Ecologistas en Acción-Ciudad Real ha dirigido una petición al Ayuntamiento de Tomelloso instándole a un mayor control en la manipulación y lanzamiento por parte de particulares de cohetes y artefactos pirotécnicos. Una práctica ruidosa, molesta y contaminante que no deja de crecer.
Hasta ahora, su empleo se limitaba a la Feria y Fiestas de agosto, a las fiestas de barrios o a las procesiones de la patrona de Tomelloso. Últimamente, cualquier acontecimiento de índole social, recreativo o deportivo parece estimular la posesión y el uso de cohetes y similares, en ocasiones sin contención, ignorando el horario de descanso de la población y el perjuicio a la salud de terceros, incluyendo en este apartado a los animales domésticos.
Según recuerdan los ecologistas, los cohetes y petardos son una fuente seria de contaminación acústica. «El fácil pretexto de la fiesta y la celebración no debería impedirnos ver que tras una explosión o estallido, se desencadenan estados de estrés, ansiedad y perturbación en grupos de población con patologías que precisan un cuidado y atención específicos y que la sociedad -más allá de familiares, cuidadoras y profesionales sanitarias – tiene la obligación de garantizar: niñas autistas, con el síndrome Asperger, con Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y personas altamente sensibles (TAS)». Además, la exposición a niveles sonoros por encima de los 65 decibelios (un cohete o un petardo potente triplican esta cifra) interfiere en el sueño y tiempo de descanso de menores y personas mayores.
Los estragos de los fuegos artificiales en los animales domésticos son de sobra conocidos por quienes comparten su vida con ellos. Perros, gatos y aves, más los primeros, padecen desequilibrios en su conducta, provocándoles angustia, ansiedad, jadeos, dificultad para respirar, taquicardias y en los casos más graves la muerte.
Un tema que se pasa por alto es la contaminación química, al tratarse de artilugios que contienen carga explosiva a base de nitrato de sodio, nitrado de potasio, sodio y carbón. Los residuos resultantes se dispersan por aire, tierra y agua, pudiendo generar a pequeña escala fenómenos de lluvia ácida (por su contenido en azufre), además de contribuir al cambio climático y al debilitamiento de la capa de ozono.
Este tipo de artefactos contienen metales pesados tóxicos y cancerígenos, como el litio, el bario, el antimonio y el estroncio, que terminan siendo esparcidos en el medio ambiente en forma de polvo y humo. Sus efectos más perniciosos, de prodigarse una exposición directa en la población, son daños en las vías respiratorias, náuseas y alergias, afectando sobre todo a personas asmáticas y con dolencias respiratorias o cardiovasculares.
La producción prolongada, invasiva e intensiva de contaminación acústica constituye una fuente disruptiva en nuestro día a día, unido a su incidencia en la interacción social, el descanso o la inviolabilidad del domicilio. Algunos focos de emisión quizá resulten inevitables, como el tráfico rodado en las vías más céntricas, las obras urbanas o determinadas manifestaciones de ocio nocturno. Pero otros, como el caso que nos ocupa, son realmente prescindibles o, cuanto menos, regulables.
Ecologistas en Acción-Ciudad Real pide una mayor sensibilidad a las autoridades municipales y al conjunto de la ciudadanía con el fin de que la actividad pirotécnica, en la medida de lo posible, no se convierta en un problema crónico que pueda mermar la convivencia, el bienestar de personas y animales y el derecho constitucional a un medio ambiente adecuado y sano. De esta manera, anima a la puesta en marcha de campañas institucionales de concienciación recomendando el uso de pirotecnia sin ruido o limitando el lanzamiento de cohetes. Y en el marco normativo, a la elaboración y aprobación de una ordenanza que restrinja el empleo de cohetes, petardos y material pirotécnico y que priorice alternativas más respetuosas, silenciosas y sostenibles, siguiendo el camino trazado por otros ayuntamientos.