Bien entrado ya el siglo XXI, parece que nos sigue costando definir cómo queremos que sea la escuela de este tiempo; sin embargo, podemos compartir que, por una parte, la sociedad camina a un ritmo vertiginoso, mientras que, por otra, la escuela, la educación, avanza más lentamente. Ahora estamos en uno de esos momentos en lo que parece oportuno tomar impulso de la mano de la política y en forma de propuestas electorales para poder ofrecer a la ciudadanía y para conseguir los apoyos necesarios que permitan activar cambios, avances y, en definitiva, mejoras siempre necesarias.
En este sentido, desde nuestra perspectiva, la primera idea que nos surge es la de seguir construyendo una escuela “democrática”; entendiendo que una escuela, una educación es democrática si es pública y si proporciona la cultura, las herramientas y las competencias necesarias para hacer personas libres y autónomas; si habilita a la ciudadanía para enfrentarse a los dilemas y retos que tenemos como seres humanos: el cambio climático, la convivencia y el fenómeno de las migraciones, el reconocimiento de la diversidad (lingüística, cultural, social, de capacidades, de identidades); todo ello mediante la participación y la convivencia en términos de inclusión.
En segundo lugar, la idea de “Modernización”; entendiendo modernización no solo de instalaciones, de recursos tecnológicos; también en términos de actualización didáctica, de metodologías que exploraran los nuevos territorios del aprendizaje integrado de contenidos y lenguas de una forma menos pretenciosa, menos forzada, de una presunta enseñanza bilingüe; de las oportunidades que conduzcan al verdadero empoderamiento del alumnado en torno a procesos de aprendizaje basados en proyectos y en el marco de una cultura participativa; que atiendan a la “customización” de la educación, entendiendo por esta la capacidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje de adaptarse a las necesidades, circunstancias y capacidades de los agentes implicados, también a sus motivaciones e intereses; todo ello, contando con la mediación tecnológica, liberadora de didácticas y prácticas rutinarias, facilitadora de nuevos espacios para la educación, también en contextos no formales e informales.
En tercer lugar, la idea de la “Internacionalización”, como ejercicio consciente, de los centros educativos y de los miembros de sus correspondientes comunidades educativas, de pertenencia a una comunidad europea y global del conocimiento y de la diversidad, tanto lingüística como cultural; como marco para el intercambio y la cooperación educativa así como para el desarrollo de la Competencia comunicativa intercultural.
En cuarto lugar, la idea del “Liderazgo” transformador (el ejercicio de la dirección, la autonomía, el impulso a los proyectos educativos, la corresponsabilidad), para ofrecer nuestros centros educativos como referentes sociales y culturales de su comunidad, también como espacios para el desarrollo profesional de los docentes. Desde luego, liderazgo sistémico y sobre todo distribuido y no jerarquizado. El liderazgo que genera iniciativas, que establece el marco para el trabajo colaborativo y el desarrollo de proyectos educativos compartidos, que favorece el clima educativo propicio para la mejora permanente.
En quinto lugar, el reconocimiento de la “Formación” del profesorado como uno de los pilares para la mejora de la calidad en la educación, que trascienda de la mera gestión de actividades de formación, que contribuya de forma efectiva al desarrollo profesional continuo y de la carrera docente; contribuya al enriquecimiento cultural, social y profesional de los centros educativos y a la transformación del sistema educativo de nuestra Comunidad Autónoma.
Por último, debe estar presente la idea de la «Evaluación”, pero no exclusivamente referida al rendimiento del alumnado; también debe atender a las condiciones y contextos en los que estos se ven inmersos o las condiciones y contextos en las que los y las docentes llevan a cabo su trabajo; asimismo, atendiendo tanto a sus prácticas docentes como a su desarrollo profesional continuo.
Luis Miguel Miñarro López
Asesor de formación del profesorado y eTwinning Ambassador