A sus 89 años, Adoración Mendoza es un ejemplo vivo de cómo el voluntariado puede transformar vidas, tanto de quienes lo reciben como de quienes lo ofrecen. Desde Tomelloso, en Castilla-La Mancha, esta mujer se ha convertido en un pilar fundamental de asociaciones como AFAS (Asociación de Familiares y Amigos de Personas con Discapacidad) -federada a Plena inclusión Castilla-La Mancha-, Cruz Roja, la Asociación Española Contra el Cáncer y ARBA, acumulando más de 16 años de dedicación desinteresada.
“Dediqué mi vida al voluntariado porque me quedé sola”, confiesa Adoración, quien, tras perder a su madre y a su marido, encontró en esta actividad un propósito de vida renovado. “Un familiar me dijo que probara, que estaba muy bien, y empecé de prueba. Me gustó y ya desde entonces no lo he dejado”.
Aquella decisión marcó un antes y un después en su vida. En poco tiempo, Adoración se integró plenamente en el mundo del voluntariado, no solo participando en actividades, sino abriendo las puertas de su casa para compartir meriendas y momentos que atesora y recuerda con las personas a las que ayuda.
“Estoy encantada, el voluntariado me ha dado una vida tremenda. Me siento como si fuera la abuela de todos”, afirma con gran emoción refiriéndose a las personas con discapacidad intelectual a las que siempre ha dirigido su afecto y tiempo. Y es que para ella, estas personas, así como quienes forman parte de las organizaciones donde colabora, se han convertido en parte de su familia.
A pesar de las limitaciones que ahora tiene con la edad, Adoración sigue participando activamente en estas causas solidarias y recientemente ha participado en las Jornadas de Voluntariado que impulsa Plena inclusión Castilla-La Mancha, si bien ahora requiere de la ayuda de una compañera. “Me fatigo y me cuesta más andar, pero sigo haciendo muchas actividades con ellos. Me siento viva”, mantiene.
“Les he dado vida y luz”
Más allá del apoyo práctico del día a día, la labor de Adoración ha ido más allá puesto que también se ha afanado en cambiar las percepciones de su entorno, especialmente en lo que respecta a las personas con discapacidad intelectual. Adoración se ha encargado de incluir a las personas con discapacidad en su entorno familiar y social, rompiendo barreras: “He procurado meterlos con mis amigas y en mi familia para que los vean, que se fijen en ellos y vean cómo son. Les he dado vida y luz”.
Sin embargo, para la voluntaria más longeva de Castilla-La Mancha y probablemente de España, el voluntariado no solo ha dado un propósito a su día a día, sino que, según sus propias palabras, también le ha aportado mucho. “Me ha hecho mejor persona. Soy más alegre, comunicativa y solidaria. Esto me ha dado empatía y me siento más feliz que antes”, afirma.
Una historia en la que no cabe “jubilarse”, tal y como afirma, puesto que para ella el voluntariado no tiene fecha de caducidad y siempre encuentra el aliento necesario para continuar: “Me animan diciéndome que tengo alma de voluntaria, y creo que ya me moriré siéndolo”.
Un llamamiento: “Faltan manos”
Con motivo de la celebración del Día Internacional de los Voluntarios, Adoración quiere lanzar un mensaje claro y directo: “Faltan muchas manos”. La necesidad de más voluntarios es un tema recurrente en sus palabras, y de ahí que haga un llamamiento especial a quienes están indecisos: “Que se animen, aunque sea de prueba, porque cuando te enganchas y ves lo que se hace, ya es para toda la vida. Te atrae tanto que no sabes cuándo dejarlo”.
En un día como hoy, Plena inclusión Castilla-La Mancha quiere poner en valor este testimonio de vida a modo de reflexión puesto que nos invita a pensar en el poder de las personas y en el impacto de nuestras acciones. Por ello, la federación castellanomanchega ha querido rendir este pequeño homenaje a una mujer excepcional que con su ejemplo nos demuestra que el voluntariado no es solo una actividad sino un camino hacia la solidaridad y el sentido de comunidad.