El Covid-19 ha cambiado nuestras vidas. En unos cuantos meses, hemos visto aprobar 5 estados de alarma, han cambiado nuestros horarios, nuestras rutinas y se han alterado nuestras libertades. Cambió la forma de socializar, nos llevamos la oficina a casa, descubrimos el valor del teletrabajo, comprendimos lo que eran los trabajadores esenciales y valoramos más que nunca a nuestros servicios públicos de salud, que actuaron heroicamente. El Covid ha supuesto un momento de cambio, inesperado, trascendental, que nos plantea retos a corto, medio y largo plazo a quienes trabajamos con personas jóvenes en los servicios de información juvenil y de juventud en España, y, probablemente, en el mundo.
En nuestro país existen, bajo regulación autonómica, unos 3.200 servicios de juventud que atienden en materia de información a las personas jóvenes. Nacieron inspirados en los centros de juventud de Bélgica y Francia durante la Transición y actúan siguiendo los principios de la Carta Europea de Información Juvenil, rebautizada y actualizada en Lisboa en el año 2018.
Hoy, en plena pandemia, los servicios de información juvenil (SIJ) desarrollan su quehacer diario teniendo en cuenta la realidad de las personas jóvenes. Jóvenes que mostraron su implicación y compromiso, a través de diversas acciones voluntarias, durante el confinamiento, pero que aparecen hoy en discursos extendidos, que aluden a una falta de responsabilidad hacia la crisis sanitaria que estamos viviendo.
Así, durante este año largo, los servicios de información juvenil han tenido que cambiar o adaptarse a los nuevos retos que una juventud confinada y estigmatizada les demandaba.
¿Cómo puede adaptarse un centro de juventud a la pandemia y a la post-pandemia? Esta es la pregunta que nos hacemos en esta jornada y que quizás podamos responder si analizamos cómo se han ido transformando estos servicios durante el último año.
En un primer momento, durante el estado de alarma, los servicios públicos debieron adaptarse al confinamiento, realizando una transformación digital de los centros y puntos de información juvenil, cambiando asesorías y actividades presenciales, por jornadas y talleres online, vía Zoom o Facebook Live. Fue un agitado recorrido, de lo offline a lo online. Y no fue un proceso tan sencillo como pudiera parecer. Los SIJ partían de un contacto fácil y habitual con los jóvenes, con corresponsalías juveniles en los centros educativos y muchos trabajadores (unos 4.000, en España) que realizan tareas en los espacios juveniles, pero también en las calles. Durante los primeros tres estados de alarma, todo era única y exclusivamente online. El correo electrónico y el teléfono volvieron a ser medios de comunicación imprescindibles, las páginas web eran el “Tesoro de Sauron” y los canales de YouTube algo así como “la mágica escoba de Harry Potter”.
Superados esos primeros meses, volvieron a abrirse ciertos espacios juveniles y hubo que acostumbrarse entonces a un nuevo término: “con cita previa”. Los centros seguían siendo servicios abiertos, sin excepción, a todos los jóvenes, pero con la necesidad de concertar cita previa.
En el verano de la nueva normalidad, fueron muy pocos los que se atrevieron con las medidas vinculadas a la realización de actividades de tiempo libre dirigidas a la población infantil y juvenil. La pandemia también cambió los campamentos tradicionales de verano, y se apostó por nuevas modalidades para el ocio estival de niños y adolescentes, como los campamentos virtuales y urbanos.
En septiembre, el hecho de volver a las aulas significó un nuevo cambio y junto al “todo online” y al “con cita previa” los servicios de información juvenil pudieron recuperar la relación más directa con las y los jóvenes. Muchos centros, sobre todo los de municipios de pequeño y mediano tamaño, encontraron en los centros educativos una forma de llegar de nuevo a la gente joven, algo que podían compaginar con la atención telefónica y los mensajes de aplicaciones de mensajería instantánea. Y creemos que esa relación de los servicios de información juvenil con las personas jóvenes, a través de los centros donde estudian, va a determinar el presente y el futuro de los servicios de juventud.
