Sorprendido y escandalizado me quedé con el anuncio de la concesión de los indultos a los golpistas que hizo Pedro Sánchez, revistiendo la medida de concordia y dialogo, con el deseo de buscar un entendimiento con los independentistas catalanes y en contra de lo que había dicho en anteriores ocasiones sobre el particular, amén de la opinión de la justicia y del sentido común sobre el asunto; aumentó mi sorpresa y mi escándalo al añadir, a los pocos días, que se reanudaría la mesa de dialogo con el fin de acordar un referéndum pactado del que saliese la república catalana; siguió in crescendo mi estupor cuando una ministra del Gobierno (Sra. Belarra) plantea que Puigdemont vuelva a España sin ser detenido lo que supone no juzgar sus actuaciones en el “procés”; y llega al summum cuando observo que personas próximas al Gobierno comienzan, en estos últimos días, a hablar de “nación de naciones”.
Mientras iba creciendo mi asombro y mi escandalo ha caído en mis manos un artículo, firmado por Daniel Berzosa el pasado 10 de junio en El Debate, titulado “El Gobierno de Overton” cuya tesis esencial es que a través de la manipulación ordenada del público se puede pasar de que este considere un asunto como algo impensable, inaceptable e impronunciable a conseguir, con el trabajo manipulador adecuado, a que ese mismo público y sobre ese mismo asunto pase a aceptarlo y a desearlo. Es decir, pasar del blanco al negro. En esta operación de cambio juega, como es obvio, un papel determinante el que la sociedad a manipular sea tolerante, relativista, sin verdades objetivas, sin ideales firmes, donde -salvo minorías- no se acepta una división clara entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo que debe ser y lo que no: todo es igual de válido. Según se afirma en el artículo de referencia este es el credo del principal asesor del presidente del Gobierno, es decir, de Iván Redondo y, por tanto, hemos de suponer que el del propio Presidente.
En este proceso de cambio de la mentalidad que se proponen o, mejor dicho, de manipulación de la mentalidad, se diferencian cinco fases: radical, aceptable, sensato, popular y plenamente político. La primera fase podría ser aquella en la que Sánchez afirmaba con rotundidad, que no habría indultos; la segunda sería la actual: los indultos son necesarios por el espíritu de concordia y perdón que exige nuestra Constitución, olvidando, deliberadamente, que también la Constitución exige el cumplimiento de las leyes vigentes y, en cualquier caso, aplicarlas a todos por igual: ¿por qué algunos catalanes pueden utilizar la autodeterminación para salirse de España y la autonomía de Cantabria, por poner ejemplo, no puede hacerlo?. La tercera fase es la de la sensatez: hay que vender a la sociedad española que lo más conveniente y oportuno es “arreglar” el problema catalán de la forma que sea, pues con el enfrentamiento no vamos a ningún sitio, olvidando/omitiendo que el arreglo único posible es atenerse a la Constitución y no modificar esta para que el objetivo perseguido se consiga; la cuarta fase es popularizar y difundir esta opinión, sin dejarle espacio a ninguna otra salida y con ello el ambiente/clima ya está preparado; y, por último, la solución es darle una salida política tal como hacer de España una nación de naciones, un estado federal o confederal. En una palabra deshacer España.
Con esta forma de pensar y de actuar por parte del Presidente y su asesor principal se comprende mejor su actuación desde que accedió al Gobierno: pactos impensables con filoterroristas y separatistas o con comunistas populistas; cesión de competencias de prisiones al País Vasco acompañado del acercamiento de presos condenados por terrorismo; desprecio y falta de reconocimiento a las víctimas del terrorismo,…y proyectos como el indultos a los golpistas de 2017, la reforma del delito de sedición para favorecerlos, la implantación en España de una “nación de naciones”. Eso sí, según su Jefe de Gabinete, se ha de hacer porque “España necesita un poquito de estabilidad y este presidente se la va a dar” y se la va a dar, según entiendo yo, pretendiendo hacernos ver que si no se arregla el problema de Cataluña, toda España saldrá perjudicada, aunque ese arreglo no sea como todos los españoles quieran y decidan porque para eso son los depositarios de la soberanía nacional, sino como una parte de ellos -algunos catalanes- y los que quieren aferrarse al sillón del Gobierno, decidan. Los demás habríamos de aceptarlo con el fin de vivir en paz y quedarnos tranquilos. Según este esquema de trabajo los españoles nos quedaremos tranquilos cuando lo estén algunos catalanes y estos lo estarán cuando se salgan con la suya: con la independencia unilateral y en contra no solo del resto de españoles, sino de aquellos catalanes que no quieren la independencia. Si no aceptamos este esquema somos unos “intransigentes”, “poco dialogantes”, “vengativos” y quien sabe si hasta “fascistas”.
Nos trataran de hacer ver que lo sensato, con respecto a Cataluña, es ceder a sus exigencias en lugar de aplicar la ley. Pues va a ser que no.