A las 03:00 horas, puntual y sin importar la lluvia, partía desde la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora la Procesión del Silencio. En la madrugada del Sábado Santo, Tomelloso volvió a vivir uno de los momentos más impactantes de su Semana Santa, marcado por la austeridad, la penitencia y la fuerza del recogimiento.
La lluvia no impidió la salida. Al contrario, fue testigo de la firmeza de cientos de penitentes que, con túnica negra, capucha monacal, cordón franciscano y guantes oscuros, iniciaron su camino con la cruz al hombro. Las calles, mojadas, se llenaron de paraguas y silencio. La ciudad, que parecía dormida, se despertó para mirar.
Y al aparecer la cruz, el silencio fue absoluto. Solo se escuchaban las cadenas arrastrándose y el golpe seco del tambor que marcaba el paso. Sin palabras, sin música, sin aplausos. Solo fe.
El recorrido transcurrió por Plaza de España, Independencia, Domecq, Carboneros, Carlos Morales, Ángel Izquierdo, Hidalgo, Plaza del Arcipreste, Veracruz, Socuéllamos y regreso a Plaza de España y Parroquia de la Asunción. Un trayecto oscuro, íntimo, que se convirtió en oración continua entre la penumbra, la lluvia y la respiración contenida de quienes acompañaban desde las aceras.
La Hermandad de la Gran Cruz Expiatoria del Pueblo, fundada en 1961, volvió a recordar el sentido original de esta madrugada: una penitencia silenciosa que se ofrece por todos. Porque esta cruz, que no lleva figura humana, simboliza el peso compartido de todo un pueblo.
En la noche más callada de la Semana Santa de Tomelloso, la lluvia no apagó la fe, sino que la limpió y la sostuvo. Y mientras la cruz volvía a entrar en el templo, aún mojada, una certeza quedaba en el aire: la oración más profunda es la que se hace en silencio.













