Se cumple ahora un año de la declaración del primer estado de alerta por la pandemia originada por el coronavirus SARS-CoV-2. Eso nos lleva a que después de 12 meses de la pandemia Covid-19 nos paremos a reflexionar cómo se han hecho las cosas para frenarla o detenerla, y, a la vista de los resultados, evaluar a sus responsables y aprender de los errores. A este respecto nos viene bien recordar aquella frase del cardiólogo sudafricano Bernard Shaw de que “El éxito no consiste en nunca cometer errores, sino en nunca cometer el mismo una segunda vez».
Sin querer ser exhaustivos, como diría Cesar Vidal, vamos a centrarnos en algunos puntos que, desde mi punto de vista, nos van a permitir realizar, con objetividad, la evaluación que nos proponemos:
1º) Hubo un retraso inicial a la hora de reconocer que el virus estaba en España y que se debían adoptar las medidas pertinentes y ello pese a la declaración de Emergencia de Salud Pública de la OMS y a los avisos que desde este organismo se hacían desde hacía una semana; a las muertes que se estaban produciendo en China; a la aparición de casos en distintos países de nuestro entorno, especialmente Italia…. El Gobierno decidió infravalorar el riesgo, desatender las advertencias y potenciar las manifestaciones del 8-M llegando a autorizar 480 de ellas (sin incluir Cataluña) a las que asistieron 600.979 personas que actuaron de focos de trasmisión y dio lugar a que el 13 de marzo los muertos superaran el centenar. En la misma línea de fallo puede incluirse el hecho de que el presidente del Gobierno anunciase con 24 horas de antelación el estado de alarma generando gran número de desplazamientos por el país antes de su cierre, hecho que, sin duda, contribuyó a la difusión del virus.
2º) Falta de previsión en los suministros sanitarios y fallos en las compras de este tipo de materiales en los momentos iniciales de la pandemia y ello pese a que el entonces ministro Illa asegurara el 22 de enero que España estaba “sobradamente preparada” para hacer frente a la epidemia y, consecuente con su afirmación, no hizo aprovisionamiento de material. Esta actitud propició que hubiese más de 125.000 profesionales sanitarios infectados, lo que supone el doble que en el resto de países, y dio lugar a que hubiese una denuncia de este colectivo y el Tribunal Supremo ordenara al Ministerio de Sanidad que proveyese de equipos de protección al personal sanitario, sin olvidar en esta política ministerial que Illa ordenó que todos los sanitarios afectados se incorporaran a sus trabajos a los 7 días aún sin estar curados, orden que hubo de rectificar a los pocos días y determinar que no volviesen hasta que no terminase el periodo de asilamiento; o que le facilitaran material defectuoso. Por esta actitud de “sobrados” los precios de compra fueron 20 veces más caros. Para completar el cuadro de la actitud del Gobierno con los profesionales sanitarios, somos el único país de la Unión Europea donde existen profesionales de la sanidad privada aún sin vacunar. Como si el virus distinguiese entre lo público y lo privado.
3º) El gobierno de Pedro Sánchez ha mentido en numerosas ocasiones a los españoles para ocultar sus fallos o nos ha dado explicaciones que rayan en el mal gusto. Veamos unas cuantas muestras: a) Sánchez afirma que un estudio de la Universidad de Oxford, otorga a España la puntuación más alta de los países occidentales en la respuesta frente al coronavirus. La realidad es que, según ese estudio, reaccionamos al nivel de Afganistán o Botsuana; b) La ministra para la Transición Ecológica sostuvo que la buena gestión de Portugal en la primera ola se debía a que el virus “venía del este y ellos están un poco más al oeste y entonces pudieron parar un poco antes”; c) La vicepresidenta Calvo explica la fuerte incidencia del coronavirus en España porque Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín están casi en línea recta y son las grandes ciudades “donde se ha dado un problemón del demonio”; d) El Gobierno defiende sus decisiones -especialmente las que van contra Madrid- en base a lo que le dice un “comité de expertos” que luego se demuestra que no existía y que tan sólo eran los funcionarios de Sanidad; e) Sánchez justifica el mayor número de muertos en España respecto a otros países aludiendo al “envejecimiento de la población española”, cuando, según Eurostat, España no está siquiera entre los 10 países más envejecidos de la UE; y f) Pedro Sánchez afirma, en una de sus interminables y soporíferas ruedas de prensa semanales, que la Universidad Johns Hopkins situaba a España en el quinto puesto en la realización de test de coronavirus, cuando esta universidad ni siquiera elaboró un ranking con tal comparativa.
4º) Ocultan el número de fallecidos que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, son alrededor de 100.000 personas fallecidas, mientras que para el Gobierno “solo” han sido 71.000. Pese a esta evidencia de los datos del INE, Sánchez y el PSOE siguen mintiendo sobre la cifra real de muertos por coronavirus y no reconocen nada más que aquellos a los que se les ha hecho PCR. Sin embargo, la cifra de fallecidos, para que midamos mejor su alcance, es como si hubiesen fallecido todos los habitantes de Ciudad Real y Puertollano juntos.
Con estas consideraciones, que son solo unas pocas pero apoyadas en datos, yo, personalmente, suspendo al Gobierno Sánchez en su gestión de la pandemia y le invito a marcharse, Ud., amigo lector, no se que pensará pero quiero cavilar que no estará muy lejos.