Si por mi fuera no tendría que existir siquiera el día de la mujer, lo mismo no existe el día del hombre. Pero luego de pasar esa primera barrera de la percepción, pienso en todas las heroínas que en poco mas de un siglo dieron vuelta la historia de miles de años donde ser mujer era un castigo. Y si bien hoy en día queda aun mucha lucha en el ámbito de la igualdad y la violencia de género, reconozcamos que el poder femenino se ha alzado y avanza a paso fuerte rumbo a una sociedad igualitaria.
Y buscando una heroína de esas que pasan inadvertidas, me encontré con Sor Teresa, una religiosa trabaja en la Residencia «San Víctor», por todos conocida como «el asilo», y que está al cumplir sus bodas de oro al servicio de los ancianos. No niego que mi vena atea pujaba por hablar de religión con Sor Teresa y de una estructura donde las mujeres no mandan, pero no era ese el fin de la entrevista y rápidamente la sencillez, alegría y franqueza de esa mujer me hizo centrar en un único objetivo, hablar con una mujer que hace lo que ama desde hace 50 años: servir al prójimo.
Cristina Gargiulo: ¿Cómo definiría su trabajo en el hogar?
Sor Teresa: No soy yo sola. Somos un equipo de trabajadoras de las cuales cinco somos religiosas. Llevamos adelante una «familia» de cien personas mayores que han decidido vivir su vejez de modo confortable y facilitando también la vida de los suyos.
C.G.: ¿Crees que el trabajo de la mujer está valorado de modo diferente?
S.T.: En mi mundo no. Pero por lo que veo y hablamos a veces con las otras trabajadoras, uno de los peores trabajos hoy en día es el de ama de casa. No está comprendido como tal, sigue siendo visto como una obligación. No está bien valorado y eso que es el «ama» de casa. Hasta incluso se llegan a decir entre amigas y demás «tú no trabajas», eso cuando yo lo he oído y dicho por mujeres, me ha dolido. Y más siendo mujeres que trabajan y son amas de casa. Saben de sobra que llevar adelante la familia no se paga e incluso ni se reconoce cómo tal.
C.G.: Hablando de valoración del trabajo ¿Cómo hago yo para explicarle a una niña de quince años con el pelo tintado de verde, que hay una mujer que eligió usar un hábito, renunciar a todas sus posesiones y dedicar su vida al cuidado de ancianos de otras familias?
S.T.: Yo les diría que es una vocación. Una llamada de Dios a la que yo estuve atenta. La vida nos ofrece muchas cosas y para que Dios te responda hay que enamorarse, y responder tratando de ser mejor todos los días amando al prójimo que es amar a Dios. Soy humana y limitada, y Dios sabe que lo soy, pero yo le respondo amando lo que hago y así es como me renuevo todos los días, a veces me cuesta, a veces no. Mira, lo que se ama sin renovación pasa a ser habito y de ahí a la esclavitud.
C.G.: ¿Cómo ves el empoderamiento de la mujer en los últimos tiempos?
S.T.: Bien, aunque creo que hay palabras que de tanto usarlas puede que se desgasten. Espero que no sea el caso de la palabra «mujer». Igual, no son palabras, lo peor que le puede pasar a un ser humano, es que se ignore.
C.G. ¿Hay religiosas jóvenes?
S.T.: Pues no. A ver, culturalmente yo me encuentro como en un sándwich. El año que viene cumplo 50 años al servicio de mi vocación. Me ha tocado una época tremendamente cambiante donde el mundo ha empezado a ofrecer cosas y valores donde el servir a los demás no tiene significado.
C.G.: No hace mucho he visto por las redes que tanto en España como en otros estados europeos se plantea la idea de considerar la eutanasia legal para ayudar a que las personas ancianas puedan suicidarse. ¿Qué te parece?
S.T.: Si, lo quieren aprobar, pues yo opino que lo primero que hay que hacer, como los buenos especialistas, el que inventó la penicilina y todos los que inventaron los antibióticos, que se lo probaron primero en ellos, pues eso les digo. Que hagan lo mismo. La Iglesia no descarta que se alivie el dolor de la persona, los paliativos, pero eliminar a la gente, eso es increíble. Mira, he escuchado a un sobreviviente de Ébola que ha dicho que gasten más dinero en curar gente y menos en planificar planes de eutanasia.
C.G.: ¿Qué mensaje le dejas a las mujeres este 8 de Marzo?
S.T.: Que todo trabajo se tiene que hacer con amor porque el amor de las mujeres es el que teje, el que hace que la creación siga su curso. Yo amo lo que hago, ha sido mi elección y me sigue haciendo feliz. Si volviera a nacer, volvería a ser quien soy.