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jueves, 26 diciembre
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El tú, el mecanismo, el banco y el exilio

El cierre de oficinas bancarias es uno de los resortes de la “España vaciada”

Hace unos días me encuentro con una compañera en el Mercado de Abastos mientra esperaba mi turno para comprar el pan. Llevaba unos meses exiliada de Andalucía en un empleo temporal y acabada de regresar. Tras comprobar que no llevaba dinero en efectivo salió de la plaza en busca de un cajero donde sacar dinero. Lo había intentado el día anterior, pero el banco al que había acudido indicaba que era necesario trasladarse 25 kilómetros para encontrar una de las pocas sucursales que quedaban del Banco Sabadell en la provincia.

Tras desearle suerte en la búsqueda de cajero me acordé de una noticia que había visto de refilón en un telediario en la sección que hay entre la propaganda de Zelenski y las paridas de Ayuso. El banco Sabadell casi duplica sus beneficios ganando 709 millones hasta septiembre de 2022, y acuerda el aumento del porcentaje de las ganancias que reparte entre los accionistas a un mínimo del 40 %. Tras revisar la noticia en la sección de economía del periódico El País, entre cifras y cifras de crecimiento y beneficios no aparece en ningún lugar que han cerrado oficinas y despedido trabajadores. El periódico “independiente” solo señala que los costes de la compañía descendieron “principalmente por los ahorros en gastos de personal tras llevarse a cabo los planes de eficiencia en España, así como por una reducción de los gastos generales”.

En definitiva, echar a gente y cerrar oficinas es para el Banco Sabadell y para el periódico El País ahorrarse gastos de personal para ser más eficientes. Sus dueños son tan ricos que además de comprar negocios son capaces de comprar gente para que utilice este lenguaje tan soez y pase por técnico y objetivo.

Pero, para la gente normal, el cierre de una oficina bancaria va desde la molestia de tener que buscarse otro cajero hasta la desesperación de tener que volver a buscar un empleo intentando sobrevivir con el subsidio, la pensión del padre o la madre, o los préstamos de un banco online de esos tan modernillos que se anuncian diciendo que son el ‘banco no banco’.

Deduzco tras ver varias veces los anuncios del ‘banco no banco’, procurando no marearme con las secuencias de jóvenes de capital vestidos con ropas coloristas y modernillas mirando al móvil con ojos como platos de alegría, que ‘un banco no banco’ es un banco que no tiene ni una oficina, ni un cajero, ni una sola persona con la que puedas tratar cara a cara.

Lo bueno que tiene cualquier establecimiento con empleados en cualquier pueblo o ciudad: empleados con sus familias que se quedan a vivir en la localidad, trabajadores que se toman el café en la zona y hacen algunas compras, el propio alquiler del local que da beneficios económicos a sus dueños, las obras y acondicionamientos del propio local que realizan empresas de la zona… Todo eso y mucho más se pierde cuando el banco es no banco.

La consigna que utilizan es que tú eres el centro de todo. Es la perspectiva individualista y hedonista, funciona mediáticamente, y además estos del no banco intentan que te creas muy listo y que te mereces un C1 en inglés por lo menos, porque entiendes el “Pásate al do you thing” que sucede al eslogan del “Pásate al banco no banco”.

Y es que las consignas individualistas se están imponiendo. Pretenden que seamos tú y tu mismo con tu mecanismo. El mecanismo es el móvil y te permite gestionar tu consumo y tu dinero sin la molesta presencia de otro ser humano, ya sea el cajero del banco o la tendera que vende el pan en la plaza.

Todavía quedan bancos en las plazas, de los de sentarse, bancos que en noviembre empiezan a ser ocupados por gente que busca un jornal en la aceituna, personas exiliadas de sus países, de sus pueblos y sus familiares, que no tienen más remedio para sobrevivir que vender su fuerza de trabajo por debajo del umbral de la legalidad y la pobreza. Personas que por las noches a veces encuentran un lugar para dormir en algunos de los pocos bancos que no han cerrado o en algunos de los pocos pasajes comerciales que ofrecen freno al viento del norte entre carteles de se alquila, se vende o se traspasa.

Personas que vuelven del exilio en búsqueda de cajero para sacar dinero para las compras, personas que han perdido el empleo tras el cierre de una sucursal bancaria, personas que venden el pan en la plaza, personas que guardan turno para compralo, personas que han emigrado a la capital en busca del éxito artístico y sobreviven actuando en anuncios de no bancos, personas que vienen de lejos en búsqueda de un jornal en la aceituna… Conformamos un nosotr@s que ni el tú ni el mecanismo podrá parar si nos unimos para que, como deseaba Jean Jacques Rousseau en el siglo XVIII, nadie sea tan rico como para poder comprar a otro ni nadie sea tan pobre como para verse forzado a venderse.

«Hay bancos pa quererse,

banco de atunes, banco de peces.

Torre de Gazate Airén

Hay banco en los parques

y bancos pa yo tenerte..

y banco por las esquinas

que a ti y a mi..

a todos nos chupan la sangre.

Pero al final de todo

tu vida depende de un Banco Banco.”

El Secreto de los bancos de Mártires del Compás.

Nuestro colaborador Oruart es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas.

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