Ciudadanía de Tomelloso, pocos lugares de España tienen un nombre tan bello y propicio a la poesía como esta inolvidable ciudad en la que sólo caben dos tipos de personas: las que tienen la suerte de vivir en ella y las que estuvieron de paso y desde entonces viven con el deseo de volver, porque una vez que la pruebas, la única forma de marcharse de allí es planeando el regreso. Como a tantos escritores, a mí fue el poeta Félix Grande quien me puso en el mapa Tomelloso: después de oírle a él hablar del sitio que más amaba, era absolutamente imposible no soñar con visitarla. Después, estuve en muchas ocasiones allí y disfruté de maravillosas tardes de verano que acababan a las ocho de la mañana, una vez en compañía de Luis García Montero y teniendo como guía a otro de sus hijos ilustres, Dionisio Cañas. Otras para hacer en directo el programa de radio La Ventana, de la cadena SER o para hablarle de cualquiera de mis libros a los alumnos de alguno de sus institutos. En todas esas ocasiones, regresé a casa enamorado de Tomelloso, de su gente, de su hospitalidad y hasta de su comida, algo raro en un ser de aspecto y costumbres quijotescas, que es lo que es uno, para lo bueno y para lo malo. Actuar ahora como mantenedor de su fiesta cultural, es una condecoración que a partir de ahora brillará para siempre en el lugar más destacado de mi solapa.