SAMSA
(Die Verwandlung)
Quizá en eso
consistía la felicidad
en pasar la tarde
con mis perros
en el jardín
sin hacer nada
o bañándome en la playa
pues alguien dijo
que un ser humano
a punto
de ser abandonado
siempre
puede confiar
en la compañía de sus perros
y que la soledad
-a cierta edad-
no sólo es digna
sino además
solemne
Fue
entonces
cuando anidó en mí
la insólita pretensión
de parecer un hombre
no quería ser mujer
-en realidad
no quise ser mujer
hasta mucho tiempo
más tarde-
yo quería ser
como mi padre
y dedicarme
a la muy noble profesión
de comerciante de telas
o, en su defecto,
de cualquier otro tipo
de suministros
y fumar en pipa
pero, claro, eso
resultaba poco femenino
Por atávicas decisiones
de parentesco
amanecía
entre sus brazos
donde pensar
tras un inquieto sueño
que la luz
era un veneno turbador
y malograr juntos
extrañas amanecidas
donde un cómodo letargo
se extendía
por un espacio
holgado y rutilante
¡tantas veces
me ha tenido
que sacar
a rastras de la cama!
Fue
entonces
cuando la vida tuvo más colores
y en las horas muertas
se alojaba un tesoro
inabarcable
Por lo demás
no es difícil
imaginar
que estos episodios
acontecieron
en mi vida de pequeña:
aquella odisea
a la que puso fin
mi 16 cumpleaños
Luego
el tiempo tímido
del vaho
en las ventanas
arrojó
cada pañuelo
en sementeras
predijo
del otro lado
nubarrones grises
y su perentoria amenaza:
el trastabillado
aleteo de las aves
migratorias
la inminente
inseguridad del vuelo
Por eso
no es de extrañar
que hoy día
bajo un cielo plomizo
escriba sin parar
y sin mirar
adónde
mientras la vida
se manifiesta
en exceso
kafkiana.