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martes, 17 diciembre
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Manuel Ortega, esquilador de mulas: «Todo lo que conozco, lo sé gracias a Jesús Andújar»

Uno de los esquiladores de mulas más jóvenes de Tomelloso nos cuenta la evolución que ha tenido este oficio en los últimos años que está dando sus últimos coletazos

Continuando nuestra travesía por algunos de los oficios más comunes en Tomelloso en décadas pasadas, hoy hemos decidido profundizar en la figura del esquilador de mulas a través de la experiencia de Manuel Ortega, uno de los más jóvenes esquiladores de la localidad y puede que de los últimos de su generación.

Hablar del oficio de esquilador de mulas, es hablar de un trabajo de cientos de años de historia. Un trabajo que era muy usual de ver ya no solo en épocas marcadas como la feria o la romería, sino también en esos abrasadores veranos donde “se pelaban a los animales para que no sudasen y estuvieran más cómodos trabajando en días de vendimia”.

El joven aprendiz de Jesús Andújar

Para Manuel Ortega, hablar de este oficio, es rememorar aquellos años de juventud donde se quedaba asombrado al ver “como un hombre con unas simples tijeras podía crear dibujos tan detallados en el pelaje de un animal”.

Esta pequeña chispa de atención, le provocarían a un joven Ortega de 22 años las ganas de querer aprender el oficio de manos de Jesús Andújar, prácticamente su maestro, el cual le enseñó “todos los trucos que conozco hoy. Por ejemplo, aprendí las diferentes maneras que hay para que se vean bien los dibujos en un animal o los diferentes estilos de letras que puedes crear con las tijeras. Todo lo que conozco, lo sé gracias a él”.

La labor de esquilador le enseñó a Manuel Ortega la importancia de ser paciente, debido a que “cualquier error que lleves a cabo con unas tijeras, ya no tendrán ninguna solución”. Por ello, desde el primer minuto que entró a este mundillo supo que esquilar una mula no era una cosa que se llevara solo un par de minutos, sino horas y horas donde la imaginación es clave para “poder plasmar todos los dibujos que tienes en mente para el pelaje del animal”.

Todo esto utilizando únicamente unas simples tijeras con una hoja vuelta para no poder dañar al animal, provocando que para dejar bien a una mula, el esquilador tenga que dedicarle “cerca de cinco horas, siempre y cuando no se te duerman las manos o tú mismo te hagas heridas”. Sin embargo y pese a estos inconvenientes, “es un trabajo muy satisfactorio cuando piensas que haces algo que ya apenas se hace”.

Un oficio con «los días contados»

Porque sí, al igual que muchos otros oficios que hemos visto aquí en el periódico, el trabajo de esquilador de mulas es uno que está ya no solo en peligro en extinción, sino casi extinto, como consecuencia de que “no hay gente joven interesada en un oficio que de por sí es sacrificado al tener que atender a las mulas los 365 días del año”. Esto, está provocando que no exista un relevo general y que, por ejemplo, Manuel Ortega sea de los esquiladores más jóvenes en Tomelloso y posiblemente en la región de Castilla-La Mancha.

Ortega tiene claro que el “oficio de esquilador de mulas tiene los días contados”. Algo que le entristece enormemente porque sabe que “un pilar clave de la romería son las mulas”. No obstante, esto no lo está frenando a la hora de querer buscar soluciones, “una de las ideas que se me ocurren es reunir a las asociaciones de los pueblos vecinos y organizarnos para sacar adelante proyectos de aquello que nos gusta”.

Torre de Gazate Airén

Finalizaba esta entrevista con Manuel Ortega recordándome lo siguiente: “sé que los avances tecnológicos están ahí y no se puede luchar contra eso, pero todos debemos entender que hay luchas que nos conciernen a todos, y el mantenimiento de las tradiciones en Tomelloso creo que es una de ellas”.

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