Desde enTomelloso.com hemos querido conocer en profundidad a uno de los pilares de nuestra historia, y por eso le hemos dedicado una serie de entrevistas que iremos sacando a la luz de forma ordenada y coherente. Hablar con José Luis Albiñana es encontrar un libro abierto sobre la historia de Tomelloso (y también de España) de los últimos 100 años. A punto de cumplir los 96, este prodigioso archivo humano nunca deja de sorprendernos, y la única dificultad estriba en poder poner orden a un torrente de recuerdos y anécdotas.
La historia de Tomelloso la han estudiado y redactado grandes escritores e historiadores como Francisco García Pavón, Dionisio Cañas o Lorenzo Sánchez, pero detrás de esa historia hay toda una intrahistoria, una inmensidad de anécdotas que José Luis retiene en su inmenso archivo neuronal.
Durante estas sesiones con “Pona” (que aún no han acabado) hemos diseccionado su vida, una vida que comenzó pocos años antes de la segunda república, con una niñez perturbada por una trágica guerra civil, y una adolescencia de posguerra en la que nuestro protagonista fue definiendo sus aficiones y sueños. Nuestro protagonista se adaptó a los tiempos, aprovechó cada ocasión que le brindó la vida, y vivió cada momento de forma plena. Trabajó en una gestoría, en el Servicio Nacional del Trigo, y después, durante muchos años en una farmacia, pero al mismo tiempo hizo teatro, se dedicó al deporte y a la enseñanza del mismo, jugó a baloncesto, fue concejal, y sobre todo fue periodista. Durante varias décadas fue el corresponsal del diario Lanza en Tomelloso, aunque también trabajó para varios medios, e hizo radio.
El decano de la prensa nos ha deleitado con decenas de anécdotas, y también nos ha ido contando muchas cosas sobre la historia de Tomelloso, anécdotas que enriquecen esa historia y la hacen más entendible. José Luís nos ha contado el origen de su mote, así como varios chistes que se hicieron sobre él, como el ya famoso chiste del Papa, en el que asomado a la plaza de San Pedro, el pontífice le reconoció y le hizo subir, y ya una vez en el balcón “Pona” junto al Santo Padre, unos turistas japoneses comentan entre ellos que quién es ese de blanco que está junto a “Pona”.
La “bacinería” es una cualidad personal que puede tener dos vertientes o connotaciones, una es la negativa que hace que sus poseedores metan las narices en la vida privada de los demás, y por otro lado está la “bacinería positiva”, aquella que poseen personas como José Luís, que consiste en una curiosidad innata y tremenda por todo, tener una mente inquieta que intenta aprender y acaparar experiencias y conocimientos, y en ese aspecto él es un maestro que nos ha inspirado a muchos de nosotros. Este adjetivo tan manchego (bacín) tiene su origen en los orinales o bacines que se colocaban debajo de las camas para las urgencias fisiológicas nocturnas, ya que estos eran testigos de primera mano de lo más íntimo de las personas. Nuestro hombre se reconoce cómo practicante de la bacinería en su vertiente positiva, la de su curiosidad innata, y el deseo de conocimientos y experiencias.
En los próximos capítulos conoceremos sus orígenes, sus evolución, sus anhelos y sueños cumplidos, sus muchísimas experiencias vividas, y cómo fue testigo de muchos hechos históricos. En breve iremos publicando un resumen biográfico de las charlas que con él hemos tenido la escritora argentino-tomellosera, Cristina Gargiulo, y un servidor. No será esta una biografía resumida, ya que nuestro protagonista está escribiendo sus memorias, y sería muy pretencioso por nuestra parte intentar hacerla. Lo nuestro es un acercamiento a este pequeño gran hombre a través de sus recuerdos, y al mismo tiempo conocer nuestra historia de los últimos cien años. En esta serie intentaremos ser lo más objetivos posible, aunque a un servidor le pueda resultar una difícil empresa, ya que estoy en deuda con él desde hace 50 años cuando me salvó la vida.