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viernes, 20 diciembre
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En primera línea: Las funerarias

“Cada viaje que hacíamos al hospital nos generaba una tremenda incertidumbre, pensando en qué nos encontraríamos al llegar”

Otro de los colectivos que ha estado ahí en el frente de batalla ha sido el de los servicios funerarios. De la noche a la mañana se encontraron con un panorama desolador. Tuvieron que adaptarse de una manera muy rápida a la nueva situación: Se suspendieron los funerales, se cerraron los tanatorios, y ante el creciente número de fallecimientos, éstos tuvieron que convertirse en morgues.

“Fue una situación muy complicada”- nos cuenta el gerente de una empresa de pompas fúnebres- “ya que no estábamos preparados para esa avalancha. Pasamos de tener dos o tres fallecimientos diarios, a más de diez. Recuerdo un día en que no parábamos de hacer viajes al hospital a recoger fallecidos, y en algo menos de una hora el número de éstos pasó de seis a doce”. En aquellos momentos la situación debió de ser caótica. Imagino a éstos trabajadores sintiendo un momento apocalíptico, en el que no sabrían a qué atenerse, ni cuál sería el futuro inmediato. “Cada viaje que hacíamos al hospital nos generaba una tremenda incertidumbre, pensando en qué nos encontraríamos al llegar”.

Los protocolos de actuación también fueron cambiando sobre la marcha, y ante la avalancha de fallecidos decidieron organizarse para hacer el trabajo “en cadena”. Cada uno de los trabajadores se dedicaba a una sola tarea, y a pesar de ello, estuvieron varios días sin poder ir a casa a descansar, durmiendo a ratos en algún sillón del tanatorio; lo justo para poder seguir trabajando sin caer desfallecidos.

Fue también un cambio a nivel social, ya que se cerraron los tanatorios, y no se podían velar a los fallecidos, al igual que sólo podían ir al cementerio 3 o 4 personas al principio, luego el número subió a 10. El protocolo era de un entierro cada media hora, ya que los sepultureros no tenían tiempo para más. Además se perdió el contacto humano con los familiares de los fallecidos porque según nos cuentan los gerentes del tanatorio Virgen de las Viñas: “el servicio funerario es muy amplio, nosotros representamos para los familiares ese trato cercano en los momentos más duros, somos los que les resolvemos los problemas, y los que intentamos hacerles más llevadero ese mal trago. En aquel momento teníamos que gestionarlo todo por teléfono, de una manera fría y desnaturalizada, y eso era muy frustrante para nosotros”.

Otro protocolo de actuación era el de meter los cadáveres en dos bolsas (doble sudario) que se abrían una por delante y otra por detrás. Los funerarios debían comprobar la identidad del cadáver con el DNI, por lo tanto se exponían al contagio desde el primer momento. Así mismo tenían que desinfectar todas las instalaciones continuamente, y el coche fúnebre debía desinfectarse después de cada servicio. Todas estas cosas han hecho que las medidas de protección se extremaran.

Otra curiosidad es que los fabricantes de ataúdes tuvieron que triplicar los turnos da trabajo, y algunos de ellos tuvieron también problemas de abastecimiento de materias primas, eso hizo que los precios subieran, pero al mismo tiempo ellos no han podido subir los precios de los servicios funerarios, por una disposición del gobierno que les prohibía subirlos, lo cual ha hecho que las empresas funerarias tuvieran que asumir los costes.

Otro dato es que han aumentado las incineraciones, aunque en la zona de la Mancha ese incremento ha sido menor, pero en las grandes ciudades sí que se ha aumentado.

La vuelta a la “normalización” está siendo bastante rigurosa, y la gente en general se está comportando de manera muy cívica. Por otro lado, el hecho de que los tanatorios se cierren a las diez de la noche es algo que a la larga puede cambiar ciertas tradiciones un tanto negativas (según mi opinión), ya que las familias se veían obligadas a quedarse toda la noche velando el cadáver por el “qué dirán”, sin poder descansar, y con el consiguiente problema para la salud de los familiares.

Recordemos que hace un año, cuando el Covid atacó de manera más virulenta, estos trabajadores fueron otros de los que estuvieron al pie del cañón sin descanso y sin desfallecer, y a pesar de cumplir con unas medidas de protección especiales hay que recordar que ha habido un porcentaje de contagios y fallecimientos en este colectivo. Hay que recordar también que un gran porcentaje de fallecimientos se sigue produciendo en los domicilios particulares, por lo que el personal funerario tiene que seguir estando expuesto a los contagios con su trabajo necesario y poco valorado.

Los trabajadores de los servicios funerarios son el último eslabón del sistema sanitario, quizá el eslabón más amargo, unos trabajadores que también se merecen el reconocimiento por parte de toda la sociedad.

Manuel Buendía Pliego
Manuel Buendía Pliego
Persona inquieta y multidisciplinar. Artista plástico, profesor de dibujo y acuarela, diseñador, gastrónomo, y escritor aficionado. Ha publicado en distintos medios digitales varios relatos, también ha publicado un libro de microrrelatos junto a Carlos Naranjo, y está trabajando en varios proyectos editoriales.
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