¿Alguna vez te has parado a pensar en los efectos que producen los avances tecnológicos y el paso del tiempo? Es común creer que todas las personas estamos mucho mejor hoy gracias a toda la tecnología que tenemos a nuestro alcance que en el pasado, y si bien gran parte de esta afirmación es cierta, hay cosas que por el camino no se suelen llegar a tener en cuenta.
Por ejemplo, ¿has pensado en alguna ocasión en todos los oficios que se han perdido o están en peligro de extinción? ¿Qué pasa entonces con esos puestos de trabajo? ¿Qué sucede con esas personas? El día de hoy quiero hablaros de Florentino Guijarro, un veterano herrador de la localidad que ha visto todos los cambios que han ocurrido en su profesión, tanto los positivos… como los negativos.
Los inicios de Florentino Guijarro en la profesión
Hablar de Florentino Guijarro, es hablar de un tomellosero con más de 30 años de experiencia en la profesión de herrador, un oficio que aprendió gracias a ayudar a muchos herradores “cogiendo manos y patas de muchos caballos y mulas durante mi juventud”. Sin embargo, Guijarro confiesa que fue su padre, tratante de caballos y mulas, el que le enseñó la sensibilidad de estos animales, “en su trabajo veías lo peor de lo peor, ahí aprendí la importancia que tiene una buena alimentación, lo complejo que es cuidar el casco de un caballo y una mula y las posibles enfermedades que pueden llegar a tener debido a un mal cuidado por parte su dueño”.
Esto sentaría las bases del gran profesional que es hoy Florentino Guijarro, el cual destaca nunca haber dejado a un animal cojo por la “gran maña que le ponía a mi trabajo con cada herraje que hacía”. Como resultado de esto, el tomellosero ha llegado a herrar cerca de 400 animales en un solo año y a tardar una hora y media por caballo “dependiendo de lo tranquilo que este estuviera”.
Todo ello en un trabajo en el que constantemente ha ido evolucionando, ya que como bien cuenta Guijarro, sus inicios fueron bastante humildes, “con unas pocas herramientas y una moto, me desplazaba de aquí para allá haciendo cualquier trabajo con el que pudiera ganar más experiencia y algo de dinerillo extra”. El herrador destaca que con el paso de los años compraría una furgoneta con la que “tener mayor espacio y profesionalizarme aún más” que le permitiría acudir a más particulares e incluso centros de hípica, clientes habituales de los herradores.
La importancia de un buen herraje
Y os preguntaréis, ¿cómo de complejo es la labor de herrador y qué se debe tener en cuenta? Lo primero, que los cascos es la parte más importante de los caballos y las mulas, crece un centímetro al mes y hay que hacerle una revisión cada 60 días para su corrección. Lo segundo, que las manos (anteriores) y las patas (posteriores) son diferentes en forma y, por tanto, necesitan una herradura totalmente distinta, teniéndose en cuenta además la labor que vayan a llevar a cabo estos animales y existiendo, en consecuencia, hasta 14 variedades de herraduras.
Tercero, que herrar es una tarea de precisión y maña, ya que un mal herraje puede dejar “cojo a un animal por incluso 3 meses. Al fin y al cabo somos los ortopedistas de los animales y nuestra función es clave”. No obstante, Florentino Guijarro comenta que existe la variedad del barefoot o pie descalzo, que consiste en que “el animal puede llegar a no necesitar unas herraduras si el terreno que pisa no es muy pedregoso o duro y si está bien alimentado”. Ya que como bien recuerda el herrador, “estos animales son muy sensibles, es esencial que tengan un buen alimento que les permita fortalecer el casco”.
En caso de una mala alimentación, el animal puede llegar a contraer el hormiguillo, que consiste en el desprendimiento del casco por falta de vitaminas o peor aún, la infosura, “una de las enfermedades más peligrosas y mortales de los caballos y mulas que los puede dejar cojos de por vida”. Esta se puede producir por una malnutrición, por deshidratación e incluso un sobreesfuerzo y esta enfermedad se puede reconocer si el casco del animal está caliente.
A todo esto, debemos añadirle que estamos ante una profesión peligrosa en el que “te juegas el físico con cada animal al que le haces un herraje”. Al fin y al cabo, estamos hablando de unos animales con una fuerza descomunal que suelen pesar los 600 o 700 kilos y que se asustan con muy poco. Por ello, un solo golpe de una de sus patas pueden provocar al herrador distensiones musculares e incluso ruptura de huesos, algo que le llegó a suceder Guijarro en una ocasión.
El futuro del oficio de herrador
Entonces, si es un trabajo tan clave para el mantenimiento de estos animales, ¿por qué está en peligro de extinción? Florentino Guijarro nos comenta que “por un lado, cada vez es menor el número de mulas, y luego los caballos han dejado de ser un animal de trabajo y se han convertido exclusivamente en uno de ocio, por lo que son sus particulares los que se suelen encargar de ellos”. El fácil acceso a cursos de formación de herraje vía internet y la peligrosidad del oficio, están provocando que “la labor de herrador esté muy poco valorado, siendo que somos los ortopedistas de estos animales y que nos jugamos el físico para solucionar sus dolores”.
Guijarro tiene claro que si bien este oficio terminará desapareciendo, está satisfecho de “todo el trabajo que he hecho durante estos años” y se alegra de ver que “cada vez son más los propietarios de caballos que se preocupan de verdad por estos animales tan sensibles”. Por ello, si bien el futuro no resulta muy alentador para los herradores de España, Florentino Guijarro cree que es la evolución natural de las cosas y que quizá “el barefoot sea el futuro para estos animales”, quizá la herradura pase a ser un símbolo más de la historia del pasado.