡ en un corto espacio de tiempo y con los especialistas recomendando el auto confinamiento.
Y es que Page, nuestro Peter Sellers castellano-manchego, gusta de frecuentar guateques varios, de lanzar campanas al vuelo en forma de titulares grandilocuentes pero huecos de contenido y de patearse los platós de televisión nacional, previo pago, para satisfacer su enorme ego.
El fiestero Page, que bien podría ocupar algunas páginas de papel cuché por su gusto por los flashes, los focos de los platós y la adicción a pisar moqueta, se ha dedicado en cuerpo y alma a los ‘saraos’ olvidando que su verdadera función en esta región es, primero, la de centrarse en el ámbito de gestión autonómico, al que parece haberle dado la espalda y luego la de afrontar de frente y sin burladero los problemas y la preocupante situación que la pandemia del Covid-19 está generando en Castilla-La Mancha.
Comprendo que Page pretenda y anhele ser un político de referencia nacional, pero los lectores coincidirán conmigo en que no tiene ni las capacidades, ni la energía ni las condiciones para serlo, a pesar de su cabezonería por aparecer en los foros políticos nacionales y en los medios de comunicación (por cierto, con apariciones en algunos casos ciertamente desafortunadas que a más de uno han ruborizado).
Por tanto, no me queda más que recomendar a Page que no llene su agenda de eventos lúdico festivos y se dedique a trabajar, a escuchar activamente a la sociedad castellano-manchega y, sobre todo, a gestionar su tierra y los designios de sus paisanos, que es a quienes se debe. Lamentablemente, me temo que el fiestero Page seguirá de plató en plató y de sarao en sarao a pesar de que sus vecinos estén siendo cautos y tengan limitada la movilidad.
La responsabilidad y la altura política de un presidente se comprueba en momentos complicados como este, y Emiliano García-Page ha demostrado, desde el mes de marzo, con sus declaraciones altisonantes e hirientes hacia muchos colectivos de la sociedad; sus apariciones ante los medios poco apropiadas; y su actitud chulesca, desafiante y autoritaria que no merece el puesto de presidente de Castilla-La Mancha.