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viernes, 20 diciembre
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Primavera ‘MODO ON’: tres paisajes que no te puedes perder en La Mancha

El verde recién nacido invadiendo el mayor viñedo del mundo, el dorado del cereal tiñendo los campos antes de la siega y las amapolas salpicando de rojo la inmensa llanura manchega

Rojo, verde y oro. Tres colores para pintar tu mejor escapada a la Ruta del Vino de La Mancha. Pocos paisajes resultan más hermosos, en la ya de por sí espectacular llanura manchega, que los que se dibujan en primavera. Si nunca has estado en la Ruta, éste es el mejor momento para verla.

El mayor viñedo del mundo se viste estos días de verde a la espera del envero. Un momento mágico que marcará la cuenta atrás para la vendimia 2024. A su alrededor, los campos de cereal regalan instantáneas tan típicamente manchegas como relajantes, dejando en la Ruta del Vino de La Mancha un tono dorado que solo se puede apreciar ahora, justo antes de la siega (junio).

Si tienes suerte, las amapolas salpicarán de rojo la alfombra verde y dorada. Un mar de primavera que resalta sobre la aridez de la tierra manchega. El contraste de colores diseña unos paisajes que cambian con la luz y el mecer del viento. Paisajes que solo podrás ver en La Mancha. Aquí te traemos seis planes para perderte entre bombos, ermitas, castillos y calzadas romanas.

La Ruta de los Bombos en Tomelloso o el Sendero de los Chozos en La Solana
Los caminos naturales que atraviesan los alrededores de Tomelloso y La Solana están salpicados de bombos y chozos. Estas construcciones de piedra seca (técnica declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO) son responsables de parte del encanto de la llanura manchega. Ocupan estas tierras desde el siglo XV y durante cientos de años fueron cobijo de pastores y almacén para los cultivadores de vid. Hogar de los trabajadores del campo. Hoy son un motivo más para venir a la Ruta del Vino de La Mancha. Hacer la Ruta de los Bombos de Tomelloso o el Sendero de los Chozos de La Solana y encontrarse con esta huella que evidencia las raíces vitivinícolas de este territorio es como encontrarse un tesoro.

Villarrubia de los Ojos: dos rutas de senderismo y un mirador a La Mancha
Los Montes de Toledo son el telón de fondo de los caminos que cruzan los paisajes rurales de Villarrubia de los Ojos. Bajo el vuelo de los halcones, la naturaleza salvaje de esta parada de la Ruta del Vino de La Mancha invita a seguir, en una de sus rutas, la orilla del Río Cigüela, que riega campos de cultivo, chopos, fresnos, álamos negros y olmos y en la que se puede escuchar el canto de los ruiseñores e intuir la presencia de nutrias al paso de pequeñas presas naturales.

La Sendilla de San Cristóbal es otro de los caminos a seguir. El desnivel de este tramo de apenas un kilómetro bien merece la pena si consideramos la belleza de las vistas desde la ermita de San Cristóbal. Los colores de la planicie manchega en contraste con el Parque Nacional Las Tablas y la emoción de poder avistar buitres negros o sorprender el vuelo de un águila real son la mejor recompensa. Completar la ruta con una parada en El mirador de La Mancha para hacer noche entre un paisaje único de viñedos, olivares y cereal es además la mejor opción para degustar la buena gastronomía manchega y acompañarla de los magníficos vinos de Bodegas El Progreso.

A orillas del Záncara en El Provencio: molinos, castillos y calzadas romanas
Subir por las orillas del Río Záncara a su paso por El Provencio es ser testigo de lo más prometedor de la Ruta del Vino de La Mancha: el verde de los viñedos que lo invade todo tras el letargo del frío invierno. Recorrer lo que este municipio -última parada en sumarse a la Ruta- llama ‘Caminos de Agua’ es emocionante desde el inicio. Fortalezas, molinos y castillos, como el de Santiago de la Torre, sorprenden desde el principio en medio de un encantador paisaje rural. La huella de los romanos en esta tierra también se deja ver en los puentes y calzadas que completan el encanto de una ruta que recuerda a cada paso entre viñedos, que estamos en tierra de buen vino.

Socuéllamos: el Paraje de Titos. Puesta de sol en la Torre de Vejezate
Conocido como la Patria del Vino, Socuéllamos es un destino ideal para combinar el mejor enoturismo con rutas en las que perderse, a pie o en bicicleta, por una llanura que muestra su mejor parte ahora en primavera. Desde lo alto de la Torre del Vino puede uno admirar los colores de esta tierra de comendadores, pero nada como salirse del casco urbano y perderse entre ellos.

Uno de los mejores planes para hacerlo es la Ruta Paraje de Titos. Un paseo circular (dificultad baja) en el que sumergirse de lleno en un mar de viñas, al tiempo que se descubren algunos de los secretos del patrimonio de la Ruta del Vino de La Mancha, como la ermita de San Isidro (cuya romería se celebra el 15 de mayo en toda la Ruta del Vino de La Mancha) o la Torre de Vejezate, uno de los grandes orgullos socuellaminos a orillas del Río Záncara. Completar la ruta coincidiendo con uno de los atardeceres manchegos es el mejor plan de primavera.

Por Argamasilla de Alba: los restos de un poblado de la Edad de Bronce y un castillo
Muchas son las rutas trazadas para disfrutar el patrimonio de Argamasilla de Alba que se extiende fuera de sus límites urbanos: la del Molino de San Juan, la del Río Guadiana, Motilla del Retamar y muchas otras. Pero quizá una de las más completas sea la del Castillo de Peñarroya.

Esta hermosa fortaleza del siglo XII es la mejor excusa para acercarse a conocer este lugar que sirve de entrada a las hermosas Lagunas de Ruidera. Atravesar las tierras de labor con ese horizonte siempre lejano y sentirse parte de esa inmensidad es algo único. Pararse a ver de cerca el foso, el humilladero, el aljibe y la ermita que componen este castillo, que se presume musulmán, es solo el comienzo de una ruta en la que te sorprenderán las ruinas de Santa María, los restos de un poblado de la Edad de Bronce (Motilla del Retamar) y unas vistas inolvidables. Del fuerte de Peñarroya, salen además otras rutas para hacer en bicicleta o a pie, como la que va a Ossa de Montiel.

Flamencos y lagunas en Pedro Muñoz y Alcázar de San Juan. Los mejores atardeceres
La Mancha Húmeda es otro de los grandes paisajes manchegos. Un oasis de vida salvaje en medio de la llanura. Acercarse hasta las lagunas de Pedro Muñoz o Alcázar de San Juan (en Campo de Criptana, la Laguna de Salicor) es saberse en una Reserva de la Biosfera.

Muchos son los caminos rurales que conducen entre campos de amapolas, olivares y viñedos hasta La Veguilla, o por la Ruta del Camino de Villafranca y Las Yeguas, los tres humedales que conforman el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan. Por cualquiera de ellos, tendrás la oportunidad de ver de cerca patos colorados, garzas imperiales o águilas pescadoras.

De origen endorreico es la Laguna del Pueblo en Pedro Muñoz, hogar de especies como el flamenco, la malvasía cabeciblanca y un largo etcétera de aves y otras especies. Junto con la Laguna de Retamar, la Laguna de Navalafuente y la Laguna de Alcahozo (hipersalina) forman el Complejo Lagunar Humedal de Don Quijote, cuyo Centro de Interpretación es una interesante visita para aprender sobre la importancia de este enclave para la biodiversidad de la zona. Llegar hasta cualquiera de estos humedales, ya sea con la Ruta de la Malvasía o la Ruta de los Pastores, es atravesar cañadas, molinos, chozos y puentes romanos. Ver atardecer en cualquiera de estos rincones de la Ruta del Vino de La Mancha es tener asientos de primera fila para un espectáculo de pura magia.

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