La verticalidad de Nueva York envolvió el abarrotado Auditorio López Torres, desde el principio y brillantemente resuelta. El centro del mundo pasó este viernes de la Gare de Perpiñán (como tantas veces) a la ciudad que nunca duerme, reflejada, poesía y música mediante, en Tomelloso. El público, conmocionado a veces y sorprendido casi siempre, aplaudió, y mucho, cuando cayó el telón virtual de “la presentación de un proyecto poético-musical”: Nueva York, ego fui. Sonia Ruiz nos envolvió con la voz, sugerente, cálida, brillante y Cristina Rodríguez con la música, precisa, necesaria, única, magnífica… A la vez, o de una en una, sin dejarnos libre ni una micra de sentido.
La caótica entradilla, compuesta con las notas tomadas durante el espectáculo, es reflejo de las sensaciones que recibimos, a borbotones y sin solución de continuidad. Nueva York, ego fui, como todos nuestros lectores deben saber, es un proyecto artístico que une la poesía, el teatro y la música, ideado por Sonia Ruiz Parra y Cristina Rodríguez Chacón. La megalópolis vista por los poetas españoles del XX y XXI, como así refleja el título, una locución completamente yanqui a pesar del latín: “yo estuve allí”.
La velada comienza con un vídeo de Roberto Carretero, aka Gobi. En él nos explica en que consiste el proyecto, con verticalidad, brillantez y brevedad. Esa verticalidad que tanto repetimos quedó patente en el escenario con una escalera de madera, siempre presente.
Las intérpretes fueron engarzando poemas, música y situaciones. Pasaron de la ligereza de las poesías dedicadas a Audrey Herpburn, al horror del Apocalipsis de Dionisio Cañas, presente en el acto, o a la despedida con Hierro. Sin tregua, convincentes, resolviendo las situaciones dramáticas con brillantez.
Sonia Ruiz, a nuestro juicio, estuvo brillante, dándole a cada poema la interpretación precisa, sin excesos. Una actriz como la copa de un pino. Cristina Rodríguez compuso e interpretó la esencia musical de cada poema. Fue capaz de desentrañar la melodía que cada pieza poética llevaba dentro y ofrecérnosla. La del viernes fue una conjunción que raras veces se da y que el respetable premió con una gran ovación.
Además, pusieron en valor el adagio de Gracián: duró lo justo (“¿Ya?”, decían nuestros vecinos de asiento), algo muy de agradecer en los tiempos que corren.
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