Cuando abusas mucho de algunas actitudes, se agotan. Es el caso de la paciencia, esa disposición que nos lleva a las personas a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. El problema es que cuando ese beneficio no llega o tarda mucho más de lo esperado, la paciencia se agota. Luego, están las actitudes que nunca se extinguen. De hecho, suelen ir a más. De entre ellas, me quedo con la solidaridad. Los expertos dicen que la solidaridad se aprende con la convivencia, y que es ahí donde nos damos cuenta de que es posible practicar la igualdad y el diálogo.
Estos meses de pandemia, a los que hay que sumar la reciente nevada con epicentro en Toledo, nos han puesto al límite de estas dos actitudes: paciencia y solidaridad. Y hemos comprobado de primera mano que la primera se acaba, mientras la segunda, crece. Por ejemplo, ahora leemos que se insulta a un político y pasamos a la siguiente noticia, sin fijarnos en una frase más. En cambio, nos enteramos de que una residencia está falta de comida o de que se acaban las reservas de grupos sanguíneos en el hospital y nos falta tiempo para movilizarnos. Algo bueno debería tener todo lo que estamos pasando, siempre con el recuerdo de quienes nos dejaron.
Con Filomena le hemos dado otra vuelta de tuerca a la solidaridad que apareció durante el confinamiento por el coronavirus. Cuánto ingenio. Al principio del temporal escuchamos esas historias de los sanitarios que, incomunicados, duplicaban y triplicaban turnos porque no podían llegar los relevos o aparecían en sus centros de trabajo, después de recorrer largas distancias caminando o con material de esquí prestado. Aisladas como nadie volvían a estar las personas mayores. No se lo merecen. Menos mal que nos habíamos empeñado en que aprendiesen a usar un teléfono móvil con videollamada para que, al menos, las muestras de cariño les llegaran de forma virtual.
Hemos llegado a odiar la nieve, quién nos lo iba a decir. Las imágenes de los camioneros paralizados en la carretera durante horas, ver a quienes no tienen hogar buscando refugio a menos 10ºC bajo cero o contemplar cómo se iban derrumbando muchas estructuras de nuestros municipios, nos ha partido el alma. Para poner remedio a estas situaciones extremas, efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad dependientes de todas las administraciones, así como la Cruz Roja y el resto de las entidades sociales, han vuelto a demostrar que, en medio del caos, estos profesionales dan lo mejor de sí mismos.
La solidaridad ha viajado esta última semana en un 4×4 con una pala en el maletero y se levantaba con agujetas. He tenido la fortuna de contar con un todoterreno disponible en la puerta de casa. No tenía pala, pero yo también me he encontrado con ese vecino anónimo dispuesto a prestarnos material, el mismo que ofrecía una ducha caliente en el WhatsApp del barrio para quien, tras la congelación de las tuberías, no dispusiera de agua corriente en casa. Va a ser verdad eso de que la solidaridad se aprende a base de convivencia. Menos mal que no se agota.