Desde mediados del siglo XX, el empleo de los antibióticos y la introducción masiva de la vacunación han aumentado considerablemente la esperanza de vida, disminuido la mortalidad infantil y permitido la cirugía invasiva y los tratamientos de quimioterapia.
Esa cadena de éxitos empezó allá por 1928, cuando Alexander Fleming descubrió la penicilina, el antibiótico que transformó la medicina. Durante un tiempo, tuvimos la sensación de que, gracias a estas novedosas y poderosas armas, la lucha de la humanidad contra las infecciones finalmente llegaría a su fin.
Sin embargo, las expectativas no se han cumplido. Todavía estamos muy lejos de ganar esa batalla. ¿Cómo es posible? Muy sencillo, por la resistencia microbiana a los antibióticos. Es decir, la capacidad de los microorganismos para sobrevivir a la exposición a los antibióticos que normalmente podrían matarlos o detener su crecimiento.
Un problema de salud pública mundial de primer orden
Cada año mueren 33.000 personas en toda Europa como consecuencia de infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes a los antibióticos. Según los últimos datos, 4.000 de estas muertes se registran en España, cuatro veces más que las provocadas por accidentes de tráfico.
Siguiendo con los números, las bacterias resistentes a los antibióticos son responsables de 700.000 muertes al año en el mundo. Pero también culpables de aproximadamente el 15,5 % de los casos de infecciones adquiridas en el hospital. Incluso existen regiones en el mundo donde las bacterias multirresistentes a los antibióticos son responsables de más del 75 % de las infecciones en pacientes hospitalizados. Cifras apabullantes.
Hablamos, por tanto, de una de las mayores amenazas para la salud mundial y el desarrollo social, capaz de afectar a cualquier persona de cualquier edad y en cualquier país. De hecho, la resistencia antimicrobiana está considerada como un problema de salud pública mundial de primer orden.
Y no parece que vaya a mejorar la situación de manera inmediata. Las estimaciones apuntan a que, a menos que se tomen medidas globales, en el año 2050 las bacterias resistentes a los antibióticos podrían causar aproximadamente 10 millones de muertes.
Para colmo, las bacterias resistentes a los antibióticos suponen una carga económica extraordinaria ya que, a nivel mundial, suponen un coste de unos 1.000 millones de euros anuales para el sistema de salud. Incluso provocan 3 billones de euros de pérdida del Producto Interno Bruto (PIB).
Aunque este fenómeno es un proceso natural observado en la práctica clínica desde que los antibióticos de primera generación empezaron a ser aplicados contra las infecciones microbianas, el uso persistente de los antibióticos, la automedicación y la exposición a infecciones en los hospitales han acelerado el desarrollo de bacterias multirresistentes.
Las bacterias ESKAPE
El problema de la resistencia a los antimicrobianos (RAM) no se extiende de manera uniforme a todas las bacterias. La Sociedad de Enfermedades Infecciosas de América (IDSA) identificó seis especies como especialmente peligrosas, debido a su virulencia y a sus posibles mecanismos de resistencia a múltiples fármacos. Agrupadas bajo el acrónimo “ESKAPE”, se trata de Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter spp.
Este grupo de bacterias patógenas parece que tienen cierta facilidad para “escapar” de la acción bactericida de algunos antibióticos. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha listado a las bacterias patógenas multirresistentes en tres grupos de prioridad:
El grupo 1: prioridad crítica. Incluye a Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y algunas enterobacterias como Klebsiella pneumonie, Escherichia coli. También varias especies de los géneros Serratia y Proteus. Todas ellas son resistentes a los carbapenémicos.
El grupo 2: prioridad elevada. Incluye a Enterococcus faecium (resistente a la vancomicina), Staphylococcus aureus (resistente a la meticilina y con sensibilidad intermedia y resistencia a la vancomicina), Helicobacter pylori (resistente a la claritromicina), Campylobacter spp. (resistente a las fluoroquinolonas), Salmonella (resistente a las fluoroquinolonas) y Neisseria gonorrhoeae (resistente a la cefalosporina y a las fluoroquinolonas).
El grupo 3: prioridad media. Incluye a Streptococcus pneumoniae (sin sensibilidad a la penicilina), Haemophilus influenzae (resistente a la ampicilina) y Shigella spp. (resistente a las fluoroquinolonas).
La solución pasa por usarlos con prudencia
El 18 de noviembre de cada año se celebra el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos, una iniciativa europea de salud pública cuyo objetivo es sensibilizar sobre la amenaza que supone para la salud pública la resistencia a los antibióticos y fomentar el uso prudente de los mismos. Tanto por parte del público en general como entre los trabajadores sanitarios y los responsables políticos.
Ese día se enmarca dentro de la Semana Mundial de Concienciación de los Antimicrobianos. Es decir, de los antibióticos pero también de antivirales, antifúngicos y antiprotozoarios.
Desde el año 2020, el lema de la campaña es “Antimicrobianos: manipular con cuidado”. El “Plan de acción mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos” tiene 5 objetivos estratégicos:
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Mejorar el conocimiento y la comprensión de la resistencia a los antimicrobianos,
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Fortalecer la vigilancia y la investigación,
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Reducir la incidencia de infecciones,
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Optimizar el uso de medicamentos antimicrobianos y, por último,
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Asegurar una inversión sostenible en la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos.
Pisar el freno con los antibióticos
La resistencia a los antibióticos se acelera por el uso indebido y excesivo de los antibióticos, así como por la prevención y el control deficientes de las infecciones. Por esta razón, la campaña 2021 del Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos (PRAN2021), lanzada en el marco de la Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antibióticos y el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos, recupera el eslogan “Antibióticos: tómatelos en serio”.
Antibióticos sintéticos
El descubrimiento de nuevos antibióticos es crucial para combatir la resistencia bacteriana. Recientemente, el grupo dirigido por Andrew G. Myers de la Universidad de Harvard ha desarrollado una plataforma para fabricar, a partir de las lincosamidas, una amplia gama de nuevos antibióticos análogos totalmente sintéticos. Tras probar la actividad antimicrobiana de más de 500 análogos encontraron un compuesto prometedor, la iboxamicina, un compuesto eficiente frente a cepas que son resistentes a otros antibióticos conocidos.
Responsabilidad personal
A título individual podemos adoptar medidas que ayuden a prevenir y controlar la propagación de la resistencia a los antibióticos.
Entre estas medidas personales se incluye utilizar antibióticos solo cuando hayan sido recetados por un profesional sanitario certificado, no exigir antibióticos si su médico le informa de que no los necesita, seguir los consejos de los profesionales sanitarios cuando use antibióticos, no compartir nunca ni usar los antibióticos sobrantes de tratamientos anteriores, prevenir las infecciones lavándose las manos con regularidad, preparar los alimentos de manera higiénica y mantener el calendario vacunal actualizado.
Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca