La reciente aprobación de la Ley de la Viña y el Vino, necesaria “ante el vacío legal existente tras la derogación por parte del PP en 2012 de la normativa existente”, ha sido analizada por el coordinador regional de Izquierda Unida una vez elaborado el texto definitivo.
Juan Ramón Crespo considera que el Gobierno regional “ha dejado pasar la oportunidad de haber tramitado la regulación el sector con mayor profundidad elaborando una ley verdaderamente innovadora” porque, aprecia, “mucho de lo recogido en el documento ya se encuentra regulado en otras normativas”.
En este punto, el coordinador regional de Izquierda Unida Castilla-La Mancha evidencia “como ejemplo de la falta de valentía del Ejecutivo regional la escasa defensa de los pequeños y medianos agricultores”. Por ello, desde Izquierda Unida se invita a “beneficiar a los pequeños y medianos agricultores, que son los que trabajan directamente los viñedos, y por lo tanto, proceder de forma paulatina a bajar los kilogramos por hectárea” en lugar de “primar el beneficio de las grandes explotaciones”.
Lo denuncia así Juan Ramón Crespo porque “en la reglamentación del artículo 46, dedicado a las actuaciones en materia de regulación del sector vitivinícola se contempla la posibilidad de limitar los rendimientos de producción de uva por hectárea, pero no se atreve a cuantificarla”.
Esta falta de concreción propicia que los pequeños y medianos productores afirman que como norma general la producción debería estar como máximo en 20.000 kgs por hectárea para uva blanca y 18.000 kgs por hectárea para uva tinta, con destino a la vinificación, destinando las cantidades que superen estos topes a la producción de zumo de uva o de vino para la destilación de alcohol industrial.
Quienes superan las cantidades indicadas son principalmente “los grandes productores, que normalmente coinciden con esos grandes inversores que están hincando el diente en nuestra viña, que realizan grandes prospecciones para la captación de agua que destinan al regado de las viñas, por lo que transforman el cultivo de la vid, que ha sido tradicionalmente de secano, en un cultivo de regadío”. Lo que, aprecia, “lo convierte en un modelo insostenible para una tierra seca como la de Castilla-La Mancha, y que por el cambio climático, cada vez lo será más”.
De hecho, indica Juan Ramón Crespo que “si se hubieran marcado los topes indicados, aparte de la sostenibilidad de las explotaciones al limitar los regadíos, se hubieran obtenido otras dos ventajas que viene demandando el sector: una mejora de la calidad de la uva y una subida de los precios de la misma”, siendo los grandes beneficiarios los pequeños y medianos productores.