Entre las causas del envejecimiento de la población en la España Rural cabe señalar la emigración, la disminución de la tasa de natalidad, y el aumento de la esperanza de vida.
La emigración es algo que hemos heredado del siglo pasado, sobre todo entre 1950 y 1970, motivada por la atracción de la industrialización de España sobre todo en grandes ciudades, frente a la poca rentabilidad del campo. En nuestro tiempo, sin embargo, sigue la emigración por la falta de empleo para los jóvenes en los núcleos rurales, de forma que lo habitual es que cuando esos jóvenes salen del pueblo para realizar sus estudios de bachillerato o universitarios, no vuelvan al pueblo por no haber posibilidades en él de horizontes laborales.
Paralelamente a este fenómeno se están produciendo, en las últimas décadas, dos situaciones de signo contrario al de la emigración: una es la concentración de población en las cabeceras de comarca y otra que la inmigración de extranjeros está llegando a algunos núcleos envejecidos. Efectivamente, en los últimos años se está registrando una concentración de la población en torno a las llamadas “cabeceras comarcales” que, como consecuencia, muestran una tendencia totalmente contraria a la de los pueblos pequeños. La causa de esta atracción se puede encontrar en que hay personas que buscan mayor calidad de vida, una menor contaminación, y que, además, suelen haber sido expulsadas de la urbe por los precios de la vivienda. Se une a ello el hecho derivado de la falta de servicios en los pueblos pequeños de la comarca, especialmente sanitarios y escolares, que obligan a una continua movilidad hacia la cabecera comarcal donde sí se dan esos servicios. Otro motivo de movilidad/emigración a la cabecera comarcal es que en los pequeños pueblos hay profesionales de los más variados oficios (carpintería metálica, escayolistas, alicatadores, electricistas..) que residen en sus pueblos, pero que gracias a la mejora de las infraestructuras viarias y de la generalización del automóvil, se desplazan diariamente a los núcleos urbanos para desarrollar sus oficios.
La natalidad, como no podía ser menos, teniendo en cuenta la disminución de los efectivos junto con el envejecimiento de la población y la mentalidad antinatalista dominantes, ha disminuido de forma espectacular, de forma que el futuro demográfico de nuestro país, si se perpetúan las cifras actuales de fecundidad y envejecimiento, será sumamente preocupante ya que España no quedará vacía porque nos hayamos ido a vivir a otro país sino por falta de hijos. Efectivamente, el índice sintético de fecundidad (número de nacimientos en relación al número de mujeres en edad genésica) que ha de ser para mantener equilibrada y estable una población de 2,1 nacidos por mujer, es decir, 2 hijos por mujer, con el fin de poder reemplazar a los padres, en el último año, con la Covid-19 de por medio, esta tasa fue, en el conjunto de España, de 1,18 niños por mujer (2020), valor que nos sitúa a 3 décimas por debajo de la media de la UE. Esta tasa tiene su nivel más bajo en las comunidades de Galicia (1,02), Cantabria (1,07) y Casilla-León (1,1). Castilla-La Mancha se encuentra en una posición intermedia con un valor de 1,21, teniendo en cuenta que la máxima se da en Melilla y alcanza el 1,67, y que, a nivel provincial se distribuye de la siguiente forma: Albacete (1,21), Ciudad Real (1,19), Cuenca (1,24), Guadalajara (1,23) y Toledo (1,30). No obstante, para evaluar mejor estas cifras basta tener en cuenta que, en 1976, esta tasa era de 2,77 en el conjunto de España.
Si descendemos a las provincias con menor tasa bruta de natalidad (nacidos por c/ 1000 hab.) nos encontramos con los siguientes datos: Asturias (4,70), Ourense (4,78), León (4,98), Lugo (5,13), Ávila (5,60), Palencia (5,89), Pontevedra (5,99) que en lo que respecta a Castilla-La Mancha son los siguientes: Guadalajara (4,40), Cuenca (6,00), Ciudad Real (6,94), Albacete (7,13) y Toledo (7,73). Es decir, hay una gran correlación de estos valores con las provincias más afectadas por la España Rural, mal llamada vacía/vaciada, donde no hay jóvenes en edad de procrear, y ello sin tener en cuenta que los datos que anteceden son más altos que los que se dan en esta España vacía debido a que en ellos está incluida toda la población de las respectivas provincias con sus capitales y núcleos urbanos.
Este desequilibrio poblacional también afecta a la proporción de hombres y mujeres, situación que afecta a la formación de familias y a las desigualdades de género en materia laboral ya que los mercados rurales de trabajo son muy pequeños y fuertemente segmentados por el sexo de los trabajadores ya que los hombres ocupan los mejores puestos de trabajo y acceden con mayor facilidad a las oportunidades de empleo fuera de la localidad, gracias a su mayor movilidad. Las mujeres, por su parte, se ven limitadas a ocupar empleos en la propia localidad, en general, con poca exigencia de cualificación y, la gran mayoría trabajan en el propio domicilio, dado el mayor peso que ellas soportan en las tareas domésticas y en la atención de los mayores, generalmente dependientes, amén del mayor esfuerzo que han de hacer para acceder a mercados fuera de la localidad. Es decir, para los hombres la causa principal de su permanencia en el mundo rural es el arraigo patrimonial y económico, mientras que para las mujeres es la familia.
Junto a esta realidad está la falta de mano de obra para hacer las tareas agropecuarias que exigen gran esfuerzo y, por tanto, resultan imposibles de realizar por los habitantes de la España Rural que tienen una edad elevada y, en gran medida, dependientes.
En los últimos años se han tomado algunas iniciativas encaminadas a atraer población a los pueblos mediante la oferta de casa y trabajo cuyo resultado está por ver ya que, a día de hoy, ha sido muy poco significativo el número de atraídos al mundo rural: son numerosas las páginas de internet que promueven este tipo de llamada de oferta de vivienda gratis y trabajo. En la misma línea de iniciativas de atracción, aunque con una esperanza mayor, ha sido el trabajo a distancia (teletrabajo) con motivo de la pandemia de la Covid-19 que de nuevo hemos de afirmar que la expectativa ha sido mucho mayor que la realidad.
La inmigración extranjera, aparte de su utilización coyuntural en la recogida de cosechas, está empezando a tener una cierta relevancia en algunos municipios de la España Rural ya que los extranjeros ven una oportunidad laboral en las zonas rurales a la vez que aportan habitantes, niños y mano obra, llegando a representar, en algunos pueblos, más población que los nativos. Sirvan de muestra los siguientes: Torre del Burgo -Guadalajara-con el 88,5%; Lliber (Alicante), con el 70%; Partaloa (Almería), con el 68%; Heras de Ayuso (Guadalajara), con el 65%; Fuente el Olmo de Fuentidueña (Segovia), con el 55%); y Taragudo (Guadalajara), con el 53%. No obstante, la distancia a las capitales provinciales o cabeceras comarcales, el empleo, el precio de la vivienda y la dotación de servicios sanitarios y educacionales, son factores muy determinantes de estas llegadas de extranjeros.