Hace unas fechas fui invitado en mi condición de director de Cáritas Diocesana a una tertulia sobre la Semana Santa. El tema a tratar, la Caridad Cofrade. En ella un nutrido grupo de miembros de distintas hermandades reflexionaban seriamente sobre el sentido caritativo que deben tener las cofradías. Había interés por engancharse a este fundamental ministerio, consustancial con la vida de la Iglesia y de las parroquias en concreto. Sin duda, fue un gran acierto dialogar sobre este importantísimo tema que es señal de ir por el buen camino, y digo esto, porque el hecho de pertenecer a una determinada cofradía no debe ser algo “al margen” de la vida eclesial, sino que ha de concretarse con la involucración en la pastoral de aquellas parroquias donde las hermandades mantienen su sede; es decir, en la liturgia, catequesis y caridad.
Los sacerdotes, pastores de esas mismas parroquias, creo, gozan aquí de un campo enorme donde dedicar esfuerzos con paciencia, escucha y esperanza. Miles de jóvenes se movilizan cada año para vivir una experiencia religiosa que cada uno sabe dónde tiene su raíz, (desde luego que siempre en el delicadísimo lugar de las conciencias), en las que habrá que profundizar para lograr lo que en el fondo están demandando, aunque a veces sin saber muy bien cómo. En las cofradías por tanto, está buena parte del futuro de la Iglesia, y en particular de nuestra Iglesia Diocesana. Pues bien, a tenor de lo dicho, quisiera reflexionar ahora sobre lo que creo, debe ser para un cofrade la “Semana Grande del cristianismo”.
Estamos un año más en Semana Santa; unos días durante las cuales se expresan muchas de las tradiciones de nuestro acervo cultural y que para nosotros los cristianos significa ante todo la vivencia cultual por excelencia del Misterio Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, fundamento de nuestra Fe. Se trata pues de un tiempo lleno de gran contenido porque en él se conmemora y actualiza el Misterio más hermoso, el de la Salvación del género humano, consumada en la Cruz dolorosa y amorosa, por Jesús de Nazaret.
La pregunta surge. ¿Son las procesiones actuales mero recuerdo de unos sucesos que acaecieron hace veintiún siglos o son manifestación de la Presencia actual del Protagonista de esos Acontecimientos en nuestras vidas? ¿Cuánto tienen las procesiones actuales y los pasos de nuestras hermandades, de bellas esculturas evocadoras, aupados con sacrificio y arte y cuanto tienen de expresión profunda en las calles del Misterio de la Pasión Viva del Señor, también de nuestras pasiones personales? ¿Sacamos el verdadero evangelio, la auténtica Pasión de Jesús a la calle?
Afortunadamente son muchos los cristianos que testimonian públicamente la fe profesada en la persona de Jesús y en el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor que se hace presente de una manera real en la Palabra, en los Sacramentos y en los empobrecidos; hermanos e hijos de un mismo Padre.
En las Cofradías es precisamente la fraternidad cristiana lo que da sentido a su existir. Lo dijo un hermano mayor en la presentación del cartel de su Hermandad: “la Cofradía es una asociación de fieles cristianos que unidos intentamos vivir la Fe” apostilló de manera muy acertada.
Los “pasos” de las cofradías representan escenas de la Pasión, del sufrimiento real de un hombre que dijo ser Dios, se encarnó en el vientre de María, vivió de manera muy humilde siguiendo los designios del Padre, murió en una cruz, resucitó al tercer día y que desde entonces permanece vivo entre nosotros por y con su Espíritu en la Iglesia, otorgándonos la gracia de ser herederos de su Eternidad.
Suscribiendo las palabras de nuestro obispo D. Gerardo; que no existan dos Semanas Santas sino una sola, aquella que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo acaecida hace dos mil años, presente hoy entre nosotros para que todos, no solo unos cuantos, podamos gozar algún día de la vida eterna. Este es su único sentido.
Fermín Gassol Peco
Director Caritas Diocesana de Ciudad Real
