Asuras, azogue, majo, peazo, poyete, ristra… Parecería que con estas palabras estoy hablando una lengua que no es el castellano, que me ha dado por sacarme de la saca un par de palabrejas. Pero ni mucho menos, esto tan solo es un reflejo de lo enriquecedor que es la lengua tomellosera, porque sí, las buenas gentes de Tomelloso hablaban y hablan así, con palabras tan únicas que han necesitado tener su propio hueco en un diccionario donde se pudieran consultar su significado.
Algunos pensarán que estas palabras son tan solo vulgarismos o un reflejo de la poca cultura que hay en Tomelloso, pero y si te dijera que hay palabras que están en la Real Academia Española (RAE) gracias al vocabulario tomellosero, como por ejemplo el ser bacín o la acción de bacinear, entre otras muchas. La lengua tomellosera es algo que está implícito en el ADN del español promedio, del castellanomanchego que trabaja en el campo y del tomellosero que se sienta a tomar algo en una cafetería del Sánchez.
El Diccionario Tomellosero, un pilar esencial de la historia de Tomelloso
En la actualidad, gracias a escritores como Julio Pérez Cuartero, un fanático investigador de Tomelloso, contamos con el Diccionario Tomellosero, una obra que recopila “más de 4.000 palabras que decían las buenas gentes de esta localidad siglos atrás y que yo empecé a recopilar en los años 70”. Cuartero, empezó a interesarse por la lengua tomellosera tras su establecimiento en la localidad y conversar “con las personas mayores en la Plaza de España, unos señores con boina que decían unas palabras y unas frases únicas”.
Como bien destaca el escritor, “aquellos tomelloseros hablaban con una filosofía que me dejaba asombrado”, lo que hizo que aprovechara su labor como docente para pedir a sus alumnos que le trajeran todas aquellas palabras y frases que no conocieran de sus abuelos, “recuerdo acabar con una barbaridad de hojas llenas de palabras de todo tipo”. Tras esto, Cuartero tuvo que seleccionar solo aquellas palabras que tuvieran un significado diferente al de la RAE o que no aparecieran directamente, ya lo que él buscaba era “ver cuán extenso podía ser un vocabulario netamente tomellosero”.
Después de muchos años de recopilación y selección, el investigador acabó con miles de palabras que recorrían el vocabulario al completo. Por ello y gracias a sus amistades con Los Canuthi, “una asociación llena de personas que hablan de Tomelloso con una pasión como ninguna”, el escritor consiguió en el año 2011 publicar el Diccionario Tomellosero.
La figura del tomellosero
Si bien Julio Pérez Cuartero tiene claro que el vocabulario tomellosero no ha aumentado desde entonces y que las nuevas generaciones ya no conocen muchas de estas palabras, quería al menos “dejar escrita parte de la historia de Tomelloso y que no se perdiera su idiosincrasia”. Porque hablar de esta localidad, no es solo referirnos a su lenguaje, es hablar de “una ciudad catral (fuera de lo normal), llena de personas emprendedoras y cultas”. Por ello, cuando Cuartero escucha a gente decir que los tomelloseros son unas personas palurdas o incultas, él solo puede cerrarles la boca con hechos, “tenemos grandes escritores y poetas de la literatura española, uno de los mejores pintores realistas internacionales en Tomelloso, somos personas trabajadoras y honradas.
Para este veterano escritor, el único problema que tienen los tomelloseros es “que no saben promocionarse bien, porque el espíritu tomellosero es inminentemente introvertido”. Sin embargo, el investigador tiene claro que esto está cambiando con las nuevas generaciones, “cada vez veo a más gente joven valiente y emprendedora que no tiene miedo a exigir cosas para esta ciudad”.
El autor del Diccionario Tomellosero confiesa que tiene muchos proyectos en mente a pesar de su elevada edad, “quiero finalizar un proyecto que tengo a medias sobre juegos tradicionales y populares que se llevaban a cabo aquí y me gustaría publicar lo antes posible un recopilatorio de toda la historia de Tomelloso, con sus personajes más emblemáticos, sus calles, la importancia de Ismael de Tomelloso, etc.” Por ello, tan solo espera que “pueda aguantar muchos más años aquí y no me lleven antes de tiempo al corral de los callaos (el cementerio). Y si me llevan, pues que me dejen al menos un móvil para que pueda bacinear un poco, que tiene pinta que se me harán muy largos los días allí”.