El último Informe de la Juventud en España, presentado hace unas semanas, nos habla de una juventud online. Por lo que toca al uso de internet entre la juventud, se constata que aproximadamente el 75% de los y las jóvenes están, como poco, entre dos y tres horas diarias conectados a la red. Las actividades que realizan con más asiduidad son conectarse a las redes sociales, escuchar música y ver películas/series o consultar noticias. Por debajo de estas se encuentra el casi 70% de la juventud que usa internet para sus trabajos escolares o el 50% que usa internet para jugar a videojuegos.
Durante la pandemia, los SIJ han visto cómo ha mejorado su interacción en redes sociales y cómo han aumentado, de forma significativa, las consultas a través de mensajes en WhatsApp. Y probablemente –según confiesan algunos profesionales- muchas de esas consultas nunca se hubieran producido de forma presencial. El audio de WhatsApp o el mensaje en Instagram son formas rápidas y anónimas que, en localidades pequeñas donde todas las personas se conocen, han permitido ayudar más fácilmente a jóvenes con dudas, por ejemplo, en temas de salud o sexualidad que dan cierto reparo de exponer cara a cara.
Cada día más servicios de información juvenil incorporan WhatsApp como canal de contacto con las y los jóvenes de su localidad, debido a su dinamismo y universalidad.
La opción de digitalizar las consultas se está volviendo cada vez más común entre los profesionales. La información juvenil se presta a esta transformación digital. Las videoconsultas y la mensajería instantánea no solo pueden resolver dudas, sino que pueden mejorar la experiencia con el joven.
Pero es que además, lo online ha cambiado los destinatarios posibles de las acciones informativas y formativas de los centros. Unas jornadas sobre salud mental organizadas por un centro de Albacete, por ejemplo, pueden tener entre sus asistentes a chicos de Ibiza o de Madrid. Todo se amplifica. No hay distancias.
Y para completar la jugada, el modelo semi-online, viene a aportar más ventajas, porque el mismo taller donde hoy asisten jóvenes de forma presencial, puede ser grabado en streaming, y otras personas jóvenes pueden realizar ese taller de forma no presencial en su casa, por seguridad anticovid, o porque no quieren perder tiempo en el desplazamiento.
De igual manera, han aparecido nuevas formas de difusión de la información, como los canales de Telegram, que cada día consiguen más usuarios, y aunque muchos de ellos no sean jóvenes, sí son personas que necesitan información sobre temas relacionados con el empleo y la formación. Materias que, según un estudio publicado por el Instituto de la Juventud de España (Injuve) en 2019, aparecen como las más demandadas por los jóvenes en los SIJ, junto con la movilidad.
Resumiendo, estos cambios en los servicios de juventud, en los que estamos y los que vienen, significan una mayor interrelación con los centros educativos, implican una mayor digitalización en las actividades realizadas, y un cambio en la forma de proveer información veraz y de calidad, tanto a través de las respuestas a consultas informativas, como al trabajo que se realiza desde las asesorías. Hoy es habitual ver cómo los centros más grandes pueden atender, a través de una plataforma virtual, a jóvenes que necesitan orientación sobre sus estudios o resolver sus dudas sobre el alquiler de su vivienda.
Y por último, quisiera dejar planteadas algunas cuestiones que seguro que a lo largo de esta mañana vamos a hablar de ellas:
- Si debemos atender a los jóvenes tanto de forma presencial como de forma online ¿Cómo debemos adaptar nuestros espacios?
- Si en las acciones online son abiertas, ¿qué respuesta debemos dar a los jóvenes de otras localidades que utilizan nuestros recursos en formato online? ¿Y de otras edades?
- ¿Hacia dónde debe ir la formación de las personas que trabajan con una juventud online?
José Alberto Crespo
Doctor en economía y técnico en información juvenil