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jueves, 19 diciembre
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Elegir una profesión

¿La elegimos o nos elige?

A veces, cuando echo la mirada atrás, entre formaciones, pacientes en consulta y otros ámbitos, pienso que mi profesión me eligió a mí y no al revés. Dedicarse a una profesión que te hace disfrutarla, que implica crecimiento personal y profesional, es gratificante.

Cuando estudias, adquieres muchos conocimientos teóricos para aplicarlos a la práctica: conoces cómo funciona el cerebro, cómo influyen las emociones en el comportamiento y cómo las situaciones nos marcan… entre otras cosas, así como terapias, estrategias de afrontamiento, trastornos, síntomas… Pero cuando llegas a consulta es cuando realmente aprendes sobre el sufrimiento de las personas, de las grandes cargas que arrastramos, de las decisiones que no se toman por miedo y de las que se toman con consecuencias desagradables; de las circunstancias tan adversas que viven las personas, de entornos complicados, de personas que dañan a otras constantemente y así un sinfín de historias personales que te transmiten en consulta, la mayoría de las veces con nerviosismo, llanto, enfado… una mezcla de emociones. Sobre todo, en la primera vez que llegan a consulta, porque “vas a contarle a una desconocida tus intimidades, tus debilidades, tus secretos…” Es normal sentir nerviosismo, no saber por dónde empezar o romper a llorar nada más empezar a hablar.

Vivencias hay tantas como personas; ninguna historia es igual a otra. Puede haber síntomas y signos similares, pero cada persona tiene su contexto, su realidad, su entorno, sus gustos y preferencias… y, a partir de ahí, se buscarán las estrategias más adecuadas para cada una de ellas.

En consulta, como dicen muchos pacientes, “es fácil razonar, ver la situación con perspectiva, ver la solución al problema…” pero la dificultad está fuera, en nuestro día a día: hacer cambios, mejorar hábitos de la vida diaria, restringir o evitar situaciones para las cuales no estamos aún preparados para gestionar, razonar los pensamientos intrusivos… Cada cual tiene su ritmo, pero todos somos capaces de aprender a manejar las situaciones, gestionar las emociones y mejorar nuestro estilo de vida. No es cuestión de cambios “radicales” ni inmediatos. Para que los cambios sean duraderos en el tiempo y sean sólidos, se hacen poco a poco, empezando de uno en uno, y desde el más sencillo al más complejo. Debemos recordar que “no es una carrera”, es un paseo por la vida, sentando las bases de un futuro estable, lleno de aprendizaje y enriquecimiento personal, y, sobre todo, saber que las cosas no serán como antes, ni nosotros mismos, porque las experiencias complicadas, desagradables… nos marcan y generan otra perspectiva de la vida, ni mejor ni peor, pero sí diferente.

Aprendo todos los días de las personas que llegan a consulta, de sus vivencias, miedos, sufrimientos, dolor, enfado, y sobre todo veo la gran fortaleza que el ser humano tiene para sobreponerse a situaciones muy difíciles, pérdidas muy complicadas, una gran capacidad de resiliencia que se trabaja día a día y que todos necesitamos desarrollar. También observas los cambios, las evoluciones, los pasos día a día; nos reímos y disfrutamos de las buenas noticias, porque igual que hay dolor, también hay risas, bromas, buenas noticias y toma de decisiones… y “salen de la situación que les llevó a consulta el primer día” con esfuerzo, constancia y perseverancia, entendiendo los avances, retrocesos y bloqueos; todo ello forma parte del proceso de recuperación.

Lo más importante es entender que todas las personas sufrimos y experimentamos situaciones adversas a lo largo de nuestra vida, y que es necesario aprender de ellas, buscar estrategias adecuadas y pedir ayuda si lo necesitamos, al entorno cercano o a los profesionales de la salud mental, porque todo aquello que no se soluciona, toda emoción que se reprime, el cuerpo la expresa y nos genera un gran malestar.

Sé que a veces es difícil pedir ayuda, “nos cuesta expresar”, a veces nos da vergüenza, otras veces miedo por lo que puedan opinar de nosotros… Por ello, busca donde estés más cómodo para expresarte, contar lo que te sucede, sacar tus emociones… El primer paso es el más complicado y, a veces, el que más alivia.

Todos sufrimos en algún momento de nuestra vida.
Con ayuda, se gestiona de forma diferente.

Elena Benito Lara
Elena Benito Larahttps://www.elenabenitopsicologia.com/
Doctora en Ciencias de la Salud, Psicóloga General Sanitaria y Neuropsicóloga
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