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viernes, 20 diciembre
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Emprender es eso

Artículo de opinión de Ramón Castro Pérez, profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

Uno, que acaricia ya el medio siglo de edad, recuerda perfectamente que los viernes daban el 1,2,3 y que, los domingos por la tarde, la pantera rosa se bajaba de un espectacular deportivo. Además, si hago memoria, podría ver las caras de mis hermanos y mis padres. La televisión se veía en familia y la información, en aquellos años de adolescencia, me la proporcionaban, casi a partes iguales, el videoclub, los 40, los libros que mandaban en el instituto y los documentales de la 2.

— ¡Lo he visto en la tele! —decíamos para convencer a los incrédulos.

Las compras se hacían en las tiendas. En mi caso, era «la de la esquina» y, aunque despachaban dos hermanos, entre la conversación, el pesaje en la balanza y las cuentas a «boli» y en papel, se iba media tarde en hacer el recado.

Hoy, la tecnología nos lo ha cambiado todo. Quien tiene hijos adolescentes lo sabe: es muy complicado que todos estemos mirando una sola pantalla (incluso lo es que estemos todos juntos en la misma habitación). Del «lo he visto en la tele» hemos pasado al «Facebook», al «Twitter» y al «Youtube» (según la edad, se usa uno diferente). Las compras, para terminar, ágiles y más aún si son a golpe de clic ¿Qué es una tienda sino un ecommerce?

¿Quieren prosperar con su nuevo modelo de negocio digital? Deberán tener en cuenta una gran cantidad de variables (¡y de términos anglosajones!) aunque será indispensable que creen valor al cliente en forma de ahorro de tiempo. Procuren que la primera piedra de su nuevo proyecto de negocio sea esa. En caso contrario, no conseguirán nada.

A poco que reflexionemos, advertiremos que lo que destaca de la propuesta de valor de cualquier negocio de éxito es el ahorro de tiempo ¡Y lo hemos conseguido! Nunca antes habíamos tenido los clientes tanto tiempo libre ¡Nunca!

Los que ya tenemos unos años, al menos, hemos visto otros mundos. Fue en ese pasado memorable cuando derrochamos nuestro tiempo en informarnos y en comprar, llenando nuestras vidas de experiencias y relaciones sociales. Sabemos lo que es una cola y lo que significa «colarse», pedir la vez, esperar a que abran, buscar las ofertas, diferir las recompensas, llegar a casa para poder llamar por teléfono, ir al cibercafé a consultar el buzón de correo electrónico, navegar a golpe de módem, traer las vueltas sanas y salvas, buscar a la pandilla cuando llegabas tarde y ya se habían marchado hacia quién sabe dónde, abrir una lata de atún sin abrelatas, hacer veinte kilómetros con la bicicleta sin avisar que ibas, sacar una canción de oído con la guitarra, rebobinar una cinta con el «bic», escuchar la radio, hacer los trabajos con la «Larousse» de la biblioteca, esperar los diez minutos del «fotomatón», mirar los negativos al trasluz o pasar horas en un banco del parque sin mirar pantalla alguna, por decir algo.

—¡Sabíamos emprender! ¡Eso que ahora enseñáis en las escuelas! ¡Emprendimiento, lo llaman!

La revolución tecnológica, tan necesaria e inevitable, también ha vaciado nuestras vidas despojándonos del tiempo empleado en las tareas cotidianas. Y, de momento, parece que nos cuesta saber qué hacer con él.

Por eso, a nuestros alumnos los ponemos a hacerse facturas unos a otros o los mandamos a que pregunten por las tardes en las empresas si hacen contratos fijos, si cuidan el medio ambiente o si hablan con sus empleados. Les decimos que pregunten a los «boomers» cómo eran antes los coches (sin ABS ni dirección asistida), que redacten los Estatutos de una nueva asociación juvenil o los instamos a que hablen con el autónomo del piso de al lado. De buena tinta sé que Tomás los llevaba al ayuntamiento para que preguntaran cosas (de papeles y todo eso), que Juan Pedro les pide que entrevisten a sus abuelos para hablar de cómo ha cambiado la vida o que Antonio los pone a asegurarse, a ver quién cobra la prima más adecuada para poder hacer frente, más tarde, al suceso asegurado. Una vez hicieron limonada en el patio y por cientos se cuentan los mercadillos, las acciones solidarias, los concursos, las charlas promovidas por las Lauras, Mariví, Olga, Ana, Cristina, Elena, Raquel, Pilar o Brigi, que son muchas. Son nuestros alumnos los que dibujan los canvas de negocio y los «first early adopter» para identificar los «pain points» de la gente, los que tienen como tarea pensar en cómo reutilizar, en alquilar antes de comprar como modelo de negocio. Dibujar, pensar, estar juntos, repartirse el trabajo, ceder, negociar, discutir, redactar, … Llenar el tiempo que les ha quitado la tecnología. Emprender es eso y somos legión los profesores y profesoras de Economía que tratamos de enseñarlo diariamente en los IES.

